Tachas
ESTEBAN HERNÁNDEZ
ORTIZ
(Escrito el 13 de
abril de 2015)
En Enero de este
año, poco antes de culminar el periodo vacacional, abordé el autobús de la
línea Estrella de Oro en Acapulco para dirigirme a Chilpancingo. Por primera
vez en mucho tiempo, están repartiendo agua fresca gratis a los viajeros en la
sala de espera; ya sea de mango, ya sea de jamaica. También hay acceso sin costo a la red de internet, pero más me sorprendió una
tercera acción y no omisión: te obsequian un ejemplar de “Tachas y otros cuentos”
escritos por don Efrén Hernández, nacido en 1904 y fallecido en 1958. Esta
edición gratuita la publica CONACULTA y el Gobierno del Estado de Guerrero.
Cuenta el cuentista
que su maestro preguntaba: ¿qué son las tachas? y él se profundizaba en una
distracción al por mayor contemplado las nubes, mediante un claroscuro, desde
el lugar en que se encontraba su butaca; las nubes se deformaban, se torcían y
se alargaban en el inmenso cielo azul, mientras su profesor repetía: ¿Qué son
las tachas?
Dice Hernández que
en aquella clase, veía una llovizna lenta ante el aire inmóvil, que estaba tan
quieto como una estatua.
Cuando don Efrén que
cuando él volvió a cuentas, todos sus compañeros de aula, lo miraban sin
titubeos, pero que lo que más le ponía en apuros, era que su maestro no le
retiraba la mirada y seguía preguntándole: ¿Que son las tachas? Él no tuvo más
que hacerse el fuerte y tratar de contestar, transmitiéndose mucha seguridad
para sí mismo, pues le vino a la mente que lo peor era quedarse callado.
Entre otras muy buenas explicaciones dijo: tacha puede ser cuando alguien
escribió mal un número o una palabra y le marca una línea sobre sí; pero tacha
también puede ser una mujer que se llame Anastasia, y su novio le diría “tacha,
tú eres mi vida”. Lo peor de todo, dice Hernández, era que su maestro tenía
barbas y bigotes que parecían nubes.
No teniendo yo
ninguna especie de dudas, he pensado que hice mal en no leer luego luego las
descabelladas ideas de don Efrén, quien maneja un estilo refranero muy propio,
pues dice que “el traje hace al monje” y que una noche estando en su cuarto,
hecho a volar la imaginación, recordando que alguien le había platicado que los
hombres son como los gatos, que deambulan por las azoteas. Así las cosas, don
Efrén recuerda que” de noche todos los gatos son pardos”. Por tales y tales
explicaciones, creo que aquella tarde en que este escribano viajó de Acapulco a
la capital guerrerense, debió leer de inmediato a don Efrén.
Don Efrén se las
ingeniaba para tomarla pluma y acercarse al tintero, regalándonos sus locuras,
aunque el confesaba que si acaso estuviese loco ¿Por qué no habría de
admitirlo? No concibo que él se halle comunicado con El Manco de Lepanto -don
Cervantes de Saavedra-, para ponerse en contacto con esto del uso de los
refranes, ¿verdad?, pues don Alejandro vivió varios siglos antes que Hernández.
Don Efrén publicó
sus “Tachas” en1924, por los años en que se suscitó la guerra cristera, que por
cierto, la toca de cada en cuando, sin llamarle así, al hablar de sus tachaduras. Como es sabido, el
primer tomo del Quijote de la Mancha salió a la luz en 1605; el segundo tomo
aparece diez años después. Así el mundo conoció las andanzas del hidalgo que
cabalgó por la región de la Mancha, acompañado de su Sancho Panza y provistos
de ungüentos y suficientes vendajes para curarse de las heridas al pelear con
los molinos de viento, allá en la madre patria nuestra. Ya ve Usted que la
novela del Quijote de la Mancha es quizá el libro más leído en el mundo,
seguidamente del libro de libros: la biblia.
Tal vez don Efrén
aumentó sus conocimientos viajando por el mundo, pues ya los hermanos Wilbur y
Orville Wright habían dado los primeros empujes en Carolina del Norte, EE.UU.
para que hubiera aviones volando por el loco mundo. En este mundo, en que según
don Efrén, todo es absurdo, pues lo absurdo parece natural y la natural parece
absurdo. Me temo que aun así, cada quien trabajó por su cuenta propia y
Hernández nos cuenta con su originalidad.
Dice Hernández que
el agua no navegó y que decidió correr del cerro hacia abajo. Agrega que para
contarnos buenos cuentos, él no cuenta más que con la preparatoria y el
aprendizaje directo con los hombres de carne y hueso, amén de la lectura de
libros buenos. Desemejantes locuras, los amigos de Efrén Hernández dieron en
apodarle “Tachas”.
No me gustaría que
Usted me tache de loco o de zafado y mejor busque un ejemplar de “Tachas y
otros cuentos”, escritos con la tinta de Efrén Hernández, para que por su
cuenta propia, se desengañe.
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