Bienvenidas todas las personas que visiten a este blog, el cual difunde información histórica, económica, cultural y social de la Sierra de Guerrero. También se incluyen textos literarios que ayudan a promover a esta maravillosa parte del mundo que la creación nos dio. Los datos cualitativos y cuantitativos que se ofrezcan serán de acuerdo al alcance de nuestras investigaciones. Reciban un fuerte y caluroso abrazo sierreño. Fraternalmente: Esteban Hernández Ortiz.

lunes, 28 de octubre de 2019

¿A dónde van los desaparecidos?


¿A dónde van los desaparecidos?

Esteban Hernández Ortiz.



En 2018 asistí a una conferencia en la Universidad Autónoma de Guerrero, en el CIPES de San Mateo, de nuestra capital estatal. Era la Cuarta Brigada Nacional de Búsqueda de Desaparecidos en México. De ahí tomo la mayor parte de esta redacción.



En 1982 el cantautor panameño Rubén Blades compuso la canción “Desaparecidos”, la ha cantado por muchos lugares y la cantó en el zócalo de la Ciudad de México en junio de 2016, en tanto que  el grupo “Maná” también se ha encargado de hacer muy famosa a esta composición. La canción se refiere a los desaparecidos en Latinoamérica, entre ellos un estudiante de pre-medicina que se llama Agustín, un buen muchacho que “a veces es terco cuando opina”.



Dos hermanos de apellidos Trujillo Herrera, de Atoyac de Álvarez, Guerrero, fueron desparecidos en 2008. Los familiares se organizaron y empezaron a buscar a sus seres queridos, pero el luto sólo aumentó en la forma más cruel, pues otros dos hermanos Trujillo Herrera fueron desparecidos en 2010. Hoy, su mamá, doña María Herrera, sigue luchando por encontrar a sus cuatro hijos en el marco de la “Cuarta Brigada Nacional de Búsqueda de Desaparecidos”. Este caso ya se encuentra en instancias internacionales, pero para doña Mary no sólo su caso es paradigmático, muchos casos más deben analizarse en cortes internacionales. Ella dice que “la puerta que se abra para que pase una, debe estar abierta para que pasen las demás”.

No existe un “dolorímetro” para medir el dolor de las y los familiares de las personas desaparecidas. Las mujeres que buscan a sus desaparecidos tienen un potencial espiritual para luchar que puede dar varios centenares de vueltas a una persona que se encuentre en una crisis pasajera de angustia.

Las madres de los desaparecidos admiran a sus nueras, quienes han estado sacando adelante a sus hijos. ¿Qué va a pasar con esos miles de niñas y niños que están creciendo con la ausencia de su padre o de su madre, y a veces con la falta de sus dos progenitores? ¿Cuánto resentimiento se acumulará en su ser?, ¿Cómo irá a ser su actuación cuando sean jóvenes? Las madres dicen que seguirán mirando al sol de frente aunque les quemen los ojos.

El gobierno federal puede, dentro de ese proceso de cambio al que denomina Cuarta Transformación, abrir los canales democráticos de no represión, donde el ministerio público coadyuve en la búsqueda de sus “tesoros”, como les llaman los familiares a sus seres queridos desaparecidos.

Los familiares de los desaparecidos aún tienen miedo al ejército y a las policías, así se llamen “policías militares”. Hay un estigma en la gente golpeada por la desaparición de sus seres queridos en la década de los setenta, cuando la avioneta Aravá, administrada por el Ejército, realizaba los “vuelos de la muerte” arrojando a la mar a cuerpos de personas que habían sido “levantadas” porque según el gobierno, ayudaban a la guerrilla.

“No queremos más engaños, no queremos más falsedades” dicen las y los familiares de las personas desaparecidas. Ellas y ellos dicen vivir con la ilusión de encontrar los restos de sus seres queridos para tener un lugar a donde llevar una flor o una luz, hacer un rezo y platicar con sus seres queridos. Para las familias de las personas desaparecidas sus seres queridos son doblemente desaparecidos, se les desaparece físicamente y se desaparecen los expedientes donde se asientan las investigaciones. 

domingo, 27 de octubre de 2019

Cuadro de Diocelina Rojas.




Obra de mi amiga Diocelina Rojas, madre soltera, mujer sierreña nativa del municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero, y migrante mexicana, quien da muestra de su talento en el arte de la pintura.

miércoles, 23 de octubre de 2019

La Pintada.


La Pintada, pueblo hermano, de la Sierra atoyaquense.
En mi infancia conocí en El Paraíso a don Santiago Adame, quien tenía una peluquería. Fui a la primaria con uno de sus hijos, no recuerdo bien su nombre, pero parece que era Enrique.
En El Paraíso también conocí a doña Reyna y a su esposo Adán Aguilar.
Fue en La Pintada, un 29 de enero de hace ya algunos lustros donde tomé mis últimos tragos de alcohol. Desde entonces no he vuelto a empinarme " ni un pegue ".  No se pueden echar las campanas al vuelo, y tal vez algún dia vuelva a beber, pero hoy no está en mis planes regresara los brazos del Dios Baco.
Durante varios años hacíamos activismo político en El Edén, y en menor medida en La Pintada. Más en mi pueblo natal, El Paraíso. Un poco también en Puente del Rey, Puente de los Lugardo, Los Piloncillos, Las Delic y El Molote. De tal manera que soy Sierreño de Corazón.

martes, 22 de octubre de 2019

viernes, 18 de octubre de 2019

A medio río.


Un vecino de El Edén, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero, México, acompañado de su hijo, montan este equino, cruzando el río.

jueves, 17 de octubre de 2019

Colmena de abejas sin aguijón


Colmena de abejas sin aguijón en El Paraíso, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero.

Imagen en movimiento que capte en julio de 2019.
En la Sierra de Guerrero existen diferentes variedades de abejas nativas de América: Real, sayola y bermeja, entre otras. A diferencia de la abeja europea, esta miel es agridulce y no es espesa. Se produce en espacios concavos, dentro de una rama o del tallo de un árbol.
Es común que un médico, sin faltar a su juramento hipocrático, recomiende ingerir esta miel, por sus propiedades curativas.

Otras especies son las abejas que se anidan en peñascos o en la tierra.

Nuestros pueblos nativos del Continente americano disfrutaban de estas delicias de la naturaleza.

martes, 15 de octubre de 2019

Extractos de mi autobiografía.


En términos de estudios, soy un producto de la Universidad Autónoma de Guerrero. Hoy tuve el placer de estar en la Preparatoria número 46, de Chilpancingo. A la hora de tomar el micrófono dije que mi intervención sería en dos partes, primero compartiría mi experiencia respecto a mi ingreso al "módulo Atoyac" de la entonces Preparatoria abierta, en agosto de 1995; en segundo lugar explicaría yo algunas vivencias a cerca de la publicación del libro de mi autoría "El Paraíso, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero", pues era el motivo principal de mi presencia en esa escuela.




Con cierta nostalgia, que procuré ocultar, hice memoria de que en 1991 yo reprobé todas mis materias, a excepción de Educación física, cuando cursaba el tercer semestre en nuestro Centro de Estudios Técnicos, allá en El Paraíso, mi terruño, mi patria chica, como dijera el escritor Luis González. Cuando hacíamos activismo político en el Partido de la Revolución Democrática, un día dije a mi profesor Fortunato Hernández Carbajal que yo quería estudiar, y entonces él me sugirió inscribirme en el “Módulo Atoyac” de la Preparatoria abierta. Agregué otros breves recuentos y cerré este primer apartado relatando que yo me he titulado como Maestro en Humanidades y que cuento con estudios de Maestría en Ciencias Políticas; estudios efectuados en mi Universidad Autónoma de Guerrero.



En la segunda parte narré historiales de la incursión del primer libro de mi autoría, el cual ha sido presentado en varios lugares de los Estados Unidos, ante personas migrantes, dos comités de migrantes (Santa Ana, California, y Chicago, Illinois) dos consulados (Santa Ana, California, y Phoenix, Arizona). Olvidé comentar mis dos participaciones como ponente, una en 2018 y otra en septiembre del año actual, en Congresos convocados por el Instituto Kenan y la Universidad de Carolina del Norte.



Mi profesor José Luís Mariano Esquivel usó su guitarra y cantó “Tierra Linda”, una canción guerrerense que alude a todas las regiones del estado. Luego comentó, a manera de resumen, mi libro. Quedé invitado para el año próximo, cuando se festeje nuevamente el aniversario de la Preparatoria 46.


domingo, 13 de octubre de 2019

La Sierra de Guerrero: A 527 años de la invasión europea.




La Sierra de Guerrero: A 527 años de la invasión europea.

Esteban Hernández Ortiz.

Petrograbados en La Pintada, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero. Archivo personal.



Ayer se cumplieron 527 años a que el genovés Cristobal Colón llegó a tierras que para entonces eran desconocidas por los europeos. Él decía haber llegado a las Indias y por ello comenzó a llamarse indios a los hombres y mujeres de los pueblos originarios de la actual América. En estos pueblos había grandes poetas como Netzahualcóyotl o los hombres anónimos que escribieron el Popol Vuh, bajo cuya concepción la especie humana proviene del maíz. Había grandes arquitectos o constructores, basta ver las pirámides del sol y de la luna, o las construcciones de Monte Albán y Palenque; También Machu Pichu en el Perú. En la Sierra de Guerrero existen petrograbados que dan prueba de la presencia prehispánica.



Años después fue Américo Vespucio quien declaró que estas tierras no eran las Indias y entonces en su honor se llamó América a nuestro continente. En lo personal soy partidario de que en lugar del despectivo y discriminatorio concepto de “indígena” deben usarse conceptos como “pueblos originarios”, “pueblos autóctonos” o “pueblos nativos”, ellos son los primigenios dueños del Continente. Ya tenían diversas cosmovisiones o formas de entender la vida y la naturaleza, los astros y los cantos de las aves.



La historia de México no está desasociada del devenir de los pueblos originarios. En el caso de la Sierra de Guerrero hubo distintos pueblos prehispánicos.



Fue hasta el año 2000 cuando el legislador mexicano estableció en su artículo segundo que México es un país pluricultural.



Los siguientes párrafos forman parte de mi tesis de Maestría en Humanidades.



1.3 Perspectiva histórica de la población serrana.

a) Población prehispánica.

Cuando los conquistadores europeos llegaron a la Sierra ya existían en estos lugares habitantes de cuyos orígenes no tenemos precisión. La arqueología ha dado cuenta de distintos hallazgos de piezas de cerámica en Huerta Vieja, Corral de Piedra y Yeztla (sic) (Elizabeth Jiménez García 1998, 86). La historia precolonial y la etnología, también dan cuenta de la existencia de diversas culturas que vivieron en la Sierra; por la parte centro occidente, se establecieron los cuitlatecas, purhépechas, chumbias, tolimecas, tlacotepecas, tepetixtlecas y otros grupos menores influenciados por los nahuas; por la parte centro oriente, hubo yopes, mixtecos, tlapanecos, zapotecas y amuzgos (Calvo 1998, 143-479). De estos grupos no todos sobrevivieron a los tiempos de la colonización, solamente aquellos que se aferraron más a la tierra permanecieron en sus comunidades, hecho que, según Peter Hendrich, explica su sobrevivencia cultural también, como es el caso de grupos cuitlatecos de Ajuchitlán y de San Miguel Totolapan (Hendrich 1946, 15).

Los cuitlatecos ocuparon San Miguel Totolapan y Ajuchitlán; su centro político fue Mexcaltepec y dominaron Atoyac y Tecpan. Extraían el cobre, además de oro; las mujeres usaban enaguas y huipiles. Su gobierno se ejercía mediante un consejo de principales. Tratándose de guerra utilizaban arcos, flechas, macanas y escudos. Por cuanto a religión, adoraban al “Señor de la lengua áspera”. Tenían un calendario, mediante el cual se determinaba el nombre de la niña o del niño, recién nacidos, pues en su calendario se fijaba un nombre a cada día del año. Desde que la niña o el niño nacían, se les elegía consorte y al llegar a la mayoría de edad, se les matrimoniaba. Dentro de sus reglas de conducta se castigaba severamente al adulterio y al robo. Sus muertos eran sepultados sentados en un hoyo circular y se les colocaba comida, mantas y objetos diversos.

Por su parte, los tepuztecos poblaron Tlacotepec, pero al igual que los cuitlatecas, ingresaron por Zacatula, extendiéndose por Costa Grande, y subiendo hacia la Sierra Madre, desde Atoyac y Coyuca de Benítez. También bajaron hacia el Balsas. Al idioma de los tepuztecos se le conoce como tlacotepehua. Los dos pueblos prehispánicos cultivaban la tierra, y obtenían piedrecillas de oro, las cuales eran arrastradas por las corrientes de los ríos que bajan  de la Sierra Madre (Campos 2012, 25-26).

Los tepuztecos aprovechaban el ocote, que son rajas de pino, para alumbrarse durante las noches; también aprovechaban la trementina y el alquitrán, que escurre a los pinos y otros árboles. En cada pueblo tenían un jefe, al cual entregaban tributos con mantas. También tuvieron huertas de cacao y se dedicaban a la pesca. Rendían culto al dios Andut y castigaban la embriaguez, el robo y el adulterio. Los pantecas, chumbías y tolimecas son de mayor antigüedad que los  cuitlatecas y los tepuztecos (Campos 2012, 27).

Era el año 400 de nuestra era cuando los purépechas llegaron a la rivera norte del Balsas, frente a la Sierra de Guerrero. Pronto comenzaron a someter a su mando a los pueblos de la zona. (Secretaría de Educación Pública 1997, 70) Para el siglo XI llegaron a la Sierra nuevos grupos invasores que venían por el rumbo de Michoacán, eran los nahuas y se anclaron en Zacatula, Atoyac y Tlacotepec (Secretaría de Educación Pública 1997, 31).

En la siguiente gráfica pretendo ilustrar respecto a las invasiones o sojuzgamientos que ha habido en la Sierra de Guerrero partiendo de épocas prehispánicas hasta llegar a la invasión española.

En el lapso del período colonial, los diversos grupos sociales de la Sierra sufrieron enormes modificaciones socioculturales y varios grupos perecieron ante el fuerte impacto de las encomiendas, los repartimientos, las congregaciones, las enfermedades del colonizador, las exageradas tributaciones y las jornadas excesivas de trabajo. La Sierra del siglo XVII  prácticamente se despobló. Fueron escasos los núcleos indígenas que sobrevivieron al proceso de colonización, entre ellos los pueblos de Tlacotepec, Coronillas, Tepetixtla y diversos barrios aledaños, en la parte centro-occidente. Al norte, fue el caso de los cuitlatecas, de quienes Peter Hendrich habla -a mediados del siglo XX-, de los últimos vestigios de esa cultura (Hendrich 1946, 15).

Por su parte, el cronista de Atoyac de Álvarez, Guerrero, Víctor Cardona Galindo, menciona que según el diario de Patricio Pino y Solís, hasta 1911 había en Atoyac familias que se comunicaban en lengua cuitlateca (Galindo 2016).

La Sierra, por los recursos que posee, ha estado en la mira de buscadores de riquezas en diferentes épocas: primero, de mineros; después, de ganaderos (chiveros), y recientemente, de madereros y de narcotraficantes. Siempre ha sido explotada (Núñez 2005, 24).

La Corona española otorgaba encomiendas a sus oficiales como una forma de reconocimiento a sus servicios. Las encomiendas consistían en el depósito tanto de tierras como de indios en manos del beneficiado; así se concedía el derecho de explotar las tierras, recibir las tributaciones y explotar el trabajo de los nativos en formas excesivas (Pineda 2002, 15).



Con base a la Memoria de la Cuarta Reunión Sobre Problemas Antropológicos relativos al occidente de México, la cual se realizó en 1946, puedo decir que en la Sierra Madre se exploraron algunas zonas de Jaleaca, Santa Bárbara, Pueblo Viejo I y Pueblo Viejo II, encontrándose montículos bajos, petroglifos y pequeñas construcciones de piedra y cerámica de tipo arcaico (Campos 2012, 46).

Isidro Moreno Casasola conquistó a los pueblos de la provincia de Citlaltomahua en la Sierra de Tlacotepec (Campos 2012, 62). Desde 1522, Cortés estableció el sistema de las encomiendas, instruyendo a los nativos hacia el catolicismo y explotando las tierras, aunque el fin principal no era el usufructo de las tierras, sino la implementación de tributos. Con la encomienda no se transmitía la propiedad de la tierra, pero era un medio para sojuzgar a los indios, a la que se despojaba, sometiéndole a la servidumbre y al pago de tributos descomunales. Durante la Colonia la Sierra estuvo repartida en grandes encomiendas.

Mediante las “ordenanzas” Cortés declaraba la forma en que los encomenderos podrían servirse y explotar a los nativos; a la par se implementó la Merced Real, que era la transmisión de la posesión de la tierra, basándose en las Bulas Alejandrinas que dictó el papa Alejandro VI en 1493 (Campos 2012, 64-65).

Tlacotepec se encomendó a Alonso de la Serna y Gaspar de Garnica en 1559, y pagaban 1, 012 pesos de Oro, maíz y gallinas. Chichihualco se asignó al encomendero Francisco Rodríguez Magariño. La mina de Oro de Topila (cerca de Tlacotepec) fue explotada por Juan de Manzanillo (Campos 2012, 68-70).

Aun cuando se han encontrado vestigios arqueológicos, no se trata de una zona muy densamente poblada por personas, pues careció de asentamientos humanos relevantes. Una vez que llegaron los invasores, Hernán Cortés mandó comisiones de dos o tres españoles, quienes eran guiados por un nativo para localizar sitios donde hubiese oro. Sus emisarios se internaron en la Sierra y llegaron a la Costa, para luego regresar ante su señoría y decirle que “en un pueblo que se dice Zacatula, los caciques de aquella provincia llevaron muchos indios a los ríos con una bateas chica, y con ellas lavaban la tierra y cogían el oro” (Guzmán 2008, 16). Sin embargo, las aspiraciones de explotar los yacimientos minerales se fueron relegando debido a las dificultades que tiene la topografía serrana, pues los caminos eran muy escasos y se hallaban en mal estado.

La presencia de la iglesia fue como jurisdicción eclesiástica, pero en sí, la Sierra no estuvo densamente poblada.

Muchos apellidos que hoy existen en la sierra son de origen español: Cortez, Catalán, Vélez, Martínez, Hernández, Pinzón, Sánchez, Barragán, Chávez y Adame, entre otros. Esta influencia hispánica se refleja en la región.

Aproximadamente cada ochenta días se entregaban los tributos, los cuales se transportaban por medio de tamemes o cargadores que llevaban los productos que los calpixques o recaudadores habían recolectado en los pueblos, cabeceras o provincias. Entre los productos de tributo se encontraban la miel, las pieles y los plumajes. La provincia de Cihuatlán era la que comprendía la mayor parte del actual territorio de la Sierra de Guerrero (Sala de exhibición, “Las provincias tributarias al momento del contacto” 2018).

Los encomenderos obtuvieron beneficio propio mediante la mano de obra indígena y la recaudación de riqueza. Entonces la Corona fue disminuyendo sus ganancias por concepto de tributaciones y en 1538 decidió desaparecer las encomiendas y en su lugar puso en marcha a las alcaldías como un nuevo método para controlar la riqueza de sus territorios (Sala de exhibición: “Dominio español. 1538. Alcaldías mayores: Nuevas formas de administración política y económica” 2018).

En la segunda parte del siglo XVIII hubo modificaciones en la tenencia de la tierra en la Sierra. La corona admitió los derechos de antigüedad en los territorios de las comunidades indígenas de Santiago Tlacotepec, Coronillas y Tepetixtla. Para finales de aquel siglo XVIII se creó el latifundio más extenso de que se tiene registro en la Sierra de Guerrero, se llamaba Sierra Anáhuac, cuyo propietario era Ignacio Calvo Celis Rábago, quien se adjudicó toda aquella tierra que no fuese de comunidades en el centro-occidente (Álvarez 2003, 181).

Fuentes de Consulta:

Álvarez, Tomás Bustamante. La tragedia de los bosques de Guerrero. Historia ambiental y las políticas forestales . México: Ediciones Fontamara, Instituto de Estudios Parlamentarios Eduardo Neri, Universidad Autónoma de Guerrero , 2003.

Calvo, Raúl Vélez. «Etnohistoria .» En Historia General de Guerrero. Volúmen 1. Época Prehispánica. Arqueología-Etnohistoria., de Guadalupe Martínez Donjuán, Aarón Arboleida Castro y Raúl Vélez Calvo Elizabet Jiménez García, 143-479. INAH-Gobierno del Estado de Guerrero, 1998.

Campos, Moisés Ochoa. Historia del Estado de Guerrero. México: Ediciones diario de Guerrero-Congreso del Estado de Guerrero, 2012.

Elizabeth Jiménez García, Guadalupe Martínez Donjuán, Aarón Arboleida Castro y Raúl Vélez Calvo, Coords. Historia General de Guerrero. Volumen 1. Arqueología-Etnohistoria. INAH-Gobierno del estado de Guerrero, 1998.

Galindo, Víctor Cardona. «“Los cuitlatecos (Primera parte)”.» El Sur, 11 de enero de 2016.

Guzmán, Rafael Rubí Alarcón y Edgar Pavía. Historia General de Guerrero. Volumen II. El dominio español. Era de los Habsburgo-Era de los Borbón. INAH-Gobierno del Estado de Guerrero, 2008.

Hendrich, Peter. Por tierras ignotas. Viajes y observaciones en la región del Río Balsas. Tomo II. México: Editorial cultura, 1946.

Núñez, Tomás Bustamante Álvarez y Antonio Cervantes. Plan Estratégico de desarrollo de la Sierra de Guerrero. México: Universidad Autónoma de Guerrero, Secretaría de la Reforma Agraria, 2005.

Pineda, Mario García. Historia de las divisiones territoriales del Estado de Guerrero . Chilpancingo de los Bravo, Guerrero, México: Talleres gráficos del Sur, 2002.

«Sala de exhibición, “Las provincias tributarias al momento del contacto”.» Chilpancingo de los Bravo, Guerrero, México.: Museo Regional de Guerrero. Instituto Nacional de Antropología e Historia. , 9 de enero de 2018.

«Sala de exhibición: “Dominio español. 1538. Alcaldías mayores: Nuevas formas de administración política y económica”.» Chilpancingo de los Bravo, Guerrero, México: Museo Regional de Guerrero. Instituto Nacional de Antropología e Historia. , 9 de enero de 2018.

Secretaría de Educación Pública, MonogMéxico: Gobierno del estado de Guerrero. Monografía estatal de Guerrero. México: Gobierno del Estado de Guerrero, 1997.




domingo, 6 de octubre de 2019

Colibrí Coqueta de Atoyac o cresta corta


Bosque Nuboso A.C. Segunda parte.


Bosque Nuboso A.C. implementó en 2010 un Taller Participativo de Servicios Ambientales en los Ejidos de El Molote y El Paraíso.
También trabajaron para preservar el colibrí Coqueta cresta corta en varios ejidos de la Sierra de Atoyac de Álvarez, Guerrero, entre ellos El Paraíso, El Molote y San Francisco del Tibor (Nueva Delhi). Esta especie de Colibrí es parecida a una especie que existe en Costa Rica; localmente se conoce como chupamirto.
La Norma Oficial Mexicana 059 la considera como especie “en peligro de extinción”. El paso que seguiría y es lo que “no queremos que suceda” es el de especie extinta en el medio silvestre.
En 2010 también trabajaron en un programa que busca preservar el bosque no sólo por sus riquezas maderables, sino también porque bajo la sombra de las arboledas existen los manantiales, ojos de agua y arroyos que forman microcuencas y cuencas cuyas aguas desembocan finalmente al Océano Pacífico.
Mediante este programa se ejecutan diversas acciones como son la prevención de incendios, haciendo guardarrayas y acciones para combatir al fuego cuando el comienzo de este no se alcanzó a impedir.  En el ejido El Paraíso, este programa se implementará por tercera ocasión.
En la primera imagen se observa a un ejemplar de macho de la especie de colibrí cresta corta o “coqueta de Atoyac”. Fue captada en el ejido El Paraíso, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero.
Me fue proporcionada por Mario Alberto Morlet Valdez y es consultable también en el siguiente enlace https://www.facebook.com/beto.morlet/posts/10213638361302312
En la segunda  imagen se observa a ejidatarios de La Pintada, haciendo guardarraya en 2012.
La imagen me fue proporcionada por Mario Alberto Morlet Valdez
En la tercera imagen se observa al Biólogo Mario Alberto Morlet Valdez, impartiendo un Taller con estudiantes de Preparatoria en El Edén, escuela que hoy día depende de la Preparatoria número 45, de El Paraíso. En esta ocasión se capacitó para preservar el Colibrí cresta corta o “Coqueta de Atoyac”.  La imagen me fue proporcionada por Mario Alberto Morlet Valdez y es consultable en https://www.facebook.com/photo.php?fbid=3587888784853&set=a.3587887504821&type=3&theater