Fotografía que tomé en julio de 2015, encontrándome en algún punto en El Naranjo, en las cercanías de El Paraíso, Guerrero. La foto se enfoca hacia las tierras de cultivo de El Puente del Rey, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero. Tengo algunas fotos de Los Piloncillos, pero no las encuentro en este momento en que subo esta entrada de mi blog.
Doña Irma Román Calderón: Un ejemplo
del esfuerzo de las mujeres en Guerrero.
Esteban
Hernández Ortiz.
Doña
Irma Román Calderón nació el 22 de enero de 1937 en Apaxtla de Castrejón,
Guerrero; en el norte de este sureño estado de la república mexicana. Su mamá, la señora Rosalía Calderón Álvarez
nació también en Apaxtla, Guerrero, y su papá, el señor Timoteo Román Cruz nació
en Tlanipatlán, municipio de Teloloapan, Guerrero. Apaxtla y Teloloapan son municipios vecinos.
Cuando
doña Irma tenía doce años de edad continúo sus estudios de secundaria el
internado Hipólito Reyes, en Huamantla, Tlaxcala. Ya después, con 21 años de edad,
gracias a una solicitud que dirigió al gobernador del estado, ella llegó a
trabajar como profesora en la escuela primaria Hermenegildo Galeana, en Tecpan
de Galeana, región Costa Grande de Guerrero. Cuenta doña Irma que algunos de
sus hermanos trabajaban en los Estados Unidos y que ellos no querían que ella
estuviera tan alejada de su casa paterna, entonces, ellos le mandaron un poco
de dinero para que ella mejor vendiera ropa.
Habla
doña Irma Román Calderón:
Mi tío Zeferino Calderón
Álvarez, hermano de mi mamá, vivía en Los Piloncillos, municipio de Atoyac de
Álvarez, Guerrero, y un día yo llegué a ese pueblo sierreño, siguiendo a mi tío
padre.
Me comunicaba a casa de
mis padres por medio de cartas que se enviaban en Correos de México.
En Los piloncillos nos
conocimos con mi esposo, Emiliano Lucena Adame. En ese pueblo también di
clases, aunque ya no era oficial mi trabajo, como lo fue en Tecpan. Algunas de
mis alumnas, a quienes enseñé a leer y a escribir fueron: Belén Álvarez, Carmen
Álvarez y Macrina Castro. Entre los varones a quienes enseñé sus primeras
letras estaban Silvestre y Cutberto Calderón. Fueron clases particulares, pues
yo no estaba registrada como profesora por parte del gobierno, y a las niñas y
a las niñas no les dieron un certificado de primaria, pero sí aprendieron a
leer y a escribir.
Años después llegó a
esta sierra el Consejo Nacional del Fomento Educativo y me dispuse a dar clases
en Las Palmas, ya ves que ahí vivimos por muchos años con mi esposo y mis hijas
e hijos. Ahí les di clases a mis nietos Abigail y Fernando, y hoy me da mucho
gusto que se hayan superado.
Mi padre era un hombre
muy trabajador. Cebaba 60 puercos y vendía 12 reses por año, cuando yo era
niña. Las doce reses las llevaba a Toluca y con ese dinero compraba ropa para
mí y para mis hermanos; para él y para mi madre. Tambien compraba ropa para
vender y así tener otra entrada de dinero en la casa.
Con el dinero de los
puercos, mi papá atendía sus labores en el campo. Me acuerdo que eran seis
yuntas que andaban vuelta y vuelta trabajando en las tierras de mi padre. Se
cosechaban hasta 170 cargas de maíz y son cien litros de maíz por cada carga (La
unidad de medición que se conoce como un litro de maíz equivale a cuatro
kilos). Se llama Gallán al trabajador
que sostiene el arado, el mesero es el que destapa la milpa y le pone tierra
para que esta se desarrolle bien y produzca unas mazorcas bien grandes.
Siempre teníamos unas
vacas y bastantes gallinas que hacían que nuestra casa y su patio se vieran
hermosos. Las gallinas cacaraqueaban cada vez que ponían un huevo, alegrando
nuestro rancho. Hubo un tiempo en que cada semana levantábamos hasta 500 huevos
y hacíamos doce quesos de cincho.
Mi papá murió de 44 años
de edad, pero fue muy responsable, nunca nos dejó solos, ni a mi madre ni a ninguno
de los once hijos que tuvieron. Gracias a su trabajo pudo dar estudio a varios
hermanos, tengo un hermano que es Contador Público, otro es Licenciado y uno
más es Doctor.
Hasta
aquí las palabras de doña Irma. La entrevisté el día domingo, 11 de agosto de
2019, en casa de mis padres, en El Paraíso, municipio de Atoyac de Álvarez,
Guerrero. Platicamos de las 16: 50 a las 17: 20 horas en el día y lugar
mencionados. Cuando finalizábamos la conversación ya se veía que llegaría una
fuerte lluvia. Entonces doña Irma se despidió rápidamente, yo le agradecí la
confianza y ella me contestó: “Con mucho gusto, Esteban, no te preocupes, si
esto te sirve para tu tesis, adelante”. Yo nunca imaginé que doña Irma tuviera
alguna referencia de lo que es una tesis y me quedé sorprendido por sus
palabras, además de la admiración que me causa su historia tan digna y honorable.
Yo viví mi infancia y mi adolescencia en casa de mis padres, a unas cuantas
casas de donde vive doña Irma. Tenía ya mucho tiempo a que estaba con la idea
de platicar con ella respecto a estos historiales, y ese día se concretó tan
excelente plática.
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