Bienvenidas todas las personas que visiten a este blog, el cual difunde información histórica, económica, cultural y social de la Sierra de Guerrero. También se incluyen textos literarios que ayudan a promover a esta maravillosa parte del mundo que la creación nos dio. Los datos cualitativos y cuantitativos que se ofrezcan serán de acuerdo al alcance de nuestras investigaciones. Reciban un fuerte y caluroso abrazo sierreño. Fraternalmente: Esteban Hernández Ortiz.

jueves, 28 de enero de 2016

Esteban Sánchez Bautista, fue presidente del comisariado ejidal en 1972, y comisario municipal en 1976. Volvió a ser comisario municipal en 1981. Don Esteban Sánchez Bautista cuenta que cuando el pequeño caserío se estableció en El Naranjo, vivió ahí la familia Luna, quienes procedían de Tepetixtla . Don Esteban Sánchez Bautista dice que su papá le contaba que el General Pablo Cabañas les dio las tierras a los primeros habitantes del pueblo para que vivieran en El Naranjo, área cercana al panteón; pero que algunos años después decidieron irse a vivir a Los Planes para aprovechar las abundantes aguas y sus fértiles tierras en la siembra de maíz .


17.- Animales en peligro de extinción en la Sierra. Parte del ensayo "la sierra de Guerrero", el cual lo elaboré en fberero de 2015.

17.- Animales en peligro de extinción en la Sierra.
a) Jaguar, tigre o tecuán.
Los olmecas rendían grandes honores al jaguar. Hoy día en la sierra se baila la danza de los tlacololeros, uno de sus sones terminan con la muerte del tigre. También se juega a los porrazos, aunque el lugar más mitológico al respecto es Zitlala, en el centro de Guerrero. Algunos hombres suelen saludarse diciendo “¿Qué pasó tigre?.

El jaguar también se conoce como tigre o tecuán[1], su nombre científico es Panthera onca y ocupa el tercer lugar como felino más grande del mundo, en tanto que es el más grande en América. Sus lugares de habitación en la selva van de México hasta el norte de Argentina[2]. Su hábitat deben ser enormes extensiones de selva, entonces conservar los bosques con sus aguas y diversidad vegetal es también conservar al tigre y otras especies de la fauna. El gobierno del estado dice trabajar en un estudio, a través de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

El tecuán, tigre o jaguar se alimenta de jabalíes, venados y otros animales del monte. Al escasear la alimentación de estas especies, rondan los lugares cercanos de los pueblos y atacan al ganado vacuno. Entonces los lugareños tratan de asesinarlos. Hace algunos meses la señora Eva Alarcón y otras personas de la Sierra de Petatlán, insistían en que deambulaban varios jaguares en esa zona. Ese indicio dio pie para que un equipo de investigadores, encabezados por Diego Wooldrich y Fernando Ruiz, establecieran un sistema de cámaras de disparo automático para conseguir fotografías de los jaguares de Petatlán., Al final se encontró que efectivamente varios ejemplares de esos admirables carnívoros circulaban en aquel territorio guerrerense.

El monitoreo en el ejido Cordón Grande, en la sierra de Tecpan, logró cubrir cerca de 93 kilómetros cuadrados, les permitió captar unas 380 fotografías de mamíferos de 17 especies distintas, entre ellos ocelote, jaguarundi, puma, tigrillo y jaguar, todos en peligro de extinción[3].

Fernando Ruiz Gutiérrez, quien es el coordinador del proyecto Guerrero Jaguar,  informó a distintos medios de comunicación que habían fotografiado a 17 especies de mamíferos de porte mediano en la sierra de Tecpan de Galeana, entre ellas a dos hembras de jaguar: la madre y su cría[4].

Explicó que desde el 2009 trabaja el proyecto Guerrero Jaguar[5] por un monitoreo que solicitó la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semaren), y que así han logrado obtener pruebas contundentes de jaguares con vida en los ejidos Santa Rosa de Lima y San Miguel en Coyuca de Catalán, y de San José de los Olivos en Petatlán. Fueron apoyados por la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán (OCESPCC).

También han trabajado con diferentes otras instituciones como el Instituto de Ecología de la UNAM que dirige el Censo Nacional del Jaguar y sus Presas (Cenjaguar).

El 30 de septiembre de 2013 Víctor Cardona Galindo publicó en el diario El Sur una nota diciendo que el profesor Salvador Morlet Mejía había escrito el 31 de diciembre de 1955 en su periódico “Eco del Cafetal” que en La Pintada habían visto a una tigra con dos cachorros merodenado el río que baja de El Edén, exactamente cuando se comían a un venado[6].

Existen asociaciones que pretenden proteger al medio en la Sierra. “Bosque Nuboso” es una y nació el 16 de diciembre de 2009. Se identifica como una asociación civil sin fines lucrativos, que se dedica a trabajos de investigación sobre los recursos naturales, anteponiendo el desarrollo sustentable en el estado de Guerrero[7].




[1] En Chilpancingo existe a orillas de la autopista México-Acapulco un centro expendedor de alimentos y mezcales llamado “el tecúan”.

[2] Fuente de consulta: http://guerrero.gob.mx/articulos/el-jaguar-en-peligro-de-extincion/
[3] Consultado el lunes, 23 de febrero de 2015 en http://suracapulco.mx/archivos/142022

[4] Edición del diario el Sur, ocho de mayo de 2014.

[5] Desde Enero de 2011, Guerrero Jaguar representa en el estado al programa piloto de seguro ganadero, un programa que tiene como finalidad proteger al productor ante la pérdida de bovinos, ovinos o caprinos por medio del ataque de depredadores silvestres; siempre y cuando se asegure que los jaguares, pumas, coyotes u otro responsables, sigan realizando su papel ecológico en el ecosistema. Consultado el lunes, 23 de febrero de 2015 en https://sites.google.com/site/vertebradosdeguerrero/Home/proyectos/proyecto-guerrero-jaguar

[6]Consultado el jueves, 26 de febrero de 2015 en  http://suracapulco.mx/archivos/111076

[7] Consultado el día lunes, 23 de febrero de 2015 en http://bosquenubosoac.org/quienes-somos/

miércoles, 27 de enero de 2016

Velorios pueblerinos. (Segunda parte)

Velorios pueblerinos.
(Segunda parte)
Esteban Hernández Ortiz

Ya para el amanecer, cuando los gallos cantaban como si un reloj indicara que ya eran las cinco de la mañana, permanecían pocas personas en la velación.

Un grupo ranchero con un integrante que casi imitaba al mismo Ramón Ayala y los Bravos del Norte dio un giro al ambiente de duelo y empezó con la canción “un puño de tierra” y muchos de los presentes se llenaron más de nostalgia cuando la pieza llegó a la estrofa que dice:

Lo que pasó en este mundo
Nomás los recuerdo quedan
Ya muerto voy a llevarme,
Nomás un puño de tierra.

La mayoría de los caballeros pedían otra copa de mezcal, algunos lo preferían reposado en nanche, otros con jumiles, y otros tantos más pedían mezcal con damiana.

La gente colaboraba en preparar el café y té de hojas de naranja; otros con hacha en mano rajaban leña para las fogatas en que se prepararían los alimentos que se ofrecerían a los acompañantes a manera de comida, antes de llevar el ataúd con los restos de don Natalio a la Santa Misa.

Como haciendo un intermedio, el grupo de guitarras y acordeón cantó canciones de los tigres del norte como “un día a la vez” y “último adiós”.

Ya en el trayecto de la iglesia hacia el panteón, nada más entre los hijos y nietos de don Natalio podían turnarse el féretro para cargarlo, pero no faltaban los amigos más cercanos que se acomedían a cargar el ataúd. Durante el recorrido hasta llegar al panteón se escucharon canciones de amores y de desamores. Empezaron con la canción “tragos amargos”, le siguieron: “un rinconcito en el cielo”, “idos de la mente”, “que me lleve el diablo” y “dos hojas sin rumbo”, entre muchas más.

Ya en el panteón se empezaron a escuchar melodías como “te vas Ángel mío”, “seis pies abajo”. También se escuchó “cruz de madera”, y a más de uno se le rodaron las lágrimas cuando los músicos empezaron con la estrofa que dice:

Una cruz de madera de la más corriente
Esto es lo que pido cuando yo me muera
Yo no quiero lujos ni mesas de adobes
No quiero una caja que valga millones
Lo único que quiero es que canten canciones
Que se haga una gran fiesta la muerte de un pobre…


“Cruz de olvido” y “Acá entre Nos”, esas canciones que se escuchan bastante bien en voz de don Vicente Fernández, también se oyeron aquella tarde del sepelio de don Natalio, y el sonido de los instrumentos musicales, además de la voz de los músicos, se entremezclaban con el placentero sonido de los pinos. Para entonces ya se empezaba a echar la tierra sobre el ataúd de don Natalio y al final uno de los hijos tomó la palabra agradeciendo la presencia y el apoyo de toda la gente que les había acompañado para decir un "hasta pronto" a don Natalio y dejarlo en su última morada.

martes, 26 de enero de 2016

Velorios pueblerinos.

Velorios pueblerinos.
Esteban Hernández Ortiz.

La gente empezó a llegar, algunos traían flores; otros llevaban café en polvo, azúcar, arroz, galletas, pan, vasos y platos térmicos. En cuestión de pocas horas la noticia llegó a varios pueblos vecinos y a las colonias del pueblo de Teotepec del Río. Había fallecido don Natalio, cuando el creador le había permitido acumular a los ochenta y seis años de edad.

Don Natalio fue un hombre que en su juventud gustó de montar a los toros en los jaripeos que se organizaban en la región y cuando se ponía unas borracheras acostumbraba pasear por las calles montado a caballo. Muchos le hablaban en tono cariñoso y le decían “tallo”; otros daban en llamarle “nata”.

En Teotepec del Río había muchos músicos, algunos formaban grupos cumbieros; otros de estilo ranchero y no faltaban grupos de mariachis que casi siempre estaban presentes en esta clase de sucesos.

Ya pasada la media noche, cuando la banda “Santa Anita” se había retirado, los hijos e hijas pusieron música que mucho agradaba a su progenitor, quien había partido de este mundo terrenal. Tratándose de la charrería, pero más en específico de los caballos, se escucharon de entre las colecciones del charro de la música mexicana los corridos que a continuación se mencionan: la yegua colorada, caballo as de oros, califa, mi caballo el jobero.

Mientras se escuchaba el corrido del As de Oros, un grupo de profesores comentaban que el día 10 de abril de 1919, el General Emiliano Zapata montaba su caballo “as de oros”, cuando a eso de las 2 de la tarde con diez minutos, cayó sin vida a traición en la hacienda de la Chinameca, Morelos.

Al escuchar ese corrido, un grupo que parecía ser de hombres profesores o historiadores, contaban que el caballo As de Oros fue rescatado con vida, muy a pesar de que en su cuerpo había siete impactos de bala. El rescate lo realizó Jesús Chávez y meses después obsequió el corcel al General de división Francisco Mendoza Palma.

Más tarde se escuchó el corrido de “Potro Lomo gateado”, aquel caballo que compitió en una carrera el mero dos de febrero, el día de la candelaria.

No pudo faltar “El siete leguas”, corrido que se refiere al cuaco preferido por “el Centauro del Norte”, aquel general de la revolución mexicana que un día ingresó a territorio estadunidense, haciendo que semanas después llegara tras él a demarcaciones del Estado de Chihuahua uno de los generales más populares en la Segunda Guerra Mundial: El general George Smith Patton, un general del Ejército de los Estados Unidos de mucho renombre durante la Segunda Guerra Mundial. 

Volviendo a las historias de caballos del General Francisco Villa, cuando ya el reloj casi marcaba las dos de la mañana, se escuchó el corrido del grano de oro, otro caballo de Villa, pues era música que mucho gustaba al difunto. Grano de oro fue un regalo que hicieron a Villa en el día de su onomástico en Parral. Salvó a Villa en Celaya de los disparos del ejército obregonista. En aquella batalla en que la división del norte perdió a más de diez mil hombres del 6 al 15 de abril de 1915, a pesar de que los villistas sumaban 22 mil hombres, un poco más del doble de los obregonistas[1].

Ya para las tres de la mañana se seguían escuchando corridos como el prieto azabache, caballo bayo y el negro y el tordillo. Para finalizar esta tanda de música se escuchó un corrido que aludía a una carrera entre ricos y pobres del pueblo de San Fernando, el 19 de marzo; el rosillo era de los pobres y el alazán de los ricos.



[1] Consultado a las 22:02 horas del día martes, 26 de enero de 2016 en http://www.conaculta.gob.mx/centenario-ejercito/batalla_celaya.php

Parece que en ocasiones el amor entre la especie animal es más palpable que entre la especie humana. En las imágenes mamá e hija tomando un descanso.







domingo, 24 de enero de 2016

Cuentos de la calle.

Cuentos de la calle.
Esteban Hernández Ortiz

Érase un grupo de jóvenes bohemios y jugadores de naipe que además gustaban de llevar serenatas y tomar unos tragos de seguido en seguido. No sé si se trate de mitos o realidades que se viven al son de las parrandas, pero un día muy a temprana hora, cuando los rayos del astro rey empezaban a alumbrar, aquellos chavalos estaban sentados en la banqueta en que acostumbraban platicar sus hazañas a todo el que fuese gustoso de oír sus tropelías y relataban una de sus más fuertes experiencias callejeras.

Platicaban que algunas horas antes, a eso de las dos de la mañana, cuando apenas habían dejado de juagar albures y conquianes en casa de don Margarito, justo al ir caminando cada quien, hacia su casa, de la tortillería hacia abajo, con rumbo hacia uno de los ríos que cruzan por el pueblo, una señora alta de estatura, vestida de blanco y de pelo bastante crecido, tanto que casi tocaba el ras del suelo, camina en dirección opuesta a ellos, del río hacia el zócalo. Los chavos platicaban, todavía con tartamudeos y con la piel eriza, la forma en que vivieron aquellos segundos de miedo y de terror.

Decían que uno de ellos, agarró valor quién sabe de dónde, y dirigió la voz a la señora de blanco, saludándola y exclamando: “Buenas noches señora, ¿que hace a esta hora por la calle, hacia dónde va? Juraban y perjuraban que la señora no hablaba y seguía caminando a paso lento y marcado y sin prisa alguna. Fue entonces que a los chavos les entró más el miedo y sin decir otra palabra más se echaron a correr velozmente cada quien a como pudo. Uno de ellos le hablaba a su abuelita y tocaba la puerta desesperadamente hasta que uno de los más jóvenes que vivían en la casa se levantó y abrió la puerta para que “el sereno” -así apodado- entrara a la casa y sintiera algo de alivió.

Otro, que era chaparrito, muy conocido como “la rocola” también salió echo la mocha y al aventarse sobre un cercado que ya estaba más caído que dé pie, se llevó la tranca con los tacones de sus pesadas botas que siempre acostumbraba calzar y al mismo tiempo que “la rocola” cayó al suelo, también cayó la cerca con todo y tranca, cuando al unísono ya se soltaba un ladrerío de perros que despertó a más de uno de los habitantes de esa colonia.

Era la plática que prevalecía, por donde quiera que uno iba o venía, ya fuera por la plaza, el mercado o en la calle.


Por varias semanas ya no se reunían para jugar barajas en casa de don Margarito y cuando al paso de un mes ya no pudieron contener más su vicio, nuevamente fueron a jugar pero por unanimidad acordaron no volver a jugar naipes después de las siete de la noche, al no ser que se tratara de una velación, pues en aquel pueblo como en todos los demás, había personas que fallecían ya fuera por enfermedad o por que algún malvado con pistola en mano se decidió a quitarle la vida a un coterráneo.