Encantado, pero no entiendo ni papas.
Desorientado, me fui caminando río abajo, hasta
llegar a la cascada donde bien clarito siento como me descansa la memoria con
la brisa que se dispersa hacia los lados. Desde que éramos niños, yo y mis
cuates acostumbramos visitar a este lugar para descansar y admirar los cantos
de las aves. Aquí llegan las parvadas de jilgueros, que siendo de menudo
cuerpo, parece que El Creador les dotó de mucha fortaleza para emitir sonidos
parecidos a los que ofrecía la lira de Santa Cecilia, la mera patrona de todos
los músicos de este mundo y también patrona de los músicos, que según cuentan
los señores grandes, tocan bonita música en las cuevas de los encantos que hay
por este y otros rumbos.
En esos encantos, dicen que hay bailes y bebidas en
abundancia y que si alguien, estando afuera de ese festín, comete la mayor
locura de acercarse, puede quedarse a vivir ahí por muchos años. No son pocos
los que platican que de lograr salir con bien de semejante empresa unos y unas
podrían apoderarse de tesoros con los cuales se podría vivir en grandes
palacetes, bien recubiertos de oro y plata, con mucha servidumbre, manjares,
vinos, amén de esos lienzos de color rojo que suelen colocar a la entrada
principal de los recintos cuando un hombre o una mujer de renombre y muy notable
por el mundo, visita a alguna república o ínsula. Con todos esos placeres se
puede llegar a vivir en este mundo terrenal por los siglos de los siglos que
Dios le tenga encomendados si alguien sale bien librado al ir a jugar los
bigotes al tigre y entre a un encanto.
Volviendo a mi real realidad, le diré que en este
paradisiaco lugar, entre cascadas y el amplio repertorio de cantos de las aves,
los ruidos que se emiten no ofenden para nada al tímpano de mis oídos, pues
hasta me imagino al piano de ese artista nacido en Bonn, Alemania en 1770, que
se llamó Beethoven, de quien por cierto oí decir al maestro de la escuela, que
en 1796 empezó a perder su capacidad auditiva, perdiéndola totalmente en 1815.
Por esos años, esta patria mía comenzó su lucha de independencia. Beethoven
también componía versos y más versos, missa solemnis es una de sus más
elevadas obras, según dijo el profe.
Me pongo a considerar que yo, que tengo re bien
abiertos mis dos ojos, me ando queje y queje casi todo el tiempo, porque según
mi parecer estoy un poco desdichado en esta vida. Perdonadme Dios santo, por no
saber a veces lo que tengo.
Para no extraviarme más de mis sentidos, mejor
vuelvo a contarle a usted que estando yo sentando en una roca y contemplando el
arcoíris de tantos y tantos colores, surgió como ave del espíritu santo otra
pequeña ave, que no se llama Ave María, todavía más chiquita que el jilguero,
es de pico extenso, puede que más grande que su abdomen y su cola en una sola
pieza. Le llaman chuparrosa y se sumerge en el agua de la poza, pero así como
rápido entra al agua, así de rápido vuelve a salir, y parece que nos da un
espectáculo con sus alitas, que las mueve velozmente, mientras nos mira, como
si nos hablara dedicándonos el momento y sin pagar un cinco partido por la
mitad.
Me acuerdo ahora que hace algunos pocos años surgió
un película diciendo que cuando nosotros abandonamos este mundo -no sé si pa
encaminarnos a otro mejor o pa quedarnos aquí mismo, hechos polvo y muertos de
verdad- nuestro cuerpo empieza a deshacerse y de adentro sale el alma, pero no como
alma que lleva el diablo, si no como una parte de mi otro yo o no sé bien
como decirle, el caso es que esa alma –dice la película- tiene el peso de una
chuparrosa, aunque los que estudian le llaman colibrí. A los de la película les
entendí que cuando yo estire la pata, mi alma tendrá el peso de un
colibrí, o el de un chocolate, vaya Usted a saber si es cierto que así son las
cosas cuando se acaba este mundo pa todo aquel y pa toda aquella que le va
llegando el turno de emprender ese viaje sin retorno.
Cuenta la historia que al gran poeta
Netzahualcóyotl, estando en Texcoco en el siglo XV de nuestra era, la vida le
dio la más amarga experiencia de presenciar, escondido tras un árbol, como los
enemigos le arrancaron la vida a su progenitor sin miramiento y sin
consideración alguna. Los contadores de historias dicen que por aquellos
tiempos había pugnas constantes entre las tribus, tratando de hacer suyos a
otros territorios. Y expandir sus dominios O sea que según mi entender era algo
así como pelearse las plazas pa ampliar su poderío. Entonces, Netzahualcóyotl
todavía no era hombre maduro cuando su tata murió, o más bien, cuando lo
asesinaron, pero él creció y no sólo fue un gran líder de su pueblo, si no que
hasta compuso versos, uno decía más o menos así: “Amo el canto del cenzontle/
Pájaro de cuatrocientas voces; /Amo el color del jade/ Amo el enervante perfume
de las flores,/pero más amo a mi hermano el hombre”.
Me da por pensar que estas palabras pensadas y
dichas por Netzahualcóyotl, que en castellano quiere decir “coyote hambriento”,
deberían ser citadas por los presidentes y las presidentas, los senadores y las
senadoras, los diputados y las diputadas, porque perdóneme Usted por mi
lenguaje soez, pues la mayoría de ellos y de ellas, a veces no sabe más que
decir solo putadas y eso sí que no
está nada de bien, pues como vamos a creer que se les pague de los impuestos
nomás pa que se duerman en su asiento de ese pueblo o lugar que le llaman San
Lázaro, sin que sepan algunas buenas letras pa eso de reformar o hacer nuevas
leyes, como las que prometen bajar el precio de la luz y de las gasolinas o que
los niños mejorarán en Matemáticas y otras materias. También ha habido algunos
y algunas que estando en pleno asunto del pleno, comen palomitas como si fueran
al cine o a la lucha libre, eso sí que me da mucho coraje, no la chiflen que
es cantada.
Ahora se platica que hay una guerra encabezada por
un grupo que tiene un bonito nombre de mujer, se llama Isis; dicen que Isis fue
una Diosa muy alabada y al igual que Cleopatra, entre otras diosas, fue
bastante hermosa; tanto como Helena, curo rapto o no rapto dio pie a la Guerra
de Troya. Se sabe que a diario mueren hombres, niños y mujeres en esa zona del
planeta, donde siembran unos enervantes, pero no como los enervantes
perfumes de las flores a que se refería el poeta Netzahualcóyotl. Unos le
llaman Opio, y por acá en México, le llaman amapola. También dicen que allá, en
esas lejanísimas tierras brota el petróleo por doquier y que los de Isis lo
venden dizque pa cubrir sus gastos que día con día les genera la defensa que
hacen con su guerra. Uno de tantos buenos conocedores que han pasado por este
mundo dijo que la paz no es necesariamente la ausencia de la guerra y uno más
enunció que la guerra es la continuación de la política por otros medios.
La verdad, yo le confieso a Usted que mi cerebro no
da para más, hay puntos a donde yo he llegado y como dicen los niños, ya no
entiendo ni papas, pero Usted búsquele, quizá le encuentre bien como están
estas y otras cosas. No más le suplico que ya despuesito tenga Usted la bondad
de platicarme cuál es su punto de vista, pues ya me siento un poco atolondrado.
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