Bienvenidas todas las personas que visiten a este blog, el cual difunde información histórica, económica, cultural y social de la Sierra de Guerrero. También se incluyen textos literarios que ayudan a promover a esta maravillosa parte del mundo que la creación nos dio. Los datos cualitativos y cuantitativos que se ofrezcan serán de acuerdo al alcance de nuestras investigaciones. Reciban un fuerte y caluroso abrazo sierreño. Fraternalmente: Esteban Hernández Ortiz.

jueves, 2 de julio de 2015

LOS AÑOS MOSOS DEL CAFÉ
ESTEBAN HERNÁNDEZ ORTIZ

(Escrito el 04 de marzo de 2015 con el encabezado “Tiempos de café”).

A mi amiga María de la Luz Núñez Ramos, le escuché decir en una ocasión que su papá, el profesor Fidel Núñez Ávila, les decía que él estaba haciendo dos huertas, una en La Pintada y otra en Chilpancingo, pues mantenía el estudio de sus hijos –María de la Luz, Serafín y César-. Y así, todo mundo, siendo joven, pensaba que debería hacer una parcela con cafetos para hacerlos producir y vivir de ahí cuando se matrimoniaran. Otros decían que si no estudiaban, entonces deberían hacer su huerta de café.

Por fortuna, algunos emigraron a Chilpancingo y otras ciudades para estudiar una licenciatura. La Universidad Autónoma de Guerrero cuenta con una biblioteca en el centro de Chilpancingo, ahí trabajan José González y Fernando Sandoval Salas, el segundo es muy conocido, si uno pregunta por “Salas”. Ellos son de El Paraíso y lograron estudiar en aquellos tiempos maravillosos del café.

Allá por 1980 y 1983, las instalaciones del Instituto Mexicano del Café (INMECAFÉ) en El Paraíso llegaron a recepcionar diariamente hasta 250 toneladas de café cereza o maduro, según cuenta nuestro paisano Ernestino Brito, un trabajador del INMECAFÉ que cargaba costales de café en su cabeza y sosteniéndolos a dos manos, eso sí con una buena faja. Al medio día solicitaban permiso al encargado de aquel centro de trabajo para ir a bañarse un rato al río que pasa a poca distancia de ahí. Volvían de inmediato para continuar descargando el café de las camionetas y llevándolo a la báscula para su pesaje. Luego lo subían por una escalera al famoso “sifón”, un almacén de figura cóncava, donde se echaba el café, para luego pasar al sistema de despulpe. Posteriormente el café, ya despulpado, corría por un sistema de correteo, y llegaba a un tanque enorme donde reposaría toda la noche, para soltar el mucílago o miel y luego ser lavado para finalmente, ser extendido en aquel extenso patio, donde hoy están construidas las aulas de la escuela primaria Cuauhtémoc.

“Yo tengo mi cafetal, y tú ya no tienes naa”… decía una canción muy famosa por aquellos ayeres”.


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