Bienvenidas todas las personas que visiten a este blog, el cual difunde información histórica, económica, cultural y social de la Sierra de Guerrero. También se incluyen textos literarios que ayudan a promover a esta maravillosa parte del mundo que la creación nos dio. Los datos cualitativos y cuantitativos que se ofrezcan serán de acuerdo al alcance de nuestras investigaciones. Reciban un fuerte y caluroso abrazo sierreño. Fraternalmente: Esteban Hernández Ortiz.

miércoles, 27 de enero de 2016

Velorios pueblerinos. (Segunda parte)

Velorios pueblerinos.
(Segunda parte)
Esteban Hernández Ortiz

Ya para el amanecer, cuando los gallos cantaban como si un reloj indicara que ya eran las cinco de la mañana, permanecían pocas personas en la velación.

Un grupo ranchero con un integrante que casi imitaba al mismo Ramón Ayala y los Bravos del Norte dio un giro al ambiente de duelo y empezó con la canción “un puño de tierra” y muchos de los presentes se llenaron más de nostalgia cuando la pieza llegó a la estrofa que dice:

Lo que pasó en este mundo
Nomás los recuerdo quedan
Ya muerto voy a llevarme,
Nomás un puño de tierra.

La mayoría de los caballeros pedían otra copa de mezcal, algunos lo preferían reposado en nanche, otros con jumiles, y otros tantos más pedían mezcal con damiana.

La gente colaboraba en preparar el café y té de hojas de naranja; otros con hacha en mano rajaban leña para las fogatas en que se prepararían los alimentos que se ofrecerían a los acompañantes a manera de comida, antes de llevar el ataúd con los restos de don Natalio a la Santa Misa.

Como haciendo un intermedio, el grupo de guitarras y acordeón cantó canciones de los tigres del norte como “un día a la vez” y “último adiós”.

Ya en el trayecto de la iglesia hacia el panteón, nada más entre los hijos y nietos de don Natalio podían turnarse el féretro para cargarlo, pero no faltaban los amigos más cercanos que se acomedían a cargar el ataúd. Durante el recorrido hasta llegar al panteón se escucharon canciones de amores y de desamores. Empezaron con la canción “tragos amargos”, le siguieron: “un rinconcito en el cielo”, “idos de la mente”, “que me lleve el diablo” y “dos hojas sin rumbo”, entre muchas más.

Ya en el panteón se empezaron a escuchar melodías como “te vas Ángel mío”, “seis pies abajo”. También se escuchó “cruz de madera”, y a más de uno se le rodaron las lágrimas cuando los músicos empezaron con la estrofa que dice:

Una cruz de madera de la más corriente
Esto es lo que pido cuando yo me muera
Yo no quiero lujos ni mesas de adobes
No quiero una caja que valga millones
Lo único que quiero es que canten canciones
Que se haga una gran fiesta la muerte de un pobre…


“Cruz de olvido” y “Acá entre Nos”, esas canciones que se escuchan bastante bien en voz de don Vicente Fernández, también se oyeron aquella tarde del sepelio de don Natalio, y el sonido de los instrumentos musicales, además de la voz de los músicos, se entremezclaban con el placentero sonido de los pinos. Para entonces ya se empezaba a echar la tierra sobre el ataúd de don Natalio y al final uno de los hijos tomó la palabra agradeciendo la presencia y el apoyo de toda la gente que les había acompañado para decir un "hasta pronto" a don Natalio y dejarlo en su última morada.