El Cerro de las Tres Tetas, visto desde El Edén, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero. Fotografía que tomé el día 30 de diciembre de 2018.
Extracción
de recursos maderables en la Sierra de Guerrero.
Estos párrafos son parte de mi tesis de maestría. La imagen no forma
parte del paginado de mi tesis.
A principios del siglo XX se otorgó una concesión a
Martín Carrera, accionista de la empresa maderera Guerrero Land and Timer Co.,
por una extensión de 8, 244 hectáreas en la jurisdicción de Atoyac, mismos que
le fueron expropiados de las 157, 904 hectáreas que tenía asignadas en la
Sierra (R. R. Álvarez 1989, 34). Previo al periodo
presidencial cardenista la compañía maderera Guerrero Land and Timber Co
extendía sus dominios a los municipios de Petatlán, Tecpan de Galeana,
Ajuchitlán, Coyuca de Catalán y Chilpancingo, entre otros (Enciclopedia
de Guerrero s.f.).
Se desconocen las cifras exactas de las superficies
que tenía la empresa Guerrero Land and Timber, Co. debido a que los documentos
no citan unidades longitudinales métricas, sino linderos o colindancias que
consisten en ríos, cerros o territorios municipales. Esta empresa fue comprada
en 1912 a Manuel Carrera Sabat, quien la adquirió de manos del primer
propietario de la Sierra, Ignacio Calvo Celis Rávago, quien luego de haber
denunciado que eran tierras realengas y baldías, las obtuvo en 1796. La
denuncia fue publicada ocho días en lugares visibles de Tetela del Río. Así dos
años después de la denuncia Ignacio Calvo Celis Rávago se apropió de la Sierra
y obtuvo la posesión por parte del Conde del Valle de Orizaba. Las áreas
boscosas del norte de Tecpan y de Petatlán eran explotadas por Maderas Papanoa.
Iran And Timberg extrajo las maderas en la Sierra de Chilpancingo y la compañía
maderera Camotla, extrajo las maderas en el Municipio de Leonardo Bravo (T. B. Álvarez, “Periodo 1934-1940” 1987,
345-346).
Actualmente (2018) existe la comunidad de Torre Camotla, ubicada a diez minutos
–en vehículo- de Puerto General Nicolás Bravo (Filo de Caballos), en el
municipio de Leonardo Bravo.
Los comienzos de explotación intensiva de madera
coinciden con los cambios y dificultades que enfrentaba la cría de ganado
caprino en la Sierra. La explotación maderera aparece como una alternativa
laboral para la población criolla de la Sierra; el capital industrial encuentra
mano de obra barata para ser ocupada en los aserraderos. De esa manera las
poblaciones de pastores tuvieron otra razón para arraigarse en la Sierra, ahora
vinculada a la actividad forestal, pues el cultivo del café todavía no
repuntaba.
Entre los madereros arribaron a la Sierra
empresarios y trabajadores de los estados de México y Michoacán, muchos de
ellos se avecindaron en las comunidades que se fundaron cuando se instalaron
los aserraderos. Por varias décadas este “rejuego” se mantuvo hasta que los
bosques mermaron su potencial (T. B. Álvarez, La tragedia de los
bosques de Guerrero. Historia ambiental y las políticas forestales 2003, 186). En los lugares
donde se establecieron los aserraderos también había mecánicos y operadores de
maquinaria; así como labores de “cuneteo” y otros mantenimientos de los
caminos. Todo en aras de que las carreteras fueran aptas para extraer las
maderas.
En el extraccionismo de recursos maderables se
encontraban las compañías Silvicultora y Maderas Papanoa. Las empresas Arturo
San Román y Lambert Ralph presionaron a los gobiernos para que se abrieran
caminos en la Sierra, sobre todo en los montes de Atoyac y en los de
Chilpancingo (Arciga 2010, 73). Así se posibilitaba
la explotación de las maderas, extrayendo jugosas ganancias monetarias e
importándoles un bledo el daño ecológico. Todo bajo el argumento de la
generación de empleos y la apertura de caminos, cuando en realidad los caminos
fueron abiertos fundamentalmente para transportar las maderas, y casi no era su
propósito el comunicar a las personas que vivían en las comunidades serranas.
También hay otras especies de maderas en
las risquerías de los cerros, muy perdurables para el uso doméstico y para
“cercar” los corrales, entre ellos podemos mencionar al chipilillo, al tepehuaje y al moreno
que se usan para construir casas de “horcones”. Son árboles cuyas maderas
duran hasta cuarenta años enterrados directos a la tierra, máxime si no se
mojan. En la construcción de casas también se usa madera de pino a manera de
polines, soleras, fajillas, tablas y tablones.
El tejamanil es una menuda tableta que
se obtiene principalmente de árboles de ayacahuite, aunque en menor medida se
obtiene del oyamel, para cubrir el techo de las casas. Las tabletas de
tejamanil tienen aproximadamente unos quince centímetros de ancho por unos
cincuenta o sesenta centímetros de largo y un centímetro o medio centímetro de
grosor. Muchos acostumbran
colocar láminas de cartón sobre el tejamanil para proteger más los techos. Con
el paso de los años, el uso del tejamanil ha caído en el desuso.
Ahora bien, la riqueza de los bosques de la Sierra no sólo se encuentra
en sus árboles maderables de pino, encino, oyamel y cedro; los bosques son el
principal sitio natural de donde emanan las afluentes de agua que integran los
ríos que alimentan a las lagunas costeras, las presas de los valles de Tierra
Caliente y las tomas de abasto de ciudades como Acapulco, Chilpancingo, todas
las ciudades con mayor número de habitantes en la Costa Grande y en la Tierra
Caliente, es decir, el agua es el recurso natural del que vive la mayoría de la
población del Estado. Puede decirse que la vida de la mayoría de los
guerrerenses está vinculada a la existencia de los bosques de la Sierra, aunque
hasta ahora se ha subestimado el valor del agua y se priorizan a las maderas.
Hay que agregar que los bosques son el hábitat de muchas especies vegetales y
animales.
Han existido intentos por aprovechar socialmente a
los recursos maderables como en el ejido El Balcón, pero en general las maderas
han sido explotadas en beneficio de las grandes empresas como Silvicultora San
Román y Maderas Papanoa. Esta última explotó los bosques de la sierra de Atoyac
de Álvarez.
Fuentes de consulta:
Álvarez, Renato Ravelo Lecuona y Tomás Bustamante. Historia
General de Guerrero. Volumen IV. Revolución y reconstrucción . México:
Gobierno del Estado de Guerrero, Universidad Autónoma de Guerrero, 1989.
Álvarez, Tomás Bustamante. «“Periodo
1934-1940”.» En Historia de la cuestión agraria mexicana. Estado
de Guerrero. 1867-1940, de Renato Ravelo Lecuona, Daniel Molina
Álvarez y Tomás Bustamante Álvarez, Coords. Jaime Salazar Adame. Gobierno del
estado de Guerrero, Universidad Autónoma de Guerrero, Centro de Estudios
Históricos del agrarismo en México, 1987.
—. La tragedia de los bosques de
Guerrero. Historia ambiental y las políticas forestales . México: Ediciones
Fontamara, Instituto de Estudios Parlamentarios Eduardo Neri, Universidad
Autónoma de Guerrero , 2003.
Arciga, Esperanza Hernández.
«“Chilpancingo y la construcción de la identidad suriana”.» En Guerrero
en el contexto de las revoluciones en México, de Gil Arturo
Ferrer Vicario y Joel Iturio Alvarado, Coords. Tomas Bustamante Álvarez.
México: Fontamara, 2010.
«Enciclopedia de Guerrero.» s.f.
http://inafed.gob.mx/work/enciclopedia/EMM12guerrero/historia.html (último
acceso: 9 de noviembre de 2017).
Miller, Ma. Teresa Pavía. «“Origen y
Formación (1821-1867)”.» En Historia General de Guerrero. Volumen III.
Formación y modernización , de Ma. Teresa Pavía Miller-Jaime
Salazar Adame. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Gobierno
del Estado de Guerrero, JGH Editores, 1998.
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