Bienvenidas todas las personas que visiten a este blog, el cual difunde información histórica, económica, cultural y social de la Sierra de Guerrero. También se incluyen textos literarios que ayudan a promover a esta maravillosa parte del mundo que la creación nos dio. Los datos cualitativos y cuantitativos que se ofrezcan serán de acuerdo al alcance de nuestras investigaciones. Reciban un fuerte y caluroso abrazo sierreño. Fraternalmente: Esteban Hernández Ortiz.

sábado, 24 de agosto de 2019

Doña Irma Román Calderón: Un ejemplo del esfuerzo de las mujeres en Guerrero.

Fotografía que tomé en julio de 2015, encontrándome en algún punto en El Naranjo, en las cercanías de El Paraíso, Guerrero. La foto se enfoca hacia las tierras de cultivo de El Puente del Rey, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero. Tengo algunas fotos de Los Piloncillos, pero no las encuentro en este momento en que subo esta entrada de mi blog.


Doña Irma Román Calderón: Un ejemplo del esfuerzo de las mujeres en Guerrero.

Esteban Hernández Ortiz.

Doña Irma Román Calderón nació el 22 de enero de 1937 en Apaxtla de Castrejón, Guerrero; en el norte de este sureño estado de la república mexicana.  Su mamá, la señora Rosalía Calderón Álvarez nació también en Apaxtla, Guerrero, y su papá, el señor Timoteo Román Cruz nació en Tlanipatlán, municipio de Teloloapan, Guerrero.  Apaxtla y Teloloapan son municipios vecinos.

Cuando doña Irma tenía doce años de edad continúo sus estudios de secundaria el internado Hipólito Reyes, en Huamantla, Tlaxcala. Ya después, con 21 años de edad, gracias a una solicitud que dirigió al gobernador del estado, ella llegó a trabajar como profesora en la escuela primaria Hermenegildo Galeana, en Tecpan de Galeana, región Costa Grande de Guerrero. Cuenta doña Irma que algunos de sus hermanos trabajaban en los Estados Unidos y que ellos no querían que ella estuviera tan alejada de su casa paterna, entonces, ellos le mandaron un poco de dinero para que ella mejor vendiera ropa.

Habla doña Irma Román Calderón:

Mi tío Zeferino Calderón Álvarez, hermano de mi mamá, vivía en Los Piloncillos, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero, y un día yo llegué a ese pueblo sierreño, siguiendo a mi tío padre.

Me comunicaba a casa de mis padres por medio de cartas que se enviaban en Correos de México.

En Los piloncillos nos conocimos con mi esposo, Emiliano Lucena Adame. En ese pueblo también di clases, aunque ya no era oficial mi trabajo, como lo fue en Tecpan. Algunas de mis alumnas, a quienes enseñé a leer y a escribir fueron: Belén Álvarez, Carmen Álvarez y Macrina Castro. Entre los varones a quienes enseñé sus primeras letras estaban Silvestre y Cutberto Calderón. Fueron clases particulares, pues yo no estaba registrada como profesora por parte del gobierno, y a las niñas y a las niñas no les dieron un certificado de primaria, pero sí aprendieron a leer y a escribir.

Años después llegó a esta sierra el Consejo Nacional del Fomento Educativo y me dispuse a dar clases en Las Palmas, ya ves que ahí vivimos por muchos años con mi esposo y mis hijas e hijos. Ahí les di clases a mis nietos Abigail y Fernando, y hoy me da mucho gusto que se hayan superado.

Mi padre era un hombre muy trabajador. Cebaba 60 puercos y vendía 12 reses por año, cuando yo era niña. Las doce reses las llevaba a Toluca y con ese dinero compraba ropa para mí y para mis hermanos; para él y para mi madre. Tambien compraba ropa para vender y así tener otra entrada de dinero en la casa.

Con el dinero de los puercos, mi papá atendía sus labores en el campo. Me acuerdo que eran seis yuntas que andaban vuelta y vuelta trabajando en las tierras de mi padre. Se cosechaban hasta 170 cargas de maíz y son cien litros de maíz por cada carga (La unidad de medición que se conoce como un litro de maíz equivale a cuatro kilos). Se llama Gallán al trabajador que sostiene el arado, el mesero es el que destapa la milpa y le pone tierra para que esta se desarrolle bien y produzca unas mazorcas bien grandes.

Siempre teníamos unas vacas y bastantes gallinas que hacían que nuestra casa y su patio se vieran hermosos. Las gallinas cacaraqueaban cada vez que ponían un huevo, alegrando nuestro rancho. Hubo un tiempo en que cada semana levantábamos hasta 500 huevos y hacíamos doce quesos de cincho.

Mi papá murió de 44 años de edad, pero fue muy responsable, nunca nos dejó solos, ni a mi madre ni a ninguno de los once hijos que tuvieron. Gracias a su trabajo pudo dar estudio a varios hermanos, tengo un hermano que es Contador Público, otro es Licenciado y uno más es Doctor.

Hasta aquí las palabras de doña Irma. La entrevisté el día domingo, 11 de agosto de 2019, en casa de mis padres, en El Paraíso, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero. Platicamos de las 16: 50 a las 17: 20 horas en el día y lugar mencionados. Cuando finalizábamos la conversación ya se veía que llegaría una fuerte lluvia. Entonces doña Irma se despidió rápidamente, yo le agradecí la confianza y ella me contestó: “Con mucho gusto, Esteban, no te preocupes, si esto te sirve para tu tesis, adelante”. Yo nunca imaginé que doña Irma tuviera alguna referencia de lo que es una tesis y me quedé sorprendido por sus palabras, además de la admiración que me causa su historia tan digna y honorable. Yo viví mi infancia y mi adolescencia en casa de mis padres, a unas cuantas casas de donde vive doña Irma. Tenía ya mucho tiempo a que estaba con la idea de platicar con ella respecto a estos historiales, y ese día se concretó tan excelente plática.

Agua en El Edén, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero.

Los vecinos de esta maravillosa comunidad de El Edén, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero, limpian variaz veces por año el caudal del río, retirando plásticos.

Inculcan a la niñez y a la juventud el cuidado del río. Estas imágenes las capte el 30 de diciembre de 2018.