EL GOBERNADOR DE GUERRERO VISITA A EL QUEMADO.
ESTEBAN HERNÁNDEZ ORTIZ
Sobre la carretera
Acapulco-Zihuatanejo está el pueblo de Cacalutla y de aquí a El Quemado no son
más que 25 minutos en vehículo pasando por Poza Honda y por El Guanábano. Dan
las tres de la tarde con diecisiete minutos de hoy cuando el helicóptero llega
a un lado del poblado de Cerro Prieto. A bordo de la aeronave viene el
Gobernador del Estado de Guerrero, Salvador Rogelio Ortega Martínez para dejar
testimonio de la primera visita de un Gobernador a esta comunidad.
A las 3:32 de la tarde el Gobernador ingresa
a la comisaria municipal y ejidal, donde un grupo de familiares desaparecidos
en los años setentas del siglo pasado, le aguardan para sostener un diálogo con
él. El encuentro acumula una hora con 13 minutos y el reloj marcaba las 4:45 de
la tarde cuando el Gobernador ingresó a la cancha de Basquetbol, donde fue
recibido por habitantes de El Quemado y pueblos vecinos como Cerro Prieto, Las
Trincheras, La Neblina, El Guanábano, Palmitas, Plan de los Molinos y El
Refugio. Todo mundo se pone pie cuando se anuncia el arribo del gobernador al
lugar de la cita.
Doroteo Muñoz, comisario municipal de
El Quemado dio la bienvenida al mandatario guerrerense y le agradeció por ser
el primer gobernador que visita a su pueblo.
Luego, la alumna de sexto semestre de la preparatoria popular de este
poblado, Elideizi Padilla Gatica, hace una remembranza desde la fundación del
pueblo hasta la actualidad. Empieza por decir que en 1915 algunos hombres y
mujeres quisieron fundar al pueblo, pero se enfrentaron a los caciques de
aquella época, pues los consideraban pueblos dispersos y de insurrección. Agregó
que en 1930 los señores Fortino Fierro y Matías Baltazar establecieron el
pueblo en “La tamalera”.
La estudiante preparatoriana puntualiza
que “esta plaza pública” es símbolo de la represión de Rubén Figueroa Figueroa
y que en muchos hogares de su pueblo aún lloran a sus familiares desaparecidos”.
También agregó que en El Quemado han luchado contra la “dictadura perfecta que permaneció
por más de ochenta años”. Mencionó también que “queremos el cambio social por
la vía pacífica” y auguró que “algún día caminaremos por las anchas avenidas de
la democracia”.
Después habló el presidente del
comisariado ejidal, Leocadio Radilla y pidió al Gobernador que se beneficie al
ejido con dos concesiones de transporte público mixto de carga, haciendo un
recordatorio puntual de las gestiones que el ejido ha hecho al respecto hasta
este día.
Posteriormente habló el profesor
Wilivaldo Rojas Arellano y trajo al recuerdo el año 1972, cuando el gobierno prácticamente
desapareció a la mayoría de hombres de este pueblo, quedando a salvo solamente
los niños y los ancianos; luego, el profesor universitario pidió apoyos para
que los jóvenes que egresan de la preparatoria puedan incursionar en nivel
superior, pues aseguró que de 15 generaciones que han salido existen a la fecha
sólo diez graduados.
El reloj marcaba las 05:06 de la tarde
cuando el Gobernador empezó su intervención diciendo:
“estar en El Quemado
tiene un gran significado en su vida, porque vengo a saludar a los familiares
de quienes ya se nos adelantaron. Aquí cierro un ciclo en mi propia vida. Yo
estudie en la preparatoria número 2 de la Universidad Autónoma de Guerrero e
ingresé en junio de 1972. Luego me preparé para sustentar un examen en la UNAM,
pero por esos días llegó a mis manos un ejemplar del libro La Noche de
Tlatelolco, escrito por Elena Poniatowska. De esa lectura me inspiré para
invitar a mis amigos para que el 2 de octubre hiciéramos un evento tocando
guitarras y protestando por la masacre de Tlatelolco. En una de esas llegó mi
amigo Miguel Flores Leonardo diciendo que era muy tarde para el 2 de octubre,
pues en El Quemado, el gobierno había desaparecido a muchos señores, de todas
las familias: Fierro, Padilla y Martínez, entre otras. Fue así que decidimos
hacer una marcha el 27 de septiembre de 1972, entre estudiantes de las prepas 2
y 7 en Acapulco. La Universidad me abrió las puertas para estudiar y luego para
trabajar. Yo recuerdo, prosiguió el gobernador, que visitábamos a don Rodrigo
Flores Jiménez en la cárcel de Acapulco y le llevábamos comida los domingos.
También visitábamos a Octaviano (Santiago Dionicio) y a Francisco Fierro. Ellos
nos dijeron que sería bueno que viniéramos a las huertas para ayudar a la gente
en la cosecha del café. Creo que fue más la lata que dábamos que lo que les
ayudábamos. Me alegra mucho que hoy, a 45 años de distancia yo esté otra vez en
El Quemado, con la oportunidad que la vida me da de gobernar a Guerrero. Cuando
cayó el precio del café, la gente dijo que ahora sembrarían mango y de eso se
mantiene hoy día la mayoría de los habitantes de aquí” (fin de la cita).
Más adelante dijo que su mamá pudo
estudiar para profesora gracias a que los padres de ella vendieron parte de sus
pequeñas tierras y de no haber sido así, dijo el gobernador, su madre se hubiese
quedado sin estudiar en El Sabino, municipio de Ixcateopan.
La crónica que el gobernador hizo no
dejó de lado los recuerdos al tres veces rector de la Universidad de Guerrero,
Rosalio Wences Reza, quien se doctoró en Harvard. Recordó el funcionamiento de
las casas de estudiante y de los comedores universitarios en el proyecto
Universidad-Pueblo.
El gobernador estuvo acompañado del
Secretario General de Gobierno, David Cienfuegos y de la coordinadora estatal
del registro civil, María Inés Huerta Pegueros. A las 5:32 de la tarde, el
gobernador terminó su intervención, motivando a la gente del campo para que se esfuerce
y alcance el triunfo como lo logró Ignacio Manuel Altamirano, quien caminó 14
horas de Tixtla a Toluca para inscribirse en el Instituto Literario de aquella
ciudad. Relató que al tixtleco lo castigaron y le impusieron de castigo vivir
en la biblioteca, donde leyó multitud de libros y aprendió inglés, francés, alemán,
griego y castellano, pues su lengua nativa era el náhuatl. Sin embargo, dijo el
gobernador, si el General Juan Álvarez no hubiese becado a Altamirano, éste no
hubiese alcanzado las cúspides a donde llegó.