ESTEBAN HERNÁNDEZ ORTIZ.
Hoy se cumplen 524 años a que nuestro continente fue encontrado por la expedición de Colón. Así Europa se adjudicaba el haber hallado un nuevo fragmento del planeta, ese cuerpo celeste que por algún tiempo se encontraba íntegro en un gran Continente llamado Pangea.
La escritura de las obras Popol Vuh, Chilam Balam de Chumayel y los textos de Netzahualcóyotl, entre otras, impregnaron la gnoseología o conocimiento de nuestros pueblos prehispánicos al preguntarse respecto al origen de lo que rodeaba a la especia humana de sus tiempos. Estas grandes construcciones literarias, los conocimientos astronómicos y la arquitectura puesta a prueba en las pirámides y en los abundantes templos, dada la multitud de cultos marcados por el politeísmo, expresan la riqueza de los pueblos originarios.
El Oro, la Plata y otros metales preciosos fueron explotados tan pronto como se inició la colonización, pero una vez que los pueblos americanos se emanciparon la influencia y el saqueo europeos permanecía en América. Según refiere Eduardo Galeano, de cerca de 21 millones de Libras Esterlinas que Inglaterra prestó a las recién liberadas naciones americanas entre 1822 y 1826, sólo llegaron 7 millones a este continente, lo demás fueron intereses y moratorias.
Luego vino la era de la recolonización mediante planes que atentan contra la libre determinación de las naciones, como sucedió con las operaciones del Plan Cóndor durante los años sesenta y setenta del siglo XX. Este plan arrojó saldos de miles de torturados, desaparecidos y asesinados en países del Cono Sur como Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia; aunque en menor medida, este plan también operó en Perú, Venezuela, Ecuador y Colombia. Las operaciones fueron una coordinación de acciones entre los gobiernos dictatoriales de esos países, bajo la asesoría de Estados Unidos. Centroamérica no escapa de la invasión de Estados Unidos. La película “voces inocentes” ilustra la intromisión de los Estados Unidos en El Salvador, país en el que el ejército prohibió la canción “las casas de cartón”.
La guerra se sigue influenciando por la ambición de poderío, dominio y explotación de recursos como el petróleo, las minas, los bosques y próximamente por el agua, pues como lo dijo el militar nacido en el reino alemán de Prusia, Karl von Clausewitz, “la guerra no es otra cosa que una prolongación de la política”.
Bajo las políticas generadas por el eurocentrismo y el estadounicentrismo entrar a la modernidad es construir presas, destruir manglares como los de Tajamar, Cancún y otorgar concesiones a las empresas mineras para que contaminen los ríos, el aire y los suelos sin que las comunidades reciban beneficios para salud, educación, caminos y sin que reciban el impulso de actividades agropecuarias en pro de la soberanía alimentaria. Hoy, México importa más productos alimenticios que antes de que se suscribiera el Tratado del Libre Comercio con América del Norte, pues la promesa salinista de que México “entraría a la modernidad” ha resultado una falacia.
En la mayor parte de Nuestra América se ha expandido el uso de la comida rápida que en su amplio menú ofrece hog dots, hamburguesas, pizza, pollo Kentucky, coca-cola, sabritas, nescafé, sopas instantáneas, jugos con colorantes y saborizantes artificiales y salsas capsut, entre otros. Todos los alimentos deben ser rápidos porque la humanidad del siglo XXI no tiene tiempo para sí misma. Tampoco se destina una media hora diaria para realizar ejercicio y oxigenar mejor nuestro cerebro, lo cual nos permita pensar y repensar lo que ocurre en nuestro entorno.
En la América de hoy se vive presa del dominio científico que mediante las llamadas redes sociales nos ocupa la mayor parte del tiempo, de forma tal que hasta en el momento de la comida, cada miembro de la familia está en la mesa moviendo los dedos en el celular y muchos accidentes automovilísticos ocurren por que la persona conductora va ocupada con su teléfono. Esto es la modernidad.
Mediante la enajenación a la que nos ha sometido el capitalismo se comete la barbaridad de llamar exclusivamente “americanos” a los productos fabricados en Estados Unidos, sean ropa, calzado o enseres domésticos, también vehículos. No se diga a los ciudadanos estadunidenses, como si los parias no fuéramos americanos.
Beatriz Garza Cuarón dice para que no se extingan las lenguas indígenas en el siglo XXI habría que emprender cuatro acciones básicas: Construir una educación escolar efectiva en lenguas amerindias, pues la educación bilingüe de un reducido número de textos en algunas lenguas indígenas no alcanza ni la calidad ni la cantidad de la educación monolingüe en el resto del país; utilizar las lenguas en los medios de comunicación -el Ejército Zapatista de Liberación Nacional pugna por una estación de televisión y una radio-difusora en lenguas nativas-; fomentar la comunicación escrita en lenguas de los pueblos originarios, y abrir los sistemas electorales para que los pueblos amerindios logren representación legal en los parlamentos y en los poderes ejecutivos de los tres niveles de gobierno.
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