UN
HASTA PRONTO A MI ABUELO GUADALUPE ORTIZ LUVIANO
ESTEBAN
HERNÁNDEZ ORTIZ.
El
13 de diciembre de 1932 nació mi abuelo materno Guadalupe Ortiz Luviano en la
comunidad de Los Capires, municipio de Cutzamala de Pinzón, en la Tierra
Caliente de Guerrero. Sus padres fueron María de Jesús Luviano Gómez y el señor
Primitivo Ortiz Martínez. Mi abuelo llegó a El Puente del Rey el día dos de
enero de 1950, según me relató él mismo un día en su domicilio.
En
1947 llegó a El Puente del Rey el señor Julián Valdez, originario del mismo
poblado en que nació mi abuelo. De ahí que a don Julián Valdez se le empezó a
conocer como “El Capire”. También llegó un tocayo de mi abuelo, de nombre José Guadalupe
García, procedente de aquella región calentana.
Mi
abuelo salió de su pueblo natal el 24 de diciembre de 1949 y pasó la noche
buena en Poliutla, de la municipalidad de Arcelia, Guerrero. Continuó su
caminar y la velada del año nuevo la pasó en Campo Morado, Municipio de
Heliodoro Castillo (Tlacotepec), Guerrero.
Mi
abuelo (a quien nunca le dije “abuelito”) regresó en marzo de 1950 a su comunidad
de origen y ese mismo año se trasladaron a vivir a El Puente del Rey mis
bisabuelos Primitivo Ortiz Martínez y su esposa María de Jesús Luviano Gómez,
además de mi tío abuelo Braulio Ortiz Luviano y su esposa Sofía Gómez. Mi tío
abuelo Braulio es el hijo primogénito de mis bisabuelos.
Ya
en Puente del Rey nacieron los hermanos Ángela, Jacinto y Yolanda de apellidos
Ortiz Luviano. Otro hermano de mi abuelo se llamó Gonzalo, quien falleció hace
varios años y fue sepultado en Acapulco.
Uno
más de mis tíos abuelos se llama Virginio, él cosechaba bastante café en “El
Encanto”, un punto cercano a la comunidad de Los Piloncillos, en la sierra de
Atoyac. Mi tío apoyó en la creación de la cooperativa de La Pintada. Las otras
hermanas de mi abuelo son Hilda y María Eleazar.
Una
de mis tías abuelas se llama Macrina y desde hace varias décadas vive en
Centroamérica. Un sobrino de mi abuelo realizó sus estudios de Licenciatura en Educación
Física en Cuba, se llama Felipe Veledíaz Ortiz.
Mi
abuelo me narró que a finales de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta
llegaron varios trabajadores de la Tierra Caliente para trabajar en la cosecha
de café y en la “chapona” de las huertas, pues aún no venían a trabajar los
jornaleros de la región de La Montaña.
También
venía gente de la Tierra Caliente a vender panocha y mezcal en castañas; otros
traían bestias mulares y caballos para vender. Con el paso de algunos años
empezó a venir gente de Otatlán, un pueblo ubicado en plena Sierra. Otros
viajeros venían de Tlacotepec hacia Atoyac y otros puntos de la Costa Grande
para llevar sal y bocadillos de coco hacia sus lugares de origen y así fue que
por aquellos años viajaba gente de la Tierra Caliente y de la Sierra hacia la
Costa Grande realizando comercio. Otros calentanos traían a vender ganado
equino como son caballos y bestias mulares, además, algunos se alquilaban para
acarrear costales de café a lomo de sus bestias, de Puente del Rey hacia la
cabecera municipal de Atoyac.
Otros
calentanos que se avecindaron en El Puente del Rey fueron los señores Antonio
Bravo y los hermanos Manuel, Leonides y Celerino Alanís.
Mi
abuelo falleció, al parecer de un infarto, cuando se encontraba en los festejos
de la Virgen de Guadalupe en El Puente del Rey el mero doce de diciembre de
este 2016. Mi tío Catalino y sus tres hijos varones hicieron el esfuerzo por
rescatarle la vida, pero fue imposible. Lo trasladaron en un vehículo que
condujo un amigo de El Paraíso, de nombre Brígido. Lo llevaron al consultorio
del Doctor Leonel Lorenzo del Valle, un buen amigo originario de San Marcos,
Guerrero, pero nuestro amigo Doctor dijo que mi abuelo ya no presentaba signos
de vida y que él nada podía ofrecer en sus servicios profesionales.
Varias
personas de El Paraíso se acercaron y dieron apoyo moral a mi madre y a mi tío Catalino,
lo mismo que a mis primos hermanos.
En
la entrada del hogar de mis abuelos maternos existe una pequeña marca sobre el
piso y dice: “1965”. En su casa, al igual que en la gran mayoría de viviendas
construidas en esa época, se colocó una especie de viga de unos dos metros y
medio de longitud, que queda sobre la puerta; en esa viga existe la abreviatura
“C.N.E.P.”, que significa Comisión Nacional de Electricidad Pública, y en
seguida está anotado el número de medidor.
Mi
abuelo fue sepultado al día siguiente de su fallecimiento en la comunidad a la
que él llegó para quedarse, El Puente del Rey, Municipio de Atoyac de Álvarez,
Guerrero. “Los Primaveros de la Sierra”, quienes viven en El Paraíso, cantaron
varias canciones, entre ellas algunas alusivas a la Tierra Caliente.
Recibí
la encomienda de dirigir un mensaje de gratitud a los presentes y cumplí con la
tarea. Mis hijos gemelos me acompañan y entre los tres nos transmitimos fuerza.
Mi
abuelo iba todos los domingos a El Paraíso, montado en su caballo, el mismo
cuaco que una noche antes de que él falleciera, relinchaba con cierta
extrañeza, según platican los vecinos. En los pueblo de esta zona fue muy
conocido mi abuelo. En su velación y sepelio estuvieron presentes personas de
Los Piloncillos, Puente de los Lugardo, San Vicente de Benítez y El Paraíso;
desde luego que también asistieron los familiares radicados en Acapulco y otros
lugares.
Me
quedo con muchos recuerdos de mi abuelo, sobre todo, el gran cariño que siempre
tuvo hacia mi padre, pues hasta en alguna ocasión llegó a expresar que a mi
papá lo quería como si fuera su hijo.
Aunque
no querramos, la vida se acaba, pero quienes se quedan tienen que seguir
viviendo con responsabilidad y compromiso.
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