ESTEBAN HERNÁNDEZ ORTIZ
La violencia ha sido un rasgo característico de la especie humana desde hace muchos siglos. Apenas había quedado atrás el llamado “Estado de Naturaleza”, donde todos los hombres convivían sin mayores dificultades, pues la propiedad particular no existía sobre la faz de la Tierra, cuando el hombre empezó a pelear enfrentando hordas contra hordas, tribus contra tribus, aldeas contra aldeas. Los motivos de sus disputas eran el poder para someter a otros grupos bajo su dominio y quitarle territorio.
Muchos estudiosos de las ciencias sociales consideran que la Guerra es la continuación de la política por otros medios.
En fin, la violencia a estas escalas nos conmueve. De igual manera se nos enchina la piel al mirar los noticieros nacionales y enterarnos de la violencia que vive el país nuestro.
Los combates que día a día se libran en países del Lejano Oriente, nos sorprenden agudamente, pues nos enterarnos de las cifras de personas fallecidas, heridas y lisiadas, pertenezcan al ejército de un País o de otro, sea Libia, Siria, Afganistán, Egipto u otra nación africana, asiática o europea. Nos llenó de pánico mirar los bombardeos de las Torres Gemelas en Nueva York, y poco después nos conmovieron las imágenes del bombardeo en la Estación de Atocha y dos estaciones más de la Red del Metro en la Capital española el 11 de marzo de 2004. En esa fecha perdieron la vida 191 personas. Horas después el Partido Popular perdía las elecciones de Jefe de Gobierno Español ante su contrincante Partido Socialista Obrero Español, quien se alzó triunfante con su candidato José Luís Rodríguez Zapatero.
Poco observamos la violencia de menor grado en nuestro hogar o en la escuela. Hoy día, la mujer es apoyada y las instancias de gobierno procuran allegarle información sobre cómo actuar y donde acudir si el marido la agrede física o verbalmente. Atrás quedaron los tiempos en que los profesores podían tirarle el gis al alumno mal portado, pegarle con una vara o castigarlo poniéndolo en el centro del patio escolar cargando alguna piedra o tabique en pleno sol. Muy poco vemos casos de este tipo. El mundo cambia para bien en algunos aspectos.
Los adultos tendemos a justificar nuestros malos procederes en el trabajo, decimos que llegamos muy cansados a la casa y que en nuestro lugar de trabajo el ambiente es sofocante, por eso andamos fulminantes hasta con la mirada. El niño requiere de nuestra buena guía, pues el hogar es uno de los espacios donde él aprende, aprenderá lo bueno y lo malo que observe. Lo perjudicaremos en su moral como a veces no tenemos idea, pues el tronido del dedillo, le represalia, el amago, el cinturonazo, el empujón, el grito, el golpe y otras formas de maltrato infantil, no sólo golpean a su tierno cuerpecillo, sino a su ser completo desde sus fibras más sensibles. Una forma de disminuir la violencia es dialogando con nuestros hijos y hacerles ver por siempre seremos sus amigos y sus padres a la vez para que puedan confiar en nosotros.
En nombre o sin el nombre de Dios, Alá, Jehová o Yavé, la religión, la ciencia, la fe o cualquier forma de la capacidad intelectual humana debe pugnarse por un mundo menos violento, de preferencia sin violencia alguna.
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