Mario Mejía Catalán: Un
agricultor apasionado en El Paraíso.
Esteban Hernández Ortiz.
Mario Mejía Catalán comenta que
cerca de la mojonera de Tepetixtla alzados -la cual marca una colindancia entre
el ejido El Paraíso y las tierras de Tepetixtla- él se encontró en una ocasión
un hacha de piedra tallada y bien fabricada que sin duda alguna fue una
herramienta fabricada por los pueblos prehispánicos que vivieron por la zona.
Mario Mejía también comenta que
un amigo suyo, de nombre Constantino, encontró una figura de hombre en las
mismas tierras y que cómo su amigo es de un pueblo autóctono de la región de La
Montaña de Guerrero, le hacía rituales a la figura que se encontró.
Dice Mario Mejía que otro de sus
amigos encontró unos granos de cristal muy preciosos por el punto conocido como
“las papas”, cerca del Puerto del Gallo, en lo más alto de la sierra de
Guerrero.
Mario Mejía recuerda los tiempos
de la época de oro del café, cuando su papá, el señor Margarito Mejía los
despertaba a las cinco de la mañana para que se fueran al corte de café. Dice
que en los patios de La Finquita, con rumbo a La Pintada llegaban a despulpar
hasta 350 latas de café cereza, pues cuando el café se despulpaba y se lavaba
duraba un periodo máximo de seis días asoleándose y ya quedaba listo para
encostalarse y venderse. El tiempo de secado dilataba más cuando el café se extendía en los asoleaderos sin
haberse despulpado y lavado-lo que se conoce como café capulín-
Dice también que en la huerta que
su papá tenía en La Pintada llegaron a cosechar mucho café en una extensión de
casi veinte hectáreas.
Con agrado nos platica cuando en
épocas que no eran de cosechas de café, su papá también los levantaba a las cinco
de la mañana para ir de El Paraíso a La Finquita para ordeñar las vacas que
hubiesen parido recientemente. “Así teníamos requesón, quesos y leche con qué
alimentarnos, pero además teníamos que estar aquí en la casa ya de regreso a
las siete y media, para poder entrar a las ocho de la mañana a clases con el
profesor Salvador Morlet Mejía y su esposa, la profesora María Isabel Andrew
León”. También agrega: “Yo pensaba que mi papá no nos quería porque nos raspaba
mucho a trabajar, pero hoy sé que mi padre nos inculcó con buena fe el gusto
por el trabajo y vivo muy agradecido con él”.
Actualmente Mario Mejía Catalán
sigue cultivando el café, pero alterna sus actividades diarias con los cultivos
de maíz, plátano, naranja y mamey; también se dedica a la crianza de vacas.
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