Velorios pueblerinos.
Esteban Hernández Ortiz.
La gente empezó a llegar, algunos
traían flores; otros llevaban café en polvo, azúcar, arroz, galletas, pan,
vasos y platos térmicos. En cuestión de pocas horas la noticia llegó a varios
pueblos vecinos y a las colonias del pueblo de Teotepec del Río. Había
fallecido don Natalio, cuando el creador le había permitido acumular a los
ochenta y seis años de edad.
Don Natalio fue un hombre que en su
juventud gustó de montar a los toros en los jaripeos que se organizaban en la
región y cuando se ponía unas borracheras acostumbraba pasear por las calles
montado a caballo. Muchos le hablaban en tono cariñoso y le decían “tallo”;
otros daban en llamarle “nata”.
En Teotepec del Río había muchos
músicos, algunos formaban grupos cumbieros; otros de estilo ranchero y no
faltaban grupos de mariachis que casi siempre estaban presentes en esta clase
de sucesos.
Ya pasada la media noche, cuando la
banda “Santa Anita” se había retirado, los hijos e hijas pusieron música que mucho
agradaba a su progenitor, quien había partido de este mundo terrenal. Tratándose
de la charrería, pero más en específico de los caballos, se escucharon de entre
las colecciones del charro de la música
mexicana los corridos que a continuación se mencionan: la yegua colorada,
caballo as de oros, califa, mi caballo el jobero.
Mientras se escuchaba el corrido del As de Oros, un grupo de profesores comentaban que el día 10 de abril de 1919, el
General Emiliano Zapata montaba su caballo “as de oros”, cuando a eso de las 2
de la tarde con diez minutos, cayó sin vida a traición en la hacienda de la Chinameca,
Morelos.
Al escuchar ese corrido, un grupo que
parecía ser de hombres profesores o historiadores, contaban que el caballo As
de Oros fue rescatado con vida, muy a pesar de que en su cuerpo había siete
impactos de bala. El rescate lo realizó Jesús Chávez y meses después obsequió
el corcel al General de división Francisco Mendoza Palma.
Más tarde se escuchó el corrido de “Potro
Lomo gateado”, aquel caballo que compitió en una carrera el mero dos de febrero,
el día de la candelaria.
No pudo faltar “El siete leguas”,
corrido que se refiere al cuaco preferido por “el Centauro del Norte”, aquel
general de la revolución mexicana que un día ingresó a territorio estadunidense,
haciendo que semanas después llegara tras él a demarcaciones del Estado de
Chihuahua uno de los generales más populares en la Segunda Guerra Mundial: El
general George Smith Patton, un general del Ejército de los
Estados Unidos de mucho renombre durante la Segunda Guerra Mundial.
Volviendo a las
historias de caballos del General Francisco Villa, cuando ya el reloj casi
marcaba las dos de la mañana, se escuchó el corrido del grano de oro, otro
caballo de Villa, pues era música que mucho gustaba al difunto. Grano de oro
fue un regalo que hicieron a Villa en el día de su onomástico en Parral. Salvó
a Villa en Celaya de los disparos del ejército obregonista. En aquella batalla
en que la división del norte perdió a más de diez mil hombres del 6 al 15 de
abril de 1915, a pesar de que los villistas sumaban 22 mil hombres, un poco más
del doble de los obregonistas.
Ya para las tres de la mañana se
seguían escuchando corridos como el prieto azabache, caballo bayo y el negro y
el tordillo. Para finalizar esta tanda de música se escuchó un corrido que
aludía a una carrera entre ricos y pobres del pueblo de San Fernando, el 19 de
marzo; el rosillo era de los pobres y el alazán de los ricos.