LA
LUNA PARECE UN QUESO
ESTEBAN HERNÁNDEZ ORTIZ
Junto a la escuela secundaria comunitaria de Los
piloncillos, en la Sierra de Atoyac de Álvarez, Guerrero, está un callejón y de
ahí hacia abajo hay que disponerse a andar hasta llegar al río que baja de El
Plan de Las Delicias y Los Arrayanes, aunque ya en su cauce por estos caminos
trae el agua de la barranca de El Faisanal.
A casi dos años de distancia están presentes las
marcas de las torrenciales aguas por Manuel e Ingrid, el pedregal y los enormes
playones de arena están a la vista. Hago una hora y media caminando para llegar
a Arroyo Grande, un pequeño pueblo de unas 20 viviendas, que ya cuenta con
servicio de luz eléctrica y me sorprende mirar como su camino de y hacia El
Paraíso está en buenas condiciones, aunque sea de terracería.
Desde la tierra que piso la luna se ve a la mitad,
como si fuera una mitad de un pan o de un queso, ¡ah, pues por eso muchos dicen
que la luna se les figura un queso, cuando la ven redonda! Algo curioso es que
esa luna a la mitad muestra una parte del conejo, pareciera que son sus orejas
y una parte de la cola. Otro detalle que observo es que cuando la luna es llena
se mira a su conejo en ubicación hacia el oriente y ahora parece que la luna
dio un giro de noventa grados partiendo del oriente hacia el norte.
Transcurrían algunos minutos después de las ocho de
la tarde-noche cuando el sol se ocultaba ya en el poniente; sus rayos parecían
lanzar fulminantes destellos sobre las nubes y parecía que el cielo ardía en
llamas. Luego empieza a oscurecerse y los gorriones vuelan lento casi a ras de
suelo, se les distingue el color blanco en la punta de sus alas a la vez que
lanzan sus propios sonidos cánticos. Los gorriones vuelan como si estuvieran
lesionados, pero no están heridos, sólo que así deambulan y se desplazan cuando
está oscuro, sea al amanecer o al anochecer.
También hay muchas estrellitas que se miran a los
lados de la carretera, son las luciérnagas que embellecen el momento, como si una
enorme serie de luces navideñas estuviese encendida y extendida a los costados
de esta carretera. Ya hay cansancio en mi caminar, pues he recorrido a pie un
poco más de seis horas consecutivas, cuando dan las ocho y media de la noche.
La media luna se deja ver en las alturas y también
los luceros. Yo me pregunto: ¿Qué acaso los luceros no se llevan con el sol y pueden
aparecer los luceros sólo hasta que el astro rey se oculta?, ¿O es que los
luceros siempre están en su lugar, pero la luz solar no permite que nosotros
los veamos, sino hasta que el sol se va? Esta y otras breves dudillas me surgen
esta noche. Luego miro como tres luceros están en perfecta alineación apuntando
hacia la media luna y delante de esta hay cantidad de luceros más dando forma a
un rombo, que a la vez parece una cruz; el lucero que sería como el pie de la
cruz, es al mismo tiempo un punto de intersección de un medio círculo de
luceros.
Ya casi entraba yo a El Paraíso cuando sería por la
fatiga o por el hambre, o por las dos cosas a la vez, pero yo decidí dejar de lanzarme
interrogantes para mí y pensé en que las incógnitas que esta noche me venían a
la mente eran tan difíciles de resolver como aquella cuestión de si “la gallina
fue primero que el huevo o si el huevo fue primera que la gallina”. Tremenda
interrogante no la ha podido resolver el hombre desde que empezó a hacer uso de
razón y comenzó a preguntarse el porqué de las cosas. ¿Cómo iba a poder desatar
tremendas lides éste prójimo?
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