La región sierra es una delimitación geográfica que abarca áreas serranas de las actuales municipalidades de las regiones de Tierra Caliente, Costa Grande y Zona Centro. Aunque esas demarcaciones serranas no constituyan hoy por hoy unos nuevos municipios, vale decirse que existen comunidades que podrían pasar a ser nuevos municipios: Yextla, Linda Vista, Jaleaca de Catalán, Vallecitos de Zaragoza, Coronilla, Filo de Caballos, El Paraíso, entre algunas poblaciones más.
A este respecto, algunos “sierreños”, como culturalmente han dado en identificarse, han manifestado que constituirse en una nueva región les da identidad propia, pues no son “ni calentanos”, “ni costeños”. Dicen pertenecer a una región que prehispánicamente fue habitado por los pantecas y por los cuitlatecas , entre otros pueblos de la historia regional.
La región tiene sus propios modismos, se usan términos como los siguientes: Vale, uta que rrebido, ora que tanto o anda puchi.
Cuando alguien se viste de lo mejor para ir a una fiesta, se dice que va bien gallo. Los pueblos suelen llevar nombres alusivos a la naturaleza: El Frío, La Primavera, El Iris o Las Margaritas. También hay pueblos con nombres de instrumentos como: El Tambor o La Guitarra. No faltan algunas comunidades con nombres celestiales como El Edén o El Paraíso.
Ramiro Reyna, oriundo de Toro Muerto, Municipio de San Miguel Totolapan, Guerrero, publicó el libro “Toro Muerto: Paraíso desconocido”. Ahí refiere que el proyecto ferroviario porfirista planeaba “atravesar” la sierra desplazándose desde El Balsas, sierra arriba y pasar por Toro Muerto, donde habría una estación que se llamaría “Estación Toro Muerto”, para luego descender y llegar hasta la Costa, tal vez a Zihuatanejo. El proyecto no llegó a tal meta, pero los habitantes de la sierra bajaban sus manadas de puercos hasta donde llegó el tren en El Balsas, para comerciarlos en la capital del país. También vivieron por muchos años, con relativa felicidad, en el pastoreo de chivos, de donde se ganaron el mote de “chiveros”.
El café llegó a la sierra de Atoyac ya bien entrado el siglo XX, algunos investigadores aseguran que fue Claudio Blanco, quien en su finca el gamito, sembró las primeras plantas traídas de Michoacán; otros dicen que don Gabino Pino trajo de Chiapas los primeros cafetos y que los sembró en La Siberia, cerca de El Paraíso. Ese grano aromático produjo para que muchos jóvenes de esas épocas estudiaran en la ciudad; también se construyeron viviendas, hubo parrandas y fiestas, pero hoy la cafeticultura agoniza víctima de la pandemia de la roya.
Ahora hay pueblos que fabrican mezcal de buena calidad, que incluso llegan a exportarlo, como también sucedió con el café. Las peras de Puentecillas, municipio de Leonardo Bravo son deliciosas; también se dan los tejocotes, la manzana, flor de anthurium, flor de alcatraz, higos, papas, aguacate, entre otros más, pero hace falta inversión pública y privada para detonar el progreso de los pueblos.
El desarrollo del sistema capitalista sólo ha engendrado diabetes, obesidad; también adicción a la coca cola, la pizza, la hamburguesa y ya pocos comen amaranto, ese cereal o conjunto de cereales preferido por los aztecas. También se están perdiendo las variedades de maíz criollo, ya poco se come la tortilla de maíz morado y nuestros campos están inundados de maíz transgénico, dizque produce más.
Hay basura por doquier, en las barrancas y a las orillas de los caminos; también existen tiraderos de basura a cielo abierto y las 24 horas del día se estás quemando las voluminosas cantidades de desechos –otros basureros escurren sobre las aguas de los mantos-. Los camiones siguen viéndose en la ciudad cargados de maderas que no cultivaron los empresarios que las comercian y el suelo se sigue degradando. Ya poco llueve o llueve atípicamente. Nadie hace nada. Ni los gobiernos, ni nosotros. Olvidamos que este mundo no sólo es nuestro, es también el hábitat de otros poco más de 7 mil 200 millones de hermanos y hermanas que también tienen derecho a habitar este globo globalizado por las ambiciones comerciales y otras rapantes obsesiones políticas.
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