RAYOS Y CENTELLAS
ESTEBAN HERNÁNDEZ ORTIZ
Parecía que el cielo se caería en mil
pedazos; hacía varios días que no había llovido y esta vez se entendía que la
lluvia iba a cobrarse todos los pendientes. A cada instante se van viendo más y
más negras las nubes como anunciando que caerá agua a cántaros. Algunos aseguraban que a pesar de tremenda
tronadura desde las alturas no llovería tanto, ya que el aguacero es seguro
cuando llega por el oriente y en esta ocasión la tempestad se anunciaba del
lado opuesto.
Eran las tres de la tarde y alguna
fracción cuando empezaron a caer enormes gotas, pero sorpresivamente no hubo
tal aguacero, apenas sí una lluvia ligera de unos treinta minutos; eso sí, se
suspendió el servicio de energía eléctrica desde las 4 de la tarde y una media
hora después nos quedamos sin señal de telefonía celular. Hoy el pueblo está
muy avanzado si regresamos la mirada a los años ochenta y demás que precedieron.
Los chavos parecen disfrutar la
oscuridad y se sientan en las banquetas a dialogar, reír y gritar. A esos años
todos pensamos que podemos desbaratar el mundo de dos patadas y pode armarlo de
nuez en menos que canta un gallo. A otros les da por pensar que el mundo puede
comerse de unos cuantos bocados.
Se escucha música de varios estilos;
por un lado se oyen a los Cadetes de Linares cantando esa canción que dice: “Llorando
me alejé…”. En otro rumbo se escuchan a los románticos “Caminantes” cantando: “Entre
más lejos me valla, más me acuerdo yo de ti… entre más sea la distancia…”. Hay
otros más arrancherados que escuchan a Vicente Fernández con la canción del “arracadas”,
composición que fue llevada a la pantalla del cine en 1972.
Los grillos no dejan de cantar a su
manera y los chavos no hacen el menor intento de llegarle a descansar.
La calle esta oscura y arriba, en el
cielo tampoco hay claros. La luna se encuentra oculta en algún punto del
inmenso espectro y no nos aluza para nada; apenas se deja ver uno que otro
lucero solitario, aunque se miran algunos luceros organizados en equipo como si
la creación -sea del Bing Bang o por el Dios Padre- les hallan encomendado
permanecer ahí, situados en sus puntos para dar forma a algunas figuras
geométricas. Según el calendario será hasta el uno de julio cuando nos salude
con todo sus esplendor como “luna llena”, pero por ahora ni maíz paloma.
Dan las nueve y quince de la noche
cuando las lámparas que en 1880 inventó Thomas Alba Edison se encendieron; los
chavos gritan felices, aunque algunos minutos después quedamos otra vez en
tinieblas: así estuvo el servicio llegando y retirándose, pero se restableció
en forma permanente a eso de las 10 en punto de la noche y para las diez con 30
minutos vuelve la señal de telefonía celular.
Para entonces la música no cesa, en
otros lugares del pueblo se oye ese corrido que dice: “En 1911, les voy a
explicar muy bien, mataron a dos hermanos y a un primo hermano también… un
jueves 20 de abril como a las tres de la tarde…”
La chavaliza sigue de pie y es
patente su algarabía; mientras yo recuerdo aquella ocasión en que tuve la
oportunidad de viajar a la península ibérica, en concreto a España. En Madrid
se realiza “la marcha” en la que multitud de adolescentes, jóvenes y otros no
muy jóvenes salen a caminar un buen kilometraje en las principales arterias de
la capital de la madre patria, cantando y platicando al por mayor. Yo me incorporo
en una de esas ocasiones y comparto la caminata por varios minutos con un
equipo de muchachos y muchachas que dijeron ser de Alicante; cuando llego el
momento del despido uno de ellos me dice: “Adiós amigo, que tengas suerte en la
vida”.
Fue en marzo de 2007 cuando anduve en
Madrid, Toledo y la Guadalajara de allá, que es por mucho, más pequeña en
número de habitantes que nuestra perla tapatía. Escribí mis vivencias y les
dieron publicidad en “página Atoyac” de El Diario 17.