El siguiente texto es parte del segundo libro de mi autoría, titulado "El buscador de hongos. Reflexiones desde la Sierra de Guerrero".
De sol a sol.
Entre el Tlacatepec y el cerro de las
tres tetas (en la Sierra de Guerrero, en los límites de las municipalidades de
Heliodoro Castillo y Atoyac de Álvarez, Guerrero) se asoma una gigantesca
luminaria, que se levanta lentamente sobre las arboledas. Al fondo se muestra
un cuerpo circular que irradia luz de color parecido al fuego. Ayer observé ese
mismo círculo resplandeciente ocultarse lentamente al poniente, como si de los
últimos cerros ubicados en esa dirección se dirigiera a toda prisa para
descansar por sus labores de este día en las lejanas aguas del océano pacífico.
Muchos de mis congéneres le llaman
“el astro rey” y sus luces incesantes e inacabables alumbran a todos los
planetas, según la cercanía o lejanía en que esos cuerpos celestes se
encuentren del Sol.
Desde hace varios siglos, cuando la
ciencia fue emergiendo, se empezó a decir a la humanidad que la Tierra gira
alrededor del sol, sumando 365 días para darle una vuelta completa y que en
tanto transcurren esa anualidad, la misma Tierra va girando en su propio eje,
durando 24 horas. De este segundo movimiento, es que mientras en Tijuana son la
ocho de la mañana, en Acapulco, el Distrito Federal y demás, son la diez antes
del mediodía, al tiempo que en Madrid son las cinco de la tarde y en Tokio es
un poco más tarde.
¿Alguien puso las horas así porque sí
o es que estamos obligados a acatar las leyes del movimiento del Sol? El ni en
cuenta, pero nosotros lo necesitamos vitalmente empezando por ese proceso
químico-biológico llamado fotosíntesis, el cual permite a los vegetales
desarrollar su ciclo de vida; así las cosas esta mañana podremos tomar un jugo
de zanahoria, un café o ingerir otros alimentos para iniciar el día. Por
cierto, hay que cuidar que no pasen las primeras horas sin que nuestro
organismo reciba sus primeros refuerzos con alimentos, pues dicen los Galenos
que podríamos recibir severos daños.
Por tales y tales razones yo observé
ayer, cuando eran las 19:50 horas, ocultarse al sol con cierto grado de
rapidez, como si se escondiera en las aguas oceánicas, en tanto que esta mañana
otra vez nos visita haciendo su arribo por el lado oriente.
Copérnico y Galileo Galilei pensaron
que el sol no se mueve y que era la tierra la que andaba vuelta y vuelta, como
guiñándole el ojo, ante sus fulminantes rayos, pero había una institución que
erigió un tribunal sanguinario, dizque para que los desobedientes entendieran.
Ese tribunal se llamó santa inquisición y mandó traer un día al ideático
Galilei, le rezó la cartilla y le pidió que no anduviera moviendo el tapete,
diciendo que la tierra se movía. Galileo dio unos pasos hacia afuera de aquel
tribunal y mirando al cielo dijo: “y sin embargo se mueve”.
Mi maestro
de matemáticas en la Secundaria, Salvador Bahena Gómez, nativo de Tierra
Caliente, un día compuso una poesía que decía: “pobre, pobre campesino/que de
sol a sol trabaja/ y cuando bien le va/ solo gana para su caja.
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