Presencia
prehispánica en la Sierra de Guerrero.
Mediante esta gráfica
pretendo ilustrar respecto a las invasiones o sojuzgamientos que ha habido en
la Sierra de Guerrero partiendo de épocas prehispánicas hasta llegar a la
invasión española.
Estos párrafos forman parte de mi tesis de maestría.
La tenencia de la tierra en
la Sierra de Guerrero durante la Colonia.
En el lapso
del período colonial, los diversos grupos sociales de la Sierra
sufrieron enormes modificaciones socioculturales y varios grupos perecieron
ante el fuerte impacto de las encomiendas, los repartimientos, las
congregaciones, las enfermedades del colonizador, las exageradas tributaciones y
las jornadas excesivas de trabajo. La Sierra del siglo XVII prácticamente se despobló. Fueron escasos los
núcleos indígenas que sobrevivieron al proceso de colonización, entre ellos los
pueblos de Tlacotepec, Coronillas, Tepetixtla y diversos barrios aledaños, en
la parte centro-occidente. Al norte, fue el caso de los cuitlatecas, de quienes
Peter Hendrich habla -a mediados del siglo XX-, de los últimos vestigios de esa
cultura (Hendrich 1946, 15).
Por su parte, el cronista de Atoyac de Álvarez, Guerrero, Víctor
Cardona Galindo, menciona que según el diario de Patricio Pino y Solís, hasta
1911 había en Atoyac familias que se comunicaban en lengua cuitlateca (Galindo, “Los
cuitlatecos (Primera parte)” 2016).
La Sierra, por los recursos que posee, ha estado en
la mira de buscadores de riquezas en diferentes épocas: primero, de mineros;
después, de ganaderos (chiveros), y después de madereros. Siempre ha sido explotada
(Núñez 2005, 24).
La Corona española
otorgaba encomiendas a sus oficiales
como una forma de reconocimiento a sus servicios. Las encomiendas consistían en
el depósito tanto de tierras como de indios en manos del beneficiado; así se
concedía el derecho de explotar las tierras, recibir las tributaciones y
explotar el trabajo de los nativos en formas excesivas (Pineda 2002,
15).
Con base a la Memoria de la Cuarta Reunión Sobre Problemas
Antropológicos relativos al occidente de México, la cual se realizó en 1946,
puedo decir que en la Sierra Madre se exploraron algunas zonas de Jaleaca,
Santa Bárbara, Pueblo Viejo I y Pueblo Viejo II, encontrándose montículos
bajos, petroglifos y pequeñas construcciones de piedra y cerámica de tipo
arcaico (Campos 2012, 46).
Isidro Moreno Casasola conquistó a los pueblos de
la provincia de Citlaltomahua en la Sierra de Tlacotepec (Campos 2012,
62).
Desde 1522, Cortés estableció el sistema de las encomiendas, instruyendo a los
nativos hacia el catolicismo y explotando las tierras, aunque el fin principal
no era el usufructo de las tierras, sino la implementación de tributos. Con la encomienda
no se transmitía la propiedad de la tierra, pero era un medio para sojuzgar a
los indios, a la que se despojaba, sometiéndole a la servidumbre y al pago de
tributos descomunales. Durante la Colonia la Sierra estuvo repartida en grandes
encomiendas.
Mediante las “ordenanzas” Cortés declaraba la forma
en que los encomenderos podrían servirse y explotar a los nativos; a la par se
implementó la Merced Real, que era la transmisión de la posesión de la tierra,
basándose en las Bulas Alejandrinas que dictó el papa Alejandro VI en 1493 (Campos 2012, 64-65).
Tlacotepec se encomendó a Alonso de la Serna y
Gaspar de Garnica en 1559, y pagaban 1, 012 pesos de Oro, maíz y gallinas.
Chichihualco se asignó al encomendero Francisco Rodríguez Magariño. La mina de
Oro de Topila (cerca de Tlacotepec) fue explotada por Juan de Manzanillo (Campos 2012, 68-70).
Aun cuando se han encontrado vestigios
arqueológicos, no se trata de una zona muy densamente poblada por personas,
pues careció de asentamientos humanos relevantes. Una vez que llegaron los
invasores, Hernán Cortés mandó comisiones de dos o tres españoles, quienes eran
guiados por un nativo para localizar sitios donde hubiese oro. Sus emisarios se
internaron en la Sierra y llegaron a la Costa, para luego regresar ante su
señoría y decirle que “en un pueblo que se dice Zacatula, los caciques de
aquella provincia llevaron muchos indios a los ríos con una bateas chica, y con
ellas lavaban la tierra y cogían el oro” (Guzmán 2008, 16). Sin embargo, las
aspiraciones de explotar los yacimientos minerales se fueron relegando debido a
las dificultades que tiene la topografía serrana, pues los caminos eran muy
escasos y se hallaban en mal estado.
La presencia de la iglesia fue como jurisdicción
eclesiástica, pero en sí, la Sierra no estuvo densamente poblada.
Muchos apellidos que hoy existen en la sierra son
de origen español: Cortez, Catalán, Vélez, Martínez, Hernández, Pinzón,
Sánchez, Barragán, Chávez y Adame, entre otros. Esta influencia hispánica se
refleja en la región.
Aproximadamente cada ochenta días se entregaban los
tributos, los cuales se transportaban por medio de tamemes o cargadores que
llevaban los productos que los calpixques o recaudadores habían recolectado en
los pueblos, cabeceras o provincias. Entre los productos de tributo se
encontraban la miel, las pieles y los plumajes. La provincia de Cihuatlán era
la que comprendía la mayor parte del actual territorio de la Sierra de Guerrero (Sala de
exhibición, “Las provincias tributarias al momento del contacto” 2018).
Los encomenderos obtuvieron beneficio propio
mediante la mano de obra indígena y la recaudación de riqueza. Entonces la
Corona fue disminuyendo sus ganancias por concepto de tributaciones y en 1538
decidió desaparecer las encomiendas y en su lugar puso en marcha a las
alcaldías como un nuevo método para controlar la riqueza de sus territorios (Sala de
exhibición: “Dominio español. 1538. Alcaldías mayores: Nuevas formas de
administración política y económica” 2018).
En la segunda parte del siglo XVIII hubo
modificaciones en la tenencia de la tierra en la Sierra. La corona admitió los
derechos de antigüedad en los territorios de las comunidades indígenas de
Santiago Tlacotepec, Coronillas y Tepetixtla. Para finales de aquel siglo XVIII
se creó el latifundio más extenso de que se tiene registro en la Sierra de
Guerrero, se llamaba Sierra Anáhuac, cuyo propietario era Ignacio Calvo Celis
Rábago, quien se adjudicó toda aquella tierra que no fuese de comunidades en el
centro-occidente (T. B. Álvarez, La tragedia de los
bosques de Guerrero. Historia ambiental y las políticas forestales 2003, 181).
Fuentes de consulta:
Álvarez, Tomás Bustamante. La tragedia de los
bosques de Guerrero. Historia ambiental y las políticas forestales .
México: Ediciones Fontamara, Instituto de Estudios Parlamentarios Eduardo Neri,
Universidad Autónoma de Guerrero , 2003.
Campos, Moisés Ochoa. Historia del Estado de
Guerrero. México: Ediciones diario de Guerrero-Congreso del Estado de
Guerrero, 2012.
Galindo, Víctor Cardona. «“Los cuitlatecos (Primera
parte)”.» El Sur, 11 de enero de 2016.
Guzmán, Rafael Rubí Alarcón y Edgar Pavía. Historia
General de Guerrero. Volumen II. El dominio español. Era de los Habsburgo-Era
de los Borbón. INAH-Gobierno del Estado de Guerrero, 2008.
Hendrich, Peter. Por tierras ignotas. Viajes y
observaciones en la región del Río Balsas. Tomo II. México: Editorial
cultura, 1946.
Núñez, Tomás Bustamante Álvarez y Antonio Cervantes. Plan
Estratégico de desarrollo de la Sierra de Guerrero. México: Universidad
Autónoma de Guerrero, Secretaría de la Reforma Agraria, 2005.
Pineda, Mario García. Historia de las divisiones
territoriales del Estado de Guerrero . Chilpancingo de los Bravo, Guerrero,
México: Talleres gráficos del Sur, 2002.
«Sala de exhibición, “Las provincias tributarias al
momento del contacto”.» Chilpancingo de los Bravo, Guerrero, México.: Museo
Regional de Guerrero. Instituto Nacional de Antropología e Historia. , 9 de
enero de 2018.
«Sala de exhibición: “Dominio español. 1538. Alcaldías
mayores: Nuevas formas de administración política y económica”.» Chilpancingo
de los Bravo, Guerrero, México: Museo Regional de Guerrero. Instituto Nacional
de Antropología e Historia. , 9 de enero de 2018.