Encantado, pero no entiendo ni papas.
(16 de abril de 2015)
ESTEBAN HERNÁNDEZ ORTIZ
Desorientado, me fui caminando río
abajo, hasta llegar a la cascada donde bien clarito siento como me descansa la
memoria con la brisa que se dispersa hacia los lados. Desde que éramos niños,
yo y mis cuates acostumbramos visitar a este lugar para descansar y admirar los
cantos de las aves. Aquí llegan las parvadas de jilgueros, que siendo de menudo
cuerpo, parece que El Creador les dotó de mucha fortaleza para emitir sonidos parecidos
a los que ofrecía la lira de Santa Cecilia, la mera patrona de todos los
músicos de este mundo y también patrona de los músicos, que según cuentan los
señores grandes, tocan bonita música en las cuevas de los encantos que hay por
este y otros rumbos.
En esos encantos, dicen que hay
bailes y bebidas en abundancia y que si alguien, estando afuera de ese festín,
comete la mayor locura de acercarse, puede quedarse a vivir ahí por muchos
años. No son pocos los que platican que de lograr salir con bien de semejante
empresa unos y unas podrían apoderarse de tesoros con los cuales se podría
vivir en grandes palacetes, bien recubiertos de oro y plata, con mucha
servidumbre, manjares, vinos, amén de esos lienzos de color rojo que suelen
colocar a la entrada principal de los recintos cuando un hombre o una mujer de
renombre y muy notable por el mundo, visita a alguna república o ínsula. Con
todos esos placeres se puede llegar a vivir en este mundo terrenal por los
siglos de los siglos que Dios le tenga encomendados si alguien sale bien
librado al ir a jugar los bigotes al tigre y entre a un encanto.
Volviendo a mi real realidad, le diré
que en este paradisiaco lugar, entre cascadas y el amplio repertorio de cantos
de las aves, los ruidos que se emiten no ofenden para nada al tímpano de mis
oídos, pues hasta me imagino al piano de ese artista nacido en Bonn, Alemania
en 1770, que se llamó Beethoven, de quien por cierto oí decir al maestro de la
escuela, que en 1796 empezó a perder su capacidad auditiva, perdiéndola
totalmente en 1815. Por esos años, esta patria mía comenzó su lucha de
independencia. Beethoven también componía versos y más versos, missa solemnis es una de sus más
elevadas obras, según dijo el profe.
Me pongo a considerar que yo, que tengo
re bien abiertos mis dos ojos, me ando queje y queje casi todo el tiempo,
porque según mi parecer estoy un poco desdichado en esta vida. Perdonadme Dios
santo, por no saber a veces lo que tengo.
Para no extraviarme más de mis
sentidos, mejor vuelvo a contarle a usted que estando yo sentando en una roca y
contemplando el arcoíris de tantos y tantos colores, surgió como ave del
espíritu santo otra pequeña ave, que no se llama Ave María, todavía más
chiquita que el jilguero, es de pico extenso, puede que más grande que su abdomen
y su cola en una sola pieza. Le llaman chuparrosa y se sumerge en el agua de la
poza, pero así como rápido entra al agua, así de rápido vuelve a salir, y
parece que nos da un espectáculo con sus alitas, que las mueve velozmente,
mientras nos mira, como si nos hablara dedicándonos el momento y sin pagar un
cinco partido por la mitad.
Me acuerdo ahora que hace algunos
pocos años surgió un película diciendo que cuando nosotros abandonamos este
mundo -no sé si pa encaminarnos a otro mejor o pa quedarnos aquí mismo, hechos
polvo y muertos de verdad- nuestro cuerpo empieza a deshacerse y de adentro
sale el alma, pero no como alma que lleva
el diablo, si no como una parte de mi otro yo o no sé bien como decirle, el
caso es que esa alma –dice la película- tiene el peso de una chuparrosa, aunque
los que estudian le llaman colibrí. A los de la película les entendí que cuando yo estire la pata, mi alma tendrá
el peso de un colibrí, o el de un chocolate, vaya Usted a saber si es cierto
que así son las cosas cuando se acaba este mundo pa todo aquel y pa toda
aquella que le va llegando el turno de emprender ese viaje sin retorno.
Cuenta la historia que al gran poeta
Netzahualcóyotl, estando en Texcoco en el siglo XV de nuestra era, la vida le
dio la más amarga experiencia de presenciar, escondido tras un árbol, como los
enemigos le arrancaron la vida a su progenitor sin miramiento y sin consideración
alguna. Los contadores de historias dicen que por aquellos tiempos había pugnas
constantes entre las tribus, tratando de hacer suyos a otros territorios. Y
expandir sus dominios O sea que según mi entender era algo así como pelearse
las plazas pa ampliar su poderío. Entonces, Netzahualcóyotl todavía no era
hombre maduro cuando su tata murió, o más bien, cuando lo asesinaron, pero él
creció y no sólo fue un gran líder de su pueblo, si no que hasta compuso
versos, uno decía más o menos así:
Amo el canto del cenzontle,
Pájaro de cuatrocientas voces;
Amo el color del jade,
Amo el enervante perfume de las
flores,
Pero más amo a mi hermano el hombre.
Me da por pensar que estas palabras
pensadas y dichas por Netzahualcóyotl, que en castellano quiere decir “coyote
hambriento”, deberían ser citadas por los presidentes y las presidentas, los
senadores y las senadoras, los diputados y las diputadas, porque perdóneme Usted
por mi lenguaje soez, pues la mayoría de ellos y de ellas, a veces no sabe más
que decir solo putadas y eso sí que no está nada de bien, pues como vamos a
creer que se les pague de los impuestos nomás pa que se duerman en su asiento
de ese pueblo o lugar que le llaman San Lázaro, sin que sepan algunas buenas
letras pa eso de reformar o hacer nuevas leyes, como las que prometen bajar el
precio de la luz y de las gasolinas o que los niños mejorarán en Matemáticas y
otras materias. También ha habido algunos y algunas que estando en pleno asunto
del pleno, comen palomitas como si fueran al cine o a la lucha libre, eso sí
que me da mucho coraje, no la chiflen que
es cantada.
Ahora se platica que hay una guerra
encabezada por un grupo que tiene un bonito nombre de mujer, se llama Isis;
dicen que Isis fue una Diosa muy alabada y al igual que Cleopatra, entre otras diosas,
fue bastante hermosa; tanto como Helena, curo rapto o no rapto dio pie a la
Guerra de Troya. Se sabe que a diario mueren hombres, niños y mujeres en esa
zona del planeta, donde siembran unos enervantes, pero no como los enervantes perfumes de las flores a que
se refería el poeta Netzahualcóyotl. Unos le llaman Opio, y por acá en México,
le llaman amapola. También dicen que allá, en esas lejanísimas tierras brota el
petróleo por doquier y que los de Isis lo venden dizque pa cubrir sus gastos
que día con día les genera la defensa que hacen con su guerra. Uno de tantos
buenos conocedores que han pasado por este mundo dijo que la paz no es
necesariamente la ausencia de la guerra y uno más enunció que la guerra es la
continuación de la política por otros medios.
La verdad, yo le confieso a Usted que
mi cerebro no da para más, hay puntos a donde yo he llegado y como dicen los
niños, ya no entiendo ni papas, pero
Usted búsquele, quizá le encuentre bien como están estas y otras cosas. No más
le suplico que ya despuesito tenga Usted la bondad de platicarme cuál es su
punto de vista, pues ya me siento un poco atolondrado.
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