Velorios pueblerinos.
(Segunda parte)
Esteban
Hernández Ortiz
Ya para el amanecer, cuando los gallos cantaban como si un
reloj indicara que ya eran las cinco de la mañana, permanecían pocas personas
en la velación.
Un grupo ranchero con un integrante que casi imitaba al mismo
Ramón Ayala y los Bravos del Norte dio un giro al ambiente de duelo y empezó
con la canción “un puño de tierra” y muchos de los presentes se llenaron más de
nostalgia cuando la pieza llegó a la estrofa que dice:
Lo que pasó
en este mundo
Nomás los
recuerdo quedan
Ya muerto
voy a llevarme,
Nomás un
puño de tierra.
La mayoría
de los caballeros pedían otra copa de mezcal, algunos lo preferían reposado en
nanche, otros con jumiles, y otros tantos más pedían mezcal con damiana.
La gente colaboraba en preparar el café y té de hojas de
naranja; otros con hacha en mano rajaban leña para las fogatas en que se
prepararían los alimentos que se ofrecerían a los acompañantes a manera de comida,
antes de llevar el ataúd con los restos de don Natalio a la Santa Misa.
Como haciendo un intermedio, el grupo de guitarras y acordeón
cantó canciones de los tigres del norte como “un día a la vez” y “último adiós”.
Ya en el trayecto de la iglesia hacia el panteón, nada más
entre los hijos y nietos de don Natalio podían turnarse el féretro para
cargarlo, pero no faltaban los amigos más cercanos que se acomedían a cargar el
ataúd. Durante el recorrido hasta llegar al panteón se escucharon canciones de
amores y de desamores. Empezaron con la canción “tragos amargos”, le siguieron:
“un rinconcito en el cielo”, “idos de la mente”, “que me lleve el diablo” y “dos
hojas sin rumbo”, entre muchas más.
Ya en el panteón se empezaron a escuchar melodías como “te
vas Ángel mío”, “seis pies abajo”. También se escuchó “cruz de madera”, y a más
de uno se le rodaron las lágrimas cuando los músicos empezaron con la estrofa
que dice:
Una cruz de
madera de la más corriente
Esto es lo
que pido cuando yo me muera
Yo no quiero
lujos ni mesas de adobes
No quiero
una caja que valga millones
Lo único que
quiero es que canten canciones
Que se haga
una gran fiesta la muerte de un pobre…
“Cruz de olvido” y “Acá entre Nos”, esas canciones que se
escuchan bastante bien en voz de don Vicente Fernández, también se oyeron
aquella tarde del sepelio de don Natalio, y el sonido de los instrumentos
musicales, además de la voz de los músicos, se entremezclaban con el placentero
sonido de los pinos. Para entonces ya se empezaba a echar la tierra sobre el ataúd de don Natalio y al final uno de los hijos tomó la palabra agradeciendo la presencia y el apoyo de toda la gente que les había acompañado para decir un "hasta pronto" a don Natalio y dejarlo en su última morada.
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