Las hojas de los cuadernos que usan nuestros hijos, las hojas que se usan en la oficina, el papel en que se imprime el periódico que diariamente circula en las pequeñas, medianas y grandes ciudades se obtiene de los residuos maderables de los árboles. El pino, el cedro, el roble, el ayacahuite, entre otros son especies de árboles que refrescan las montañas y con su existencia contribuyen a la producción de oxígeno y agua en los lugares más recónditos.
Nuestra sociedad utiliza varios refranes alusivos al árbol. He aquí alguno de ellos: “el que a buen árbol se arrima, buena sombra le acobija”, “de tal palo, tal astilla”, “árbol que crece torcido, jamás su tronco endereza”, “del árbol caído, todos quieren hacer leña”.
Hace varias semanas, luego de que diéramos lectura en este programa de televisión a un pequeño ensayo sobre los toros, un amigo que radica en San Jerónimo, me obsequió un libro que tiene por título “Toro Muerto”, el cual hace referencia a un pueblo situado en plena Sierra Madre del Sur, en la serranía que se conoce con el nombre del Filo Mayor y que pertenece al municipio de San Miguel Totolapan. Los pueblos que siguen, yendo por la carretera Atoyac-Paraíso-Toro Muerto son Linda Vista y Coronilla para finalmente llegar a San Miguel Totolapan, en la región de la Tierra Caliente.
El libro “Toro Muerto” refiere al porqué del nombre de la comunidad y menciona que hace unos noventa años, cuando los calentanos venían a estos lugares de la Costa, atravesando lo espeso de las montañas guerrerenses, en ocasiones les alcanzaba la noche en un paraje donde encontraron el esqueleto de un toro muerto. Lo mismo sucedía con los costeños que viajaban hacia la Tierra Caliente. Los caminantes podían saber que el esqueleto pertenecía a un toro al mirar su cornamenta. Entonces empezaron a decir: “Me quedé a dormir donde está el toro muerto”. El libro tiene una serie fotográfica que deja maravillado al lector, pero una de las cosas más interesantes que este lector y escribano encontró fue una reflexión sobre el cuidado de nuestros bosques.
Sin árboles no habrá vivienda para muchas especies de animales. Cada vez que se derriban árboles hay menos hogares para los insectos como las hermosas mariposas; las aves, desde los colibríes, palomas, tucanes y hasta las águilas también tienen menos espacio donde vivir. Lo mismo pasa con los felinos como los jaguares y pumas.
Ojalá que las dependencias de gobierno, sea federal o estatal, busquen un mejor cuidado de nuestros bosques, pues en Atoyac, casi a diario pueden mirarse como de la Sierra bajan varios camiones con madera de pino sin que la población conozca de algún programa de reforestación que se aplique eficientemente. Pasan varias décadas para que los árboles puedan ser explotados en forma racional y nuestros órganos de gobierno no deben incurrir en el descuido o peor aún, en la confabulación para una explotación inadecuada de los árboles.
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