ECOCIDIO DEL SIGLO XXI.
PARTE PRIMERA.
ESTEBAN HERNÁNDEZ ORTIZ.
En el extenso arco temporal que transcurre entre el
descubrimiento de la agricultura y la ganadería, pasando por la invención del
trueque hasta llegar a los comienzos del siglo XXI, la especie humana ha usado
en forma irracional y discriminatoria los recursos proveídos por la Madre
Naturaleza.
Al transcurso de esta segunda década del siglo XXI
los valores humanos están devaluados y los recursos naturales son explotados
bajo la práctica mercantilista en la que todo tiende a ser vendido o comprado.
El agua, las maderas, los minerales y otros recursos están marcados por un
signo de precio en las distintas monedas, sean estas yenes, libras esterlinas,
dólares, euros, pesos, soles u otras. Hay que cuidar más a ese conjunto de
saberes a los que en 1970 el biólogo Herns Häkel definió como el estudio de las
relaciones
entre un ser vivo y su entorno, bajo el concepto de “Ecología”.
El deterioro ambiental aumenta bajo el augurio de
la modernidad. Los ríos son depósitos de enormes volúmenes de plásticos que
tardarán décadas en degradarse. Diariamente se tira basura cibernética que
ocasiona grandes daños al ambiente y las baterías tardan muchos años
contaminando. Sin embargo, los mayores índices de contaminación son ocasionados
por la industrias, nacionales y trasnacionales. A guisa de ejemplo ténganse en
cuenta los derrames de combustibles por embarcaciones que han encallado,
perjudicando a los arrecifes y su amplio mundo de vida marina. El sábado, 31 de
enero de 2015 el diario La Jornada informaba que en las Islas ecuatorianas de
Galápagos había encallado el barco “Floreana”, el cuál derramaba sustancias
tóxicas al mar. “Floreana” se hundió parcialmente en la bahía de la capital de
la isla San Cristóbal, a unos mil kilómetros de la costa ecuatoriana. Otro caso
parecido ocurrió a finales de enero de 2012, cuando el crucero Costa Concordia
encalló en las costas italianas. El uno de febrero de aquel año diversos medios
informaban que una capa delgada de combustible de la nave marítima se esparcía
a raíz del oleaje que la golpeaba. Aquella embarcación cargaba aproximadamente
con 2,400 toneladas de combustible pesado y otros contaminantes.
Las empresas trasnacionales contaminan con sus
productos agroquímicos, dañando al suelo, los mantos acuíferos y la vida del
reino animal y con ello, nuestro alimento. Así se vive un proceso de
enajenación, mediante el cual el campesinado ha dejado de utilizar técnicas de
cultivos tradicionales, sustituyéndolas por multitud de agroquímicos, como son
herbicidas, fertilizantes y pesticidas. Falta impulsar más la aplicación del
abono orgánico y fomentar los tianguis campesinos. Es necesario promover más la
separación de residuos entre orgánicos e inorgánicos en las escuelas y
edificios gubernamentales y en casa debe hacerse la composta.
En muchos hogares no se prueba la comida si aún no
se encuentra al centro de la mesa una botella de coca-cola, cuando en el patio
de cada casa puede haber un árbol frutal, que nos permita disfrutar de un agua
nutritiva. Nuestros pueblos viven una neocolonización bajo la enajenación que
el sistema genera para tener el control de nuestra conducta y pensamientos.
Debe amarse al campo, se comete el error de decir a
la niñez que estudie para que cuando sea adulta, no vuelva al campo. El campo
produce los alimentos que consume el catedrático, el empresario, el
investigador y el operador de naves marítimas y aéreas, el trabajador no manual
y otros asalariados.
El agua ha dejado de ser un bien al alcance de todos, ahora este bien se vende
a altos precios mediante la industria de agua embotellada a costa de
prácticamente disecar los mantos acuáticos. Se usa para la agricultura y la
ganadería industrializadas y voluminosas cantidades de aguas contaminadas
drenan por los mantos freáticos. Fue hasta 2010 cuando tardíamente la ONU
emitió una resolución diciendo “el derecho al agua potable y el saneamiento es
un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida y de todos los
derechos humanos”.
A las riberas de los ríos Éufrates, Nilo, Tigris,
Amazonas y otros; se asentaron comunidades. También se observa esta tendencia a
lo largo del Río Balsas, en Guerrero, donde habitan pueblos dedicados a la
orfebrería, cestería y otras artesanías. La misión principal de los pueblos de
la antigüedad y de los más recientes ha sido aprovechar el agua para el riego
de sus cultivos, basándose en la visión que ellos han tenido del cosmos.
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