La
Sierra de Guerrero: A 527 años de la invasión europea.
Esteban Hernández Ortiz.
Petrograbados en La Pintada, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero. Archivo personal.
Ayer se cumplieron 527 años a que el genovés
Cristobal Colón llegó a tierras que para entonces eran desconocidas por los
europeos. Él decía haber llegado a las Indias y por ello comenzó a llamarse
indios a los hombres y mujeres de los pueblos originarios de la actual América.
En estos pueblos había grandes poetas como Netzahualcóyotl o los hombres
anónimos que escribieron el Popol Vuh, bajo cuya concepción la especie humana
proviene del maíz. Había grandes arquitectos o constructores, basta ver
las pirámides del sol y de la luna, o las construcciones de Monte Albán y
Palenque; También Machu Pichu en el Perú. En la Sierra de Guerrero existen petrograbados que dan prueba de la
presencia prehispánica.
Años después fue Américo Vespucio quien
declaró que estas tierras no eran las Indias y entonces en su honor se llamó
América a nuestro continente. En lo personal soy partidario de que en lugar del
despectivo y discriminatorio concepto de “indígena” deben usarse conceptos como
“pueblos originarios”, “pueblos autóctonos” o “pueblos nativos”, ellos son los primigenios
dueños del Continente. Ya tenían diversas cosmovisiones o formas de entender la
vida y la naturaleza, los astros y los cantos de las aves.
La historia de México no está desasociada del
devenir de los pueblos originarios. En el caso de la Sierra de Guerrero hubo
distintos pueblos prehispánicos.
Fue hasta el año 2000 cuando el legislador
mexicano estableció en su artículo segundo que México es un país pluricultural.
Los siguientes párrafos forman parte de mi
tesis de Maestría en Humanidades.
1.3
Perspectiva histórica de la población serrana.
a) Población prehispánica.
Cuando
los conquistadores europeos llegaron a la Sierra ya existían en estos lugares
habitantes de cuyos orígenes no tenemos precisión. La arqueología ha dado
cuenta de distintos hallazgos de piezas de cerámica en Huerta Vieja, Corral de
Piedra y Yeztla (sic) (Elizabeth Jiménez García 1998, 86). La historia
precolonial y la etnología, también dan cuenta de la existencia de diversas
culturas que vivieron en la Sierra; por la parte centro occidente, se
establecieron los cuitlatecas, purhépechas, chumbias, tolimecas, tlacotepecas,
tepetixtlecas y otros grupos menores influenciados por los nahuas; por la parte
centro oriente, hubo yopes, mixtecos, tlapanecos, zapotecas y amuzgos (Calvo 1998, 143-479). De estos grupos no
todos sobrevivieron a los tiempos de la colonización, solamente aquellos que se
aferraron más a la tierra permanecieron en sus comunidades, hecho que, según
Peter Hendrich, explica su sobrevivencia cultural también, como es el caso de
grupos cuitlatecos de Ajuchitlán y de San Miguel Totolapan (Hendrich
1946, 15).
Los
cuitlatecos ocuparon San Miguel Totolapan y Ajuchitlán; su centro político fue
Mexcaltepec y dominaron Atoyac y Tecpan. Extraían el cobre, además de oro; las
mujeres usaban enaguas y huipiles. Su gobierno se ejercía mediante un consejo
de principales. Tratándose de guerra utilizaban arcos, flechas, macanas y
escudos. Por cuanto a religión, adoraban al “Señor de la lengua áspera”. Tenían
un calendario, mediante el cual se determinaba el nombre de la niña o del niño,
recién nacidos, pues en su calendario se fijaba un nombre a cada día del año.
Desde que la niña o el niño nacían, se les elegía consorte y al llegar a la
mayoría de edad, se les matrimoniaba. Dentro de sus reglas de conducta se
castigaba severamente al adulterio y al robo. Sus muertos eran sepultados
sentados en un hoyo circular y se les colocaba comida, mantas y objetos
diversos.
Por
su parte, los tepuztecos poblaron Tlacotepec, pero al igual que los
cuitlatecas, ingresaron por Zacatula, extendiéndose por Costa Grande, y
subiendo hacia la Sierra Madre, desde Atoyac y Coyuca de Benítez. También
bajaron hacia el Balsas. Al idioma de los tepuztecos se le conoce como tlacotepehua. Los dos pueblos
prehispánicos cultivaban la tierra, y obtenían piedrecillas de oro, las cuales
eran arrastradas por las corrientes de los ríos que bajan de la Sierra Madre (Campos 2012,
25-26).
Los
tepuztecos aprovechaban el ocote, que son rajas de pino, para alumbrarse
durante las noches; también aprovechaban la trementina y el alquitrán, que
escurre a los pinos y otros árboles. En cada pueblo tenían un jefe, al cual
entregaban tributos con mantas. También tuvieron huertas de cacao y se
dedicaban a la pesca. Rendían culto al dios Andut y castigaban la embriaguez,
el robo y el adulterio. Los pantecas, chumbías y tolimecas son de mayor
antigüedad que los cuitlatecas y los
tepuztecos (Campos 2012, 27).
Era el año 400 de nuestra era cuando
los purépechas llegaron a la rivera norte del Balsas, frente a la Sierra de
Guerrero. Pronto comenzaron a someter a su mando a los pueblos de la zona. (Secretaría de Educación Pública 1997, 70) Para
el siglo XI llegaron a la Sierra nuevos grupos invasores que venían por el
rumbo de Michoacán, eran los nahuas y se anclaron en Zacatula, Atoyac y
Tlacotepec (Secretaría de Educación Pública
1997, 31).
En la siguiente gráfica
pretendo ilustrar respecto a las invasiones o sojuzgamientos que ha habido en
la Sierra de Guerrero partiendo de épocas prehispánicas hasta llegar a la
invasión española.
En el lapso del período colonial, los
diversos grupos sociales de la Sierra sufrieron enormes modificaciones
socioculturales y varios grupos perecieron ante el fuerte impacto de las
encomiendas, los repartimientos, las congregaciones, las enfermedades del
colonizador, las exageradas tributaciones y las jornadas excesivas de trabajo.
La Sierra del siglo XVII prácticamente
se despobló. Fueron escasos los núcleos indígenas que sobrevivieron al proceso
de colonización, entre ellos los pueblos de Tlacotepec, Coronillas, Tepetixtla
y diversos barrios aledaños, en la parte centro-occidente. Al norte, fue el
caso de los cuitlatecas, de quienes Peter Hendrich habla -a mediados del siglo
XX-, de los últimos vestigios de esa cultura (Hendrich 1946, 15).
Por su parte, el cronista de
Atoyac de Álvarez, Guerrero, Víctor Cardona Galindo, menciona que según el
diario de Patricio Pino y Solís, hasta 1911 había en Atoyac familias que se
comunicaban en lengua cuitlateca (Galindo 2016).
La
Sierra, por los recursos que posee, ha estado en la mira de buscadores de
riquezas en diferentes épocas: primero, de mineros; después, de ganaderos
(chiveros), y recientemente, de madereros y de narcotraficantes. Siempre ha
sido explotada (Núñez 2005, 24).
La
Corona española otorgaba encomiendas
a sus oficiales como una forma de reconocimiento a sus servicios. Las
encomiendas consistían en el depósito tanto de tierras como de indios en manos
del beneficiado; así se concedía el derecho de explotar las tierras, recibir
las tributaciones y explotar el trabajo de los nativos en formas excesivas (Pineda 2002, 15).
Con
base a la Memoria de la Cuarta Reunión Sobre Problemas Antropológicos relativos
al occidente de México, la cual se realizó en 1946, puedo decir que en la
Sierra Madre se exploraron algunas zonas de Jaleaca, Santa Bárbara, Pueblo
Viejo I y Pueblo Viejo II, encontrándose montículos bajos, petroglifos y
pequeñas construcciones de piedra y cerámica de tipo arcaico (Campos 2012,
46).
Isidro
Moreno Casasola conquistó a los pueblos de la provincia de Citlaltomahua en la
Sierra de Tlacotepec (Campos 2012, 62). Desde 1522, Cortés
estableció el sistema de las encomiendas, instruyendo a los nativos hacia el
catolicismo y explotando las tierras, aunque el fin principal no era el
usufructo de las tierras, sino la implementación de tributos. Con la encomienda
no se transmitía la propiedad de la tierra, pero era un medio para sojuzgar a
los indios, a la que se despojaba, sometiéndole a la servidumbre y al pago de
tributos descomunales. Durante la Colonia la Sierra estuvo repartida en grandes
encomiendas.
Mediante
las “ordenanzas” Cortés declaraba la forma en que los encomenderos podrían
servirse y explotar a los nativos; a la par se implementó la Merced Real, que
era la transmisión de la posesión de la tierra, basándose en las Bulas
Alejandrinas que dictó el papa Alejandro VI en 1493 (Campos 2012,
64-65).
Tlacotepec
se encomendó a Alonso de la Serna y Gaspar de Garnica en 1559, y pagaban 1, 012
pesos de Oro, maíz y gallinas. Chichihualco se asignó al encomendero Francisco
Rodríguez Magariño. La mina de Oro de Topila (cerca de Tlacotepec) fue
explotada por Juan de Manzanillo (Campos 2012, 68-70).
Aun
cuando se han encontrado vestigios arqueológicos, no se trata de una zona muy
densamente poblada por personas, pues careció de asentamientos humanos
relevantes. Una vez que llegaron los invasores, Hernán Cortés mandó comisiones
de dos o tres españoles, quienes eran guiados por un nativo para localizar
sitios donde hubiese oro. Sus emisarios se internaron en la Sierra y llegaron a
la Costa, para luego regresar ante su señoría y decirle que “en un pueblo que
se dice Zacatula, los caciques de aquella provincia llevaron muchos indios a
los ríos con una bateas chica, y con ellas lavaban la tierra y cogían el oro” (Guzmán 2008, 16). Sin embargo, las
aspiraciones de explotar los yacimientos minerales se fueron relegando debido a
las dificultades que tiene la topografía serrana, pues los caminos eran muy
escasos y se hallaban en mal estado.
La presencia de la iglesia
fue como jurisdicción eclesiástica, pero en sí, la Sierra no estuvo densamente
poblada.
Muchos
apellidos que hoy existen en la sierra son de origen español: Cortez, Catalán,
Vélez, Martínez, Hernández, Pinzón, Sánchez, Barragán, Chávez y Adame, entre
otros. Esta influencia hispánica se refleja en la región.
Aproximadamente
cada ochenta días se entregaban los tributos, los cuales se transportaban por
medio de tamemes o cargadores que llevaban los productos que los calpixques o
recaudadores habían recolectado en los pueblos, cabeceras o provincias. Entre
los productos de tributo se encontraban la miel, las pieles y los plumajes. La
provincia de Cihuatlán era la que comprendía la mayor parte del actual
territorio de la Sierra de Guerrero (Sala de exhibición, “Las
provincias tributarias al momento del contacto” 2018).
Los
encomenderos obtuvieron beneficio propio mediante la mano de obra indígena y la
recaudación de riqueza. Entonces la Corona fue disminuyendo sus ganancias por
concepto de tributaciones y en 1538 decidió desaparecer las encomiendas y en su
lugar puso en marcha a las alcaldías como un nuevo método para controlar la
riqueza de sus territorios (Sala de exhibición: “Dominio
español. 1538. Alcaldías mayores: Nuevas formas de administración política y
económica” 2018).
En
la segunda parte del siglo XVIII hubo modificaciones en la tenencia de la
tierra en la Sierra. La corona admitió los derechos de antigüedad en los territorios
de las comunidades indígenas de Santiago Tlacotepec, Coronillas y Tepetixtla.
Para finales de aquel siglo XVIII se creó el latifundio más extenso de que se
tiene registro en la Sierra de Guerrero, se llamaba Sierra Anáhuac, cuyo
propietario era Ignacio Calvo Celis Rábago, quien se adjudicó toda aquella
tierra que no fuese de comunidades en el centro-occidente (Álvarez 2003,
181).
Fuentes
de Consulta:
Álvarez, Tomás Bustamante. La tragedia de los
bosques de Guerrero. Historia ambiental y las políticas forestales .
México: Ediciones Fontamara, Instituto de Estudios Parlamentarios Eduardo Neri,
Universidad Autónoma de Guerrero , 2003.
Calvo, Raúl Vélez. «Etnohistoria .» En Historia
General de Guerrero. Volúmen 1. Época Prehispánica. Arqueología-Etnohistoria.,
de Guadalupe Martínez Donjuán, Aarón Arboleida Castro y Raúl Vélez Calvo
Elizabet Jiménez García, 143-479. INAH-Gobierno del Estado de Guerrero, 1998.
Campos, Moisés Ochoa. Historia del Estado de
Guerrero. México: Ediciones diario de Guerrero-Congreso del Estado de
Guerrero, 2012.
Elizabeth Jiménez García, Guadalupe Martínez Donjuán,
Aarón Arboleida Castro y Raúl Vélez Calvo, Coords. Historia General de
Guerrero. Volumen 1. Arqueología-Etnohistoria. INAH-Gobierno del estado de
Guerrero, 1998.
Galindo, Víctor Cardona. «“Los cuitlatecos (Primera
parte)”.» El Sur, 11 de enero de 2016.
Guzmán, Rafael Rubí Alarcón y Edgar Pavía. Historia
General de Guerrero. Volumen II. El dominio español. Era de los Habsburgo-Era
de los Borbón. INAH-Gobierno del Estado de Guerrero, 2008.
Hendrich, Peter. Por tierras ignotas. Viajes y
observaciones en la región del Río Balsas. Tomo II. México: Editorial
cultura, 1946.
Núñez, Tomás Bustamante Álvarez y Antonio Cervantes. Plan
Estratégico de desarrollo de la Sierra de Guerrero. México: Universidad
Autónoma de Guerrero, Secretaría de la Reforma Agraria, 2005.
Pineda, Mario García. Historia de las divisiones
territoriales del Estado de Guerrero . Chilpancingo de los Bravo, Guerrero,
México: Talleres gráficos del Sur, 2002.
«Sala de exhibición, “Las provincias tributarias al
momento del contacto”.» Chilpancingo de los Bravo, Guerrero, México.: Museo
Regional de Guerrero. Instituto Nacional de Antropología e Historia. , 9 de
enero de 2018.
«Sala de exhibición: “Dominio español. 1538. Alcaldías
mayores: Nuevas formas de administración política y económica”.» Chilpancingo
de los Bravo, Guerrero, México: Museo Regional de Guerrero. Instituto Nacional
de Antropología e Historia. , 9 de enero de 2018.
Secretaría de Educación Pública, MonogMéxico: Gobierno
del estado de Guerrero. Monografía estatal de Guerrero. México: Gobierno
del Estado de Guerrero, 1997.
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