Bienvenidas todas las personas que visiten a este blog, el cual difunde información histórica, económica, cultural y social de la Sierra de Guerrero. También se incluyen textos literarios que ayudan a promover a esta maravillosa parte del mundo que la creación nos dio. Los datos cualitativos y cuantitativos que se ofrezcan serán de acuerdo al alcance de nuestras investigaciones. Reciban un fuerte y caluroso abrazo sierreño. Fraternalmente: Esteban Hernández Ortiz.

martes, 27 de agosto de 2019

Educación en la Sierra de Guerrero.




El cerro de las Tres Tetas, visto desde El Edén, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero. Fotografía que tomé el 30 de diciembre de 2018.

Educación en la Sierra de Guerrero.

Esteban Hernández Ortiz.



Los planteles de educación superior no han llegado a la Sierra. Los jóvenes deben buscar opciones en Altamirano, Coyuca de Catalán, Zihuatanejo, Tecpan, Chilpancingo o Iguala, pero dentro de este polígono no existen hasta hoy oportunidades de incursionar en estudios de licenciatura.

Entre los pocos casos de oportunidades para que la juventud serrana incursione en estudios de bachillerato, podemos mencionar el caso de El Paraíso, Municipio de Atoyac de Álvarez, donde la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro) autorizó la creación de la Preparatoria 45 en diciembre de 2014 (Guerrero 2014). Esta escuela, de nombre “Lucio Cabañas Barrientos”, tiene un “modulo” con un grupo escolar en cada uno de los tres grados en la comunidad de El Edén, perteneciente a la misma municipalidad de Atoyac de Álvarez, Guerrero. En El Paraíso también existe un módulo del Centro de Bachillerato Tecnológico Agropecuario, número 66, con sede en la población costeña de Cacalutla, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero.

En Puerto General Nicolás Bravo (Filo de Caballos), municipio de Leonardo Bravo, hay un plantel del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos del Estado de Guerrero (Cecyteg).

Hay un Colegio de Bachilleres en Tlacotepec, cabecera del municipio de General Heliodoro Castillo. Por otro lado, en el ciclo escolar 2013-2014, la Secretaría de Educación Pública creo los telebachilleratos como parte del Plan Sectorial 2013-2018 para atender a la población en edad de estudiar el bachillerato, y que viva en comunidades de menos de 2, 500 habitantes, pero que además no cuenten con planteles de este nivel educativo dentro de un radio de cinco kilómetros. Bajo los lineamientos de este Plan se crearon en 2016, 14 telebachilleratos en pueblos del municipio de General Heliodoro Castillo (17oc1). Existe un telebachillerato en Los Piloncillos y otro en La Pintada, municipio de Atoyac de Álvarez. En otras comunidades dela Sierra también han llegado los telebachilleratos, pero nuestra investigación no alcanza a recabar más datos.



Pese a estas carencias, una pequeña parte de la juventud sierreña de las nuevas generaciones ha realizado estudios profesionales y en menor medida han estudiado pos grados. Esa educación les permite tener una identidad y tener otra interpretación de lo que sucede en su entorno. Debe impulsarse la creación de algunas escuelas profesionales de acuerdo a la vocación productiva de la sierra y no carreras “forzadas” con las que la juventud que egrese muy difícilmente encuentre mercado laboral. En el rubro de la educación, la Sierra será también beneficiada si se fomenta la investigación, con docentes-investigadoras (es) o exclusivamente investigadoras (es) que aporten conocimientos respecto a esta demarcación. Esas investigaciones serían el incentivo principal para diseñar, y luego, ejecutar proyectos que beneficien a la población y a la naturaleza de la Sierra. Los tres niveles de gobierno, la iniciativa privada, organismos no gubernamentales nacionales e internacionales, podrían sumar esfuerzos con un propósito común: Sacar a la población serrana de los atrasos en que se encuentra, mediante proyectos, estrategias, planes y programas.



Fuentes de consulta:

s.f. http://guerrero.gob.mx/articulos/crece-servicio-de-telebachillerato-en-guerrero/ (último acceso: 29 de octubre de 2017).

Guerrero, Agencia Informativa. «El Consejo Universitario aprueba que la Preparatoria popular de El Paraíso se incorpore a la UAGro.» Agencia Informativa Guerrero, 17 de diciembre de 2014.







lunes, 26 de agosto de 2019

Entrevista que me realizó, en 2017, el periodista Francisco Magaña. Segunda parte.

Entrevista que me realizó el periodista Francisco magaña, en 2017,  el día en que presentamos en Atoyac, el libro de mi autoría, titulado "El Paraíso, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero". Segunda parte.

Entrevista que me realizó el periodista Francisco Magaña.


Entrevista que me realizó el periodista Francisco Magaña, el día en que presentamos en Atoyac, mi libro "El Paraíso, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero". Primera parte.

domingo, 25 de agosto de 2019

Colmenas de abejas sin aguijón.

 
Colmena de abejas sin aguijón. Su miel es muy conocida como "miel de palo", es agridulce y no espesa. Existen varias clases de estas abejas: zayola, bermeja y real, entre las mas conocidas en la Sierra de Guerrero.
Se conoce que entre los productos que desde la Sierra guerrerense se entregaban como impuestos durante la Colonia, estaba la miel, pues estas abejas son nativas de América.
En mi libro " El buscador de hongos. Reflexiones desde la Sierra de Guerrero ", se encuentran un texto referente a estas abejas.


sábado, 24 de agosto de 2019

Doña Irma Román Calderón: Un ejemplo del esfuerzo de las mujeres en Guerrero.

Fotografía que tomé en julio de 2015, encontrándome en algún punto en El Naranjo, en las cercanías de El Paraíso, Guerrero. La foto se enfoca hacia las tierras de cultivo de El Puente del Rey, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero. Tengo algunas fotos de Los Piloncillos, pero no las encuentro en este momento en que subo esta entrada de mi blog.


Doña Irma Román Calderón: Un ejemplo del esfuerzo de las mujeres en Guerrero.

Esteban Hernández Ortiz.

Doña Irma Román Calderón nació el 22 de enero de 1937 en Apaxtla de Castrejón, Guerrero; en el norte de este sureño estado de la república mexicana.  Su mamá, la señora Rosalía Calderón Álvarez nació también en Apaxtla, Guerrero, y su papá, el señor Timoteo Román Cruz nació en Tlanipatlán, municipio de Teloloapan, Guerrero.  Apaxtla y Teloloapan son municipios vecinos.

Cuando doña Irma tenía doce años de edad continúo sus estudios de secundaria el internado Hipólito Reyes, en Huamantla, Tlaxcala. Ya después, con 21 años de edad, gracias a una solicitud que dirigió al gobernador del estado, ella llegó a trabajar como profesora en la escuela primaria Hermenegildo Galeana, en Tecpan de Galeana, región Costa Grande de Guerrero. Cuenta doña Irma que algunos de sus hermanos trabajaban en los Estados Unidos y que ellos no querían que ella estuviera tan alejada de su casa paterna, entonces, ellos le mandaron un poco de dinero para que ella mejor vendiera ropa.

Habla doña Irma Román Calderón:

Mi tío Zeferino Calderón Álvarez, hermano de mi mamá, vivía en Los Piloncillos, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero, y un día yo llegué a ese pueblo sierreño, siguiendo a mi tío padre.

Me comunicaba a casa de mis padres por medio de cartas que se enviaban en Correos de México.

En Los piloncillos nos conocimos con mi esposo, Emiliano Lucena Adame. En ese pueblo también di clases, aunque ya no era oficial mi trabajo, como lo fue en Tecpan. Algunas de mis alumnas, a quienes enseñé a leer y a escribir fueron: Belén Álvarez, Carmen Álvarez y Macrina Castro. Entre los varones a quienes enseñé sus primeras letras estaban Silvestre y Cutberto Calderón. Fueron clases particulares, pues yo no estaba registrada como profesora por parte del gobierno, y a las niñas y a las niñas no les dieron un certificado de primaria, pero sí aprendieron a leer y a escribir.

Años después llegó a esta sierra el Consejo Nacional del Fomento Educativo y me dispuse a dar clases en Las Palmas, ya ves que ahí vivimos por muchos años con mi esposo y mis hijas e hijos. Ahí les di clases a mis nietos Abigail y Fernando, y hoy me da mucho gusto que se hayan superado.

Mi padre era un hombre muy trabajador. Cebaba 60 puercos y vendía 12 reses por año, cuando yo era niña. Las doce reses las llevaba a Toluca y con ese dinero compraba ropa para mí y para mis hermanos; para él y para mi madre. Tambien compraba ropa para vender y así tener otra entrada de dinero en la casa.

Con el dinero de los puercos, mi papá atendía sus labores en el campo. Me acuerdo que eran seis yuntas que andaban vuelta y vuelta trabajando en las tierras de mi padre. Se cosechaban hasta 170 cargas de maíz y son cien litros de maíz por cada carga (La unidad de medición que se conoce como un litro de maíz equivale a cuatro kilos). Se llama Gallán al trabajador que sostiene el arado, el mesero es el que destapa la milpa y le pone tierra para que esta se desarrolle bien y produzca unas mazorcas bien grandes.

Siempre teníamos unas vacas y bastantes gallinas que hacían que nuestra casa y su patio se vieran hermosos. Las gallinas cacaraqueaban cada vez que ponían un huevo, alegrando nuestro rancho. Hubo un tiempo en que cada semana levantábamos hasta 500 huevos y hacíamos doce quesos de cincho.

Mi papá murió de 44 años de edad, pero fue muy responsable, nunca nos dejó solos, ni a mi madre ni a ninguno de los once hijos que tuvieron. Gracias a su trabajo pudo dar estudio a varios hermanos, tengo un hermano que es Contador Público, otro es Licenciado y uno más es Doctor.

Hasta aquí las palabras de doña Irma. La entrevisté el día domingo, 11 de agosto de 2019, en casa de mis padres, en El Paraíso, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero. Platicamos de las 16: 50 a las 17: 20 horas en el día y lugar mencionados. Cuando finalizábamos la conversación ya se veía que llegaría una fuerte lluvia. Entonces doña Irma se despidió rápidamente, yo le agradecí la confianza y ella me contestó: “Con mucho gusto, Esteban, no te preocupes, si esto te sirve para tu tesis, adelante”. Yo nunca imaginé que doña Irma tuviera alguna referencia de lo que es una tesis y me quedé sorprendido por sus palabras, además de la admiración que me causa su historia tan digna y honorable. Yo viví mi infancia y mi adolescencia en casa de mis padres, a unas cuantas casas de donde vive doña Irma. Tenía ya mucho tiempo a que estaba con la idea de platicar con ella respecto a estos historiales, y ese día se concretó tan excelente plática.

Agua en El Edén, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero.

Los vecinos de esta maravillosa comunidad de El Edén, municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero, limpian variaz veces por año el caudal del río, retirando plásticos.

Inculcan a la niñez y a la juventud el cuidado del río. Estas imágenes las capte el 30 de diciembre de 2018.

viernes, 23 de agosto de 2019

Relatos de José González Hernández (El Paraíso, Guerrero).




De pie se encuentra mi amigo José González Hernández, haciendo unos comentarios el día en que presentamos el primer libro de mi autoría en el Museo Regional del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en Chilpancingo, Guerrero, en 2017.

Relatos de José González Hernández (El Paraíso, Guerrero).

Escrito que elaboré el 17 de agosto de 2016.


Esteban Hernández Ortiz

En una tarde lluviosa de hace unos tres meses, en la Ciudad de Chilpancingo empezamos una charla que me permitió ir tomando las notas que hoy dan pie a esta relatoría escrita.

Don José menciona el orden de nacimiento de los hijos de sus progenitores; él es el primero en nacer, luego siguen Gumaro, Domitila, Gaudencia, Eva, maría, Irma y Norma. Él nació en Las Ventanas, pero sus demás hermanos y hermanas nacieron en El Edén, algunos, y otros en El Paraíso, Municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero.

José González Hernández se graduó como Licenciado en Filosofía, es egresado de la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Guerrero.

Habla José González Hernández:

“Por ser el primogénito, yo me cargaba a mis hermanos y a mis hermanas para distraerlos, cuando eran bebés, o para darles consuelo, cuando lloraban. Tengo la fortuna de que en mi infancia no sufrí golpes ni gritos, ni ninguna clase de violencia. Mi padre fue un hombre muy educado, pese a que él perteneció a esas generaciones, en las que muchas y muchos no sabían leer ni escribir, pe tenían una educación muy bonita.

Me enfermé de la fiebre tifoidea cuando yo tenía seis años de edad, me las vi negras, pero me salvé. Me curaba la familia de don Eduardo Sotelo, doña María de Jesús, hija de don Lalo, me daba unas pastillas pequeñitas de color rojo y me compuse. A doña Chucha yo la miré en una fiesta en Río verde, ya tendrá como unos diez años a que la miré en ese pueblo (pueblo vecino de El Paraíso), yo me acerqué a ella, la saludé con mucho gusto y le di un abrazo; le recordé aquella vez en que me enferme de la tifoidea, cuando ella me curó y reímos los dos.

Cuando entré a trabajar en la tienda de don Eufemio Ocampo, en El Paraíso, yo tenía unos seis años de edad. Este trabajo de mi niñez lo desempeñé entre 1959 y 1961.

Yo pensaba que tomo mundo vivía en las carencias que se tenían en mi hogar, pero al entrar a trabajar con don Eufemio me di cuenta de que había personas que tenían la dicha de vivir en mejores condiciones que las de mi casa. Ahí yo comía frutas y la comida que me daban era mejor que la de mi casa, eso de me daba mucho gusto, porque me iba bien. Yo dormía en un petate, pero cenaba bien. En la tienda de don Eufemio se vendía pan y a mí me tocaba ir a traer el canasto de pan a casa de la señora Gabriela, “doña biela”, la mamá del maestro Simón Bello Espíritu, pues ella era buena panadera. Yo tenía que caminar con mucho cuidado y sujetar bien el canasto al pasar por un puente de madera que había, cerca de la casa de don Nicolás Pinzón.

A la tienda de don Eufemio llegaba el servicio de correo en la famosa valija, que era una especie de bolsa grande de lona, casi como las que usan los equipos de beisbol. Recuero haber visto que llegaba propaganda de la ex tinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y algunos habitantes de El Paraíso iban a recoger esos materiales, uno de esos lectores fue Samuel Adame, de quien se supo era seguidor del profesor Genaro Vázquez Rojas.

La risa: remedio infalible, era como una frase que venía inserta en aquella especie de propaganda; también venían selecciones del readis diges, temas de la vida real en distintos países del mundo.
Cuando hice mi primera comunión fue para mí una experiencia inolvidable, recuerdo que fuimos como doce niños los que comulgamos en aquella ocasión, hubo pan y chocolate, el pequeño festejo fue en la escuela primaria. Yo estaba muy feliz, hubiese querido que ese momento no se acabara.

Cuando terminé mis estudios de primaria fue mi madrina la señora Enedina Lucena, hija de don Julio Lucena, recuerdo que me regaló una playera azul y me dio mi abrazo, ella era bastante joven y como todas las mujeres jóvenes, era muy bonita mi madrina.

El profesor Salvador Morlet Mejía nos organizaba y desfilábamos con la marcha de Zacatecas, un sonido muy patriótico que nos motivaba a desfilar con firmeza y alegría, todos en orden, porque el profesor era muy disciplinado. Todo era terracería, no había ningún pedazo de calle pavimentado en esos tiempos. En esos tiempos llovía fuerte en El Paraíso, a la una o dos de la tarde ya estaba la lluvia y se quitaba hasta el anochecer. A las ocho de la noche ya estábamos por acostarnos a dormir y apagábamos la luz, que era un candil, con un mechón encendido. Llegábamos de las huertas bien mojados, con nuestros sombreritos de palma, pero nos recuperábamos del frío con un café bien caliente, pues siempre había una olla de café en el fogón o en el comal. Las lluvias desordenadas de hoy no son un producto normal de la naturaleza, es producto de la contaminación y el deterioro que el mismo hombre ha realizado.

Recuerdo que el profesor llegaba en una avioneta y sacaba un pañuelo por la ventana, todos corríamos e íbamos a verlo cuando se bajaba de la avioneta.

Yo admiraba mucho a los maestros Simón Bello y Alberto Morlet cuando jugaban basquetbol, eran muy disciplinados para ese deporte. Me acuerdo que un día le dije a mi papá: Yo quiero ser maestro cuando sea grande.

Una vez vi una carta que mi tía Belén había mandado a mi padre, ahí no sé por qué razón iba plasmado un sello que decía: Universidad de Guerrero. Yo recuerdo que entre mí dije: Yo voy a ir a estudiar allí.

Luego de que terminé mi primaria yo me vine a Chilpancingo, cuando andaba en unos 11 años de edad. En Chilpancingo ya estaba la colonia del PRI, aunque había pocas casas. Ahí vivía mi tía Belén Márquez, prima hermana de mi papá. Mi tía Belén era trabajadora de la Universidad, aunque está como tal aún no tenía ese nombre de Universidad Autónoma de Guerrero. Mi tía era comadre del doctor Pablo Sandoval Cruz.

Yo me sentía muy lejos de mi casa, pero estaba decidido a seguir estudiando.

Por esos tiempos, aquí en Chilpancingo, cuando ibas caminando por el centro te tomaban una foto con una cámara de esas épocas y te daban un papelito donde estaba anotada la dirección a donde uno podría pasar a recoger esa foto, si la quería.

Yo estudié en la Secundaria Federal A.I. Delgado. Mi tío Juan González Márquez también llegó a Chilpancingo para estudiar, él estudió en la secundaria Raymundo Abarca Alarcón. Después de terminar mis estudios de secundaria, ingresé a la preparatoria número uno, todavía no estaba la preparatoria nueve. Mi profesor Aarón M. Flores fue muy conocido en Chilpancingo. Eran dos años de preparatoria”.

Fin de la entrevista.

Don José González Hernández trabaja en la biblioteca central de la Universidad Autónoma de Guerrero, en Chilpancingo, Guerrero. Es compañero de trabajo de otro paraiseño de nombre Fernando, hijo de doña Rufina Salas.

Gracias por sus atenciones y por su paciencia.



José González Hernández nació el 19 de marzo de 1951, el mero día de San José, en un pequeño poblado que se encuentra cerca de Las Ventanas, municipio de General Heliodoro Castillo (Tlacotepec), Guerrero. Su papá fue el señor Nolberto González Márquez, nativo de Las Rosas, también de la municipalidad de General Heliodoro Castillo, y su mamá fue la señora Crescencia Hernández Marcelo, oriunda del poblado de Las Ventanas, al igual que nuestro personaje central de la historia a la que hoy dedicamos estas líneas.

       En una tarde lluviosa de hace unos tres meses, en la Ciudad de Chilpancingo empezamos una charla que me permitió ir tomando las notas que hoy dan pie a esta relatoría escrita.

Don José menciona el orden de nacimiento de los hijos de sus progenitores; él es el primero en nacer, luego siguen Gumaro, Domitila, Gaudencia, Eva, maría, Irma y Norma. Él nació en Las Ventanas, pero sus demás hermanos y hermanas nacieron en El Edén, algunos, y otros en El Paraíso, Municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero.

José González Hernández se graduó como Licenciado en Filosofía, es egresado de la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Guerrero.

Habla José González Hernández:

Por ser el primogénito, yo me cargaba a mis hermanos y a mis hermanas para distraerlos, cuando eran bebés, o para darles consuelo, cuando lloraban. Tengo la fortuna de que en mi infancia no sufrí golpes ni gritos, ni ninguna clase de violencia. Mi padre fue un hombre muy educado, pese a que él perteneció a esas generaciones, en las que muchas y muchos no sabían leer ni escribir, pe tenían una educación muy bonita.

Me enfermé de la fiebre tifoidea cuando yo tenía seis años de edad, me las vi negras, pero me salvé. Me curaba la familia de don Eduardo Sotelo, doña María de Jesús, hija de don Lalo, me daba unas pastillas pequeñitas de color rojo y me compuse. A doña Chucha yo la miré en una fiesta en Río verde, ya tendrá como unos diez años a que la miré en ese pueblo (pueblo vecino de El Paraíso), yo me acerqué a ella, la saludé con mucho gusto y le di un abrazo; le recordé aquella vez en que me enferme de la tifoidea, cuando ella me curó y reímos los dos.

Cuando entré a trabajar en la tienda de don Eufemio Ocampo, en El Paraíso, yo tenía unos seis años de edad. Este trabajo de mi niñez lo desempeñé entre 1959 y 1961.

Yo pensaba que tomo mundo vivía en las carencias que se tenían en mi hogar, pero al entrar a trabajar con don Eufemio me di cuenta de que había personas que tenían la dicha de vivir en mejores condiciones que las de mi casa. Ahí yo comía frutas y la comida que me daban era mejor que la de mi casa, eso de me daba mucho gusto, porque me iba bien. Yo dormía en un petate, pero cenaba bien. En la tienda de don Eufemio se vendía pan y a mí me tocaba ir a traer el canasto de pan a casa de la señora Gabriela, “doña biela”, la mamá del maestro Simón Bello Espíritu, pues ella era buena panadera. Yo tenía que caminar con mucho cuidado y sujetar bien el canasto al pasar por un puente de madera que había, cerca de la casa de don Nicolás Pinzón.

A la tienda de don Eufemio llegaba el servicio de correo en la famosa valija, que era una especie de bolsa grande de lona, casi como las que usan los equipos de beisbol. Recuero haber visto que llegaba propaganda de la ex tinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y algunos habitantes de El Paraíso iban a recoger esos materiales, uno de esos lectores fue Samuel Adame, de quien se supo era seguidor del profesor Genaro Vázquez Rojas.

“La risa: remedio infalible”, era como una frase que venía inserta en aquella especie de propaganda; también venían selecciones del readis diges, temas de la vida real en distintos países del mundo.
Cuando hice mi primera comunión fue para mí una experiencia inolvidable, recuerdo que fuimos como doce niños los que comulgamos en aquella ocasión, hubo pan y chocolate, el pequeño festejo fue en la escuela primaria. Yo estaba muy feliz, hubiese querido que ese momento no se acabara.

Cuando terminé mis estudios de primaria fue mi madrina la señora Enedina Lucena, hija de don Julio Lucena, recuerdo que me regaló una playera azul y me dio mi abrazo, ella era bastante joven y como todas las mujeres jóvenes, era muy bonita mi madrina.

El profesor Salvador Morlet Mejía nos organizaba y desfilábamos con la marcha de Zacatecas, un sonido muy patriótico que nos motivaba a desfilar con firmeza y alegría, todos en orden, porque el profesor era muy disciplinado. Todo era terracería, no había ningún pedazo de calle pavimentado en esos tiempos. En esos tiempos llovía fuerte en El Paraíso, a la una o dos de la tarde ya estaba la lluvia y se quitaba hasta el anochecer. A las ocho de la noche ya estábamos por acostarnos a dormir y apagábamos la luz, que era un candil, con un mechón encendido. Llegábamos de las huertas bien mojados, con nuestros sombreritos de palma, pero nos recuperábamos del frío con un café bien caliente, pues siempre había una olla de café en el fogón o en el comal. Las lluvias desordenadas de hoy no son un producto normal de la naturaleza, es producto de la contaminación y el deterioro que el mismo hombre ha realizado.

Recuerdo que el profesor llegaba en una avioneta y sacaba un pañuelo por la ventana, todos corríamos e íbamos a verlo cuando se bajaba de la avioneta.

Yo admiraba mucho a los maestros Simón Bello y Alberto Morlet cuando jugaban basquetbol, eran muy disciplinados para ese deporte. Me acuerdo que un día le dije a mi papá: Yo quiero ser maestro cuando sea grande.

Una vez vi una carta que mi tía Belén había mandado a mi padre, ahí no sé por qué razón iba plasmado un sello que decía: Universidad de Guerrero. Yo recuerdo que entre mí dije: Yo voy a ir a estudiar allí.

Luego de que terminé mi primaria yo me vine a Chilpancingo, cuando andaba en unos 11 años de edad. En Chilpancingo ya estaba la colonia del PRI, aunque había pocas casas. Ahí vivía mi tía Belén Márquez, prima hermana de mi papá. Mi tía Belén era trabajadora de la Universidad, aunque está como tal aún no tenía ese nombre de Universidad Autónoma de Guerrero. Mi tía era comadre del doctor Pablo Sandoval Cruz.

Yo me sentía muy lejos de mi casa, pero estaba decidido a seguir estudiando.

Por esos tiempos, aquí en Chilpancingo, cuando ibas caminando por el centro te tomaban una foto con una cámara de esas épocas y te daban un papelito donde estaba anotada la dirección a donde uno podría pasar a recoger esa foto, si la quería.

Yo estudié en la Secundaria Federal A.I. Delgado. Mi tío Juan González Márquez también llegó a Chilpancingo para estudiar, él estudió en la secundaria Raymundo Abarca Alarcón. Después de terminar mis estudios de secundaria, ingresé a la preparatoria número uno, todavía no estaba la preparatoria nueve. Mi profesor Aarón M. Flores fue muy conocido en Chilpancingo. Eran dos años de preparatoria.



Fin de la entrevista.

Don José González Hernández trabaja en la biblioteca central de la Universidad Autónoma de Guerrero, en Chilpancingo, Guerrero. Es compañero de trabajo de otro paraiseño de nombre Fernando, hijo de doña Rufina Salas.

Gracias por sus atenciones y por su paciencia.