En el Distrito Federal.
Esteban Hernández Ortiz
Llega uno a la terminal taxqueña o
del sur en el Distrito Federal y aquí el ritmo de vida es más de prisa que en
provincia. Al tomar el servicio colectivo metro hay que ponerse muy a las vivas, hay estaciones como la Pino
Suárez, donde el flujo de usuarios es mayor que en otras estaciones,
dependiendo también de la hora pico. En menos de veinte segundos el metro
cierra sus puertas y poco después emprende su recorrido.
Empiezan a ofrecer sus productos los
vendedores ambulantes, se ofrecen chicles, lapiceros, llaveros y multitud de
curiosidades; otros cantan música andina usando flautas, pero en cada estación
unos de esos hombres y unas de esas mujeres que se ganan la vida en estas
ventas informales bajan y se encuentran con sus colegas, que a leguas se mira
son compañeros de equipo. Entre este sector de la sociedad nadie está sólo,
todos forman parte de un equipo; lo mismo se observa con los trabajadores del
metro, sean de mantenimiento o de limpieza, pues la policía es parte de otra
dependencia.
La noche anterior he dormido mucho
menos de lo debido y eso que llaman jaqueca parece darme, pero tengo bastante
comprobado que con un buen café se retira ese malestar. Para entonces son las
seis de la tarde e ingresó al restaurant Lynis, casi frente a la Diana
Cazadora, y disfruto de un delicioso café que me vuelve a la vida. Algunos
minutos después llueve ligeramente y conforme empieza a disminuir la presencia
del dios Tláloc, un joven entona con su acordeón la canción “caminos de
Michoacán”, al tiempo que su niño, con bandeja en mano, trata de recibir
donativos. Más adelante, unas mujeres que parecen ser de La Montaña de
Guerrero, venden dulces.
Trabajadores de la construcción han
buscado refugio para no mojarse, bajo algunos edificios.
En la capital federal opera desde
hace varios años un programa en favor de la cultura del ciclista. En ecobici, las personas pagan una
anualidad de 400 pesos por derecho a utilizar su estacionamiento, donde el
usuario marca su código de registro y puede asegurar su bicicleta, para que al
volver de su trabajo pueda circular por un carril lateral. En la salpicadera
delantera, la bicicleta lleva su número.
En Noviembre de 2013 el sector
privado de Dinamarca, junto con la embajada de aquel país en México, hicieron
un reconocimiento a la Ciudad por la cultura de respeto al ciclista, en
presencia de sus Altezas Reales, el príncipe heredero y la princesa heredera de
Dinamarca. Se instaló también un sistema electrónico que contabiliza la
cantidad de ciclistas que circulan por día.
El camión te traslada de un punto a
otro por todo Paseo de la Reforma por sólo seis pesos y el boleto del metro
cuesta cinco pesos. Aquí el camión no compite a las carreras con vehículos
particulares, como se observa en otras ciudades del País y toma el carril
lateral que le corresponde.
A las tierras que actualmente ocupa esta
megalópolis llegó en 1325 una tribu que provenía de la región de Aztlán, de
donde partieron en 1111. Cuando llegó Cortés y sus tropas, los tlaxcaltecas, un
pueblo que había sido sojuzgado por los aztecas, se unieron a los españoles y
así dio comienzo la Conquista hasta implantarse totalmente en 1521, aunque
otras tribus se opusieron durante muchos años. La actual Torre Latinoamericana
fue hasta 1522 zoológico del emperador Moctezuma y de 1522 a 1856 fue Convento
de San Francisco.
Por la mañanas y por las tardes hay
mucha gente que realiza ejercicio corriendo, algunos corren acompañados de su
mascota, y otros usan audífonos. Y como si en la Ciudad de México no hubiera
suficiente humo, algunos y algunas fuman.
Se mira cruzar un avión, como si
volara más bajo que la altura del Ángel de la Independencia, pero no es así, la
altura a que vuela la aeronave es mayor que la del Ángel.