Bienvenidas todas las personas que visiten a este blog, el cual difunde información histórica, económica, cultural y social de la Sierra de Guerrero. También se incluyen textos literarios que ayudan a promover a esta maravillosa parte del mundo que la creación nos dio. Los datos cualitativos y cuantitativos que se ofrezcan serán de acuerdo al alcance de nuestras investigaciones. Reciban un fuerte y caluroso abrazo sierreño. Fraternalmente: Esteban Hernández Ortiz.

sábado, 6 de febrero de 2016

El toca discos de doña coba.

El tocadiscos de dona coba.
Esteban Hernández Ortiz.

Doña Jacoba Prudenciano De la O, más conocida como “doña coba” acostumbraba dormirse a las diez de la noche, sin pasar ni un minuto más. Ya su organismo estaba como programado con el paso de los años, para acostarse a apachurrar la oreja a esa hora. Sufría cuando apareció eso de los horarios de verano y horarios de invierno. Doña coba decía que esos inventos a ella nada más la trastornaban y que prefería seguir su rutina diaria con el horario que desde niña había conocido. Se negaba a cambiar su reloj, aunque por la radio escuchaba los anuncios. Muchas mujeres le decían a doña coba que ellas no podían hacer lo mismo porque en la escuela no dejaban entrar a los niños una hora después o no había quien los recibiera una hora antes.

Había veces que doña coba podía escuchar aún en lo más profundo de su dormir el cantar de los gallos. Ella aseguraba que los gallos cantaban a las doce de la noche, a las dos de la mañana, a las cuatro de la mañana y a las seis, ya casi amaneciendo.

Los nietos de doña coba llevaban de la ciudad música de los grandes artistas mexicanos para que su abuelita complaciera a la gente del pueblo. Los chavos trataban de que su abue aprendiera a usar una pequeña pieza llamada USB, repleta de música que hacía que cuando uno se diera cuenta, ya estaban escurriendo las de cocodrilo por todo el rostro.

Ese día, como todos los demás, había encendido su toca discos cuando los gallos cantaban en su habitual horario de las seis de la mañana y empezó a dedicar las mañanitas a don Petronilo y a Sofía, la hija de “doña Chella”, pues era sus cumpleaños. La gente acostumbraba ir un día antes por la tarde para pagar los 50 pesos a doña coba, a cambio de sus servicios por dedicar las mañanitas a los cumpleañeros desde poco antes de que aparecieran los destellos de los rayos del astro rey en el Oriente.

Ya iban a ser las siete de la mañana cuando doña Coba puso en su aparato la canción de “ingratos ojos míos”, en voz de doña Lucha Villa. Aquella era una pieza musical que empezó a sonar por doquier en la segunda mitad de los años 1960. Luego sonó perfectamente en las bocinas del sistema de sonido de doña coba la canción “te traigo estas flores”, esa canción que apareció a principios de la década de los setentas del siglo XX. Para finalizar esa tanda de canciones de doña Lucha Villa, a doña coba le dio poner “golpe traidor”.

En un intervalo, doña coba anunció a todos que el comisario municipal los esperaría en el paraje conocido como “miramar”, pues las fuertes lluvias habían destrozado la tubería que abastecía del líquido vital a toda la comunidad. Todos deberían llevar herramientas como son picos, palas, machetes y barretillas.

Luego siguieron canciones y más canciones de doña Mercedes Castro, como “carta jugada”, hasta que Don Chencho vivía muy cerca de doña Coba y de plano optó por ir a pedirle a su vecina que por favor ya le parara porque sentía que de seguir escuchando esa música ese día no iría a trabajar en su milpa, pues ya estaba la canción “se me fue mi amor” de doña Irma Serrano y el bastimento ya estaba casi listo para él, dos de sus hijos y tres de sus nietos. A doña Irma Serrano se le conocía como “La tigresa” y otros daban en decir que era la más bravía de México.

Ante la petición de don Chencho, doña Coba dijo que sí, que ya apagaría su sonido, nomás que la dejara disfrutar “dos gotas de agua” y “la lámpara” de otra cantante conocida como “Chelo”.

Había una señora que sufría mucho porque hace ya casi diez años que no veía, ni hablaba con su hijo, quien se encontraba recluido en la cárcel de la capital del Estado y aquel día pidió a doña coba que por favor la complaciera con “canción de un preso”.

Aquel día fue a casa de doña coba, un nativo profesor cuarentón que trabajaba en Chilpancingo y pidió de favor que le complacieran con la canción “el fandango aquí” de doña Eugenia León.


Después de semejante rato de nostalgia, doña Coba dejó de despertar a los que todavía estaban dormidos, casi a las ocho de la mañana. 

viernes, 5 de febrero de 2016

Chiveros en la Sierra de Guerrero. Extracto del ensayo "La Sierra de Guerrero", el cual lo elaboré en febrero de 2015.

b)   Chiveros en la Sierra de Guerrero.

Chiveros es una pequeña comunidad del municipio de Petatlán con tan sólo seis habitantes, ubicada a 745 metros sobre el nivel del mar.

Transcurría el siglo XIX cuando la ganadería caprina alcanzó sus mayores albores en tierras del actual municipio de Tlacotepec. Al parecer un grupo de familias venidas del Estado de México se empezó a dedicar de lleno a la cría de cabras. Por la abundancia de pastizales en la zona, los rebaños eran trasladados frecuentemente de un paraje a otro, les llamaban “haciendas votantes”. Los rebaños listos para comerciarse eran enviados a distintas partes del país, sobre todo a Puebla, donde esperaban a “los chiveros de Guerrero”. Se dice que hoy día todavía prevalece esta cultura en la ciudad poblana de Tehuacán. Al salir de Tlacotepec se dirigían hacía Filo de Caballos[1],  luego a Chilpancingo, de ahí a Chilapa y a Tlapa para finalmente internarse en territorio poblano[2].

El siglo XIX fue el auge del ganado caprino en los campos de Tlacotepec[3]. Se cree que fueron unas familias que migraron del Estado de México hacia Tlacotepec las que se dedicaron de lleno al rebaño de cabras. No tenían un sitio fijo e iban en busca de pastizales para que los chivos pudieran alimentarse, por ello se les llamó “haciendas volantes”. Víctor Araujo de San Miguel Totolapan subió a YouTube el corrido de “los chiveros” y el grupo musical “Los amantes de la Sierra” interpreta el corrido “El Chivero de Guerrero”.




[1] Filo de Caballos es una población perteneciente a la municipalidad de Leonardo Bravo, con cabecera en Chichihualco, Guerrero. Es punto de intersección carretero para continuar hacia Tlacotepec, si uno viaja de Casa Verde hacia la sierra. Para ir a Yextla también tienes que pasar por “Filo”, como le llaman los lugareños.

[3] Fue el día 24 de noviembre de 1947 cuando el Gobernador del Estado, General Baltazar R. Leyva firmó el decreto que daba el nombre de General Helidoro Castillo a la municipalidad, como un reconocimiento al arrojo del representante de zapatismo en la región.

Textos en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Guerrero.





jueves, 4 de febrero de 2016

Pasajes de la vida.

Pasajes de la vida
Esteban Hernández Ortiz.

Los tres años de secundaria fui a concursar en “académicas”; en primero, en Ciencias Naturales y los eventos fueron en Hacienda de Cabañas. En segundo, los eventos fueron en Atoyac, Secundaria Técnica 107, fui en Ciencias Sociales y en poesía coral, yo era solista y me tocaba presentar a la escuela ante el público y el jurado; para el tercer año, fui en Ciencias Sociales y en poesía coral, igual yo presentaba a la poesía de la escuela ante el jurado y el público, fue en Petatlán.

Hacíamos de varios relajos. En Atoyac, nos llevaron a dormir al “Rancho el coyote”; allí tiramos los zapatos de los profes, cuando ya era de noche. En Petatlán usamos las pinturas abusivamente; el profe Miguel Ángel, organizador de la Poesía Coral, había conseguido escasamente la pintura o crema que nos aplicamos en el rostro y nosotros lo hicimos adrede. Recuerdo que él se enojó mucho, pero al final participamos.

Años después, estando en El Paraíso, exactamente el tres de febrero de 1993, estaban las votaciones para gobernador del Estado, recuerdo que mi profe Miguel Ángel se acercó a mí y me dijo: “¿por qué dejaste de estudiar?, tú llevabas vientos para la política”. Ahora siempre que lo encuentro él me saluda con cariño y con respeto, yo también y quisiera disculparme con él por los corajes que le hice pasar, siendo su alumno. Ahora, mi profe es director de una secundaria técnica en Arenal del Centro, Municipio de Benito Juárez (San Jerónimo).

Cuando yo terminé mis estudios de secundaria, decía que quería estudiar en una ciudad, pero mis padres no tenían el recurso para ello, de modo que ingresé a una escuela de agronomía llamada “Centro de Estudios Técnicos”, dependiente del Colegio Superior Agropecuario del Estado de Guerrero. Cursé el primer año más o menos, con algunas reprobadas, pero donde perdí el pie totalmente fue en tercer semestre, reprobé todas las materias a excepción de Educación Física. El motivo principal: mi adicción al alcohol.

Un día estaba tirado en el pasto, a eso de las ocho de la mañana, cuando sentí pasos hacía mí, era el profe Melitón, me cuestionó mi “vicio”, dentro de lo que cabe. Otro día, mi profe Emilio Bueno Jaques me pregunto: ¿Y Usted por qué bebe tanto?, yo le dije que “no más por que sí”. Recuerdo que él ingeniero Emilio –mi profe- trató de orientarme, me contó anécdotas de su juventud y adolescencia, me dijo que él jugaba mucho el basquetbol y que su papá le decía que en vez de comprarle unos tenis “súper faro”, le compraría unos “súper fierro”, pues seguido se acababa sus tenis en la cancha. También me platicó que por un tiempo, él se dedicó a beber, pero nunca se alejó de la escuela. Yo seguí mi carrera alcohólica, y deserté de la escuela. Recuerdo que cuando fui a retirar mis documentos, me sentí deprimido, pero continúe mis borracheras.

Fue hasta el mes de Agosto de 1995, cuando entré a la escuela preparatoria abierta en Atoyac. Mi amigo Fortunato Hernández Carbajal me invitó a estudiar, yo vivía en El Paraíso y ya había nacido mi hija Laura. Terminé mi prepa y le dije a mi profe Fortunato que yo quería estudiar una carrera, pero que me faltaban recursos; él me sugirió entrar a la casa del estudiante “2 de Octubre de 1968” en Acapulco y así lo hice.

La primera vez que conocí Chilpancingo, viajamos desde El Paraíso, en una camioneta tipo Pick- Up, propiedad de don Juvencio, un señor que era mecánico y carpintero a la vez; muy amigo de don Efraín Lucena y trabajó en la apertura de la carretera hacia Toro Muerto. Viajamos en la parte de atrás yo y mi padre. Era el mes de febrero de 1993 entonces yo tenía 18 años.

Cuando yo conocí Acapulco tendría unos diez años de edad, allá por 1984. Me acuerdo que me trajo mi abuela materna y llegó el autobús a la Avenida Cuauhtémoc, donde hasta la vez permanece la terminal de autobuses. Ese mismo día por la noche, mi tío Guadalupe, el hermano de mi madre me llevó a ver la lucha libre a la arena coliseo del puerto de Acapulco y a otro día subimos al teleférico que cruzaba por el aire del parque papagayo. Recuerdos buenos de la infancia y de la adolescencia y otros no muy buenos. Dicen que todo lo malo tiene algo bueno. 

"La Sonora Dinamita", anoche en la alameda "Coronel José María Bernal", de Zumpango del Río, Guerrero.


La Sonora Dinamita, anoche en la alameda de Zumpango del Río, Guerrero.