DE SOL A SOL
(27 de abril de 2015)
ESTEBAN HERNÁNDEZ ORTIZ
Entre el Tlacatepec y el cerro de las tres tetas se asoma una
gigantesca luminaria, que se levanta lentamente sobre las arboledas. Al fondo
se muestra un cuerpo circular que irradia luz de color parecido al fuego. Ayer
observé ese mismo círculo resplandeciente ocultarse lentamente al poniente,
como si de los últimos cerros ubicados en esa dirección se dirigiera a toda
prisa para descansar por sus labores de este día en las lejanas aguas del
océano pacífico.
Muchos de mis congéneres le llaman “el astro rey” y sus luces
incesantes e inacabables alumbran a todos los planetas, según la cercanía o
lejanía en que esos cuerpos celestes se encuentren del Sol.
Desde hace varios siglos, cuando la ciencia fue
emergiendo, se empezó a decir a la humanidad que la Tierra gira alrededor del sol,
sumando 365 días para darle una vuelta completa y que en tanto transcurren esa
anualidad, la misma Tierra va girando en su propio eje, durando 24 horas. De
este segundo movimiento, es que mientras en Tijuana son la ocho de la mañana,
en Acapulco, el Distrito Federal y demás, son la diez antes del mediodía, al
tiempo que en Madrid son las cinco de la tarde y en Tokio es un poco más tarde.
¿Alguien puso las horas así porque sí o es que estamos
obligados a acatar las leyes del movimiento del Sol? El ni en cuenta, pero
nosotros lo necesitamos vitalmente empezando por ese proceso químico-biológico
llamado fotosíntesis, el cual permite a los vegetales desarrollar su ciclo de
vida; así las cosas esta mañana podremos tomar un jugo de zanahoria, un café o
ingerir otros alimentos para iniciar el día. Por cierto, hay que cuidar que no
pasen las primeras horas sin que nuestro organismo reciba sus primeros
refuerzos, pues dicen los Galenos que podríamos recibir severos daños.
Por tales y tales razones yo observé ayer, cuando eran
las 19:50 horas, ocultarse al sol con cierto grado de rapidez, como si se
escondiera en las aguas oceánicas, en tanto que esta mañana otra vez nos visita
haciendo su arribo por el lado oriente.
Copérnico y Galileo Galilei pensaron que el sol no se
mueve y que era la tierra la que andaba vuelta y vuelta, como guiñándole el
ojo, ante sus fulminantes rayos, pero había una institución que erigió un
tribunal sanguinario, dizque para que los desobedientes entendieran. Ese
tribunal se llamó Santa Inquisición y mandó traer un día al ideático Galilei,
le rezó la cartilla y le pidió que no anduviera moviendo el tapete, diciendo
que la tierra se movía. Galileo dio unos pasos hacia afuera de aquel tribunal y
mirando al cielo dijo: “y sin embargo se mueve”.
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