Bienvenidas todas las personas que visiten a este blog, el cual difunde información histórica, económica, cultural y social de la Sierra de Guerrero. También se incluyen textos literarios que ayudan a promover a esta maravillosa parte del mundo que la creación nos dio. Los datos cualitativos y cuantitativos que se ofrezcan serán de acuerdo al alcance de nuestras investigaciones. Reciban un fuerte y caluroso abrazo sierreño. Fraternalmente: Esteban Hernández Ortiz.

lunes, 19 de diciembre de 2016

TOROS DOMESTICADOS EN EL PARAÍSO. ESTEBAN HERNÁNDEZ ORTIZ. Don Brígido Bautista Sánchez es nativo de El Paraíso, es hijo de los señores Alberta Sánchez Evangelista y Genaro Bautista Poncelis. Cuenta que su papá domesticó unos toros para cargarlos con leña, mazorca y café, lo mismo que para arar la tierra en los riegos de Los Planes. Comenta que el primer toro se llamó “El jardinero”, el segundo se llamó “El Platero”, el tercero se llamó “El Camarón”, el cuarto “El bermejo” y el quinto toro se llamó “El sardo”. Dice que estos dos últimos eran utilizados como yunta en los riegos de Los Planes. Esta actividad se vio en El Paraíso entre los años cincuenta y los años sesenta, nunca más se ha vuelto a ver en esta comunidad que un campesino domestique así a unos toros. Acarreaban café de El Paraíso hacia Atoyac, haciendo un descanso en Los Llanos, en casa del señor Merced y su esposa Zenaida. Los toros se habían acostumbrado a que les colocaran una silla de montar, de las que se colocan a los caballos, y enseguida se les colocaba un costal con seis latas de café seco a cada costado. Llegaban a las afueras de Atoyac en un punto conocido como “El Mezón”, donde se les daba de comer un rollo de zacate que costaba dos pesos. También se les daba de beber agua y se les dejaba descansar. Recuerda Brígido Bautista que la yunta compuesta por “El sardo” y “El bermejo” fueron vendidos al señor “Chon” de Río Santiago, pues requerían de acompletar un dinero para construir el panteón de su señor padre. También cuenta don Brígido que ellos llegaron a tener hasta cien cabezas de ganado vacuno en El Arroyo Grande y en “Las Juntas”, un punto que se encuentra entre El Mangal y Las Palmas. El predio de Las Juntas le quedó a su hermano Nicanor, eran como cinco hectáreas. Don Genaro Bautista Poncelis, papá del señor Brígido, murió en 1960.


domingo, 18 de diciembre de 2016

UN HASTA PRONTO A MI ABUELO GUADALUPE ORTIZ LUVIANO.

UN HASTA PRONTO A MI ABUELO GUADALUPE ORTIZ LUVIANO
ESTEBAN HERNÁNDEZ ORTIZ.

El 13 de diciembre de 1932 nació mi abuelo materno Guadalupe Ortiz Luviano en la comunidad de Los Capires, municipio de Cutzamala de Pinzón, en la Tierra Caliente de Guerrero. Sus padres fueron María de Jesús Luviano Gómez y el señor Primitivo Ortiz Martínez. Mi abuelo llegó a El Puente del Rey el día dos de enero de 1950, según me relató él mismo un día en su domicilio.

En 1947 llegó a El Puente del Rey el señor Julián Valdez, originario del mismo poblado en que nació mi abuelo. De ahí que a don Julián Valdez se le empezó a conocer como “El Capire”. También llegó un tocayo de mi abuelo, de nombre José Guadalupe García, procedente de aquella región calentana.  
Mi abuelo salió de su pueblo natal el 24 de diciembre de 1949 y pasó la noche buena en Poliutla, de la municipalidad de Arcelia, Guerrero. Continuó su caminar y la velada del año nuevo la pasó en Campo Morado, Municipio de Heliodoro Castillo (Tlacotepec), Guerrero.

Mi abuelo (a quien nunca le dije “abuelito”) regresó en marzo de 1950 a su comunidad de origen y ese mismo año se trasladaron a vivir a El Puente del Rey mis bisabuelos Primitivo Ortiz Martínez y su esposa María de Jesús Luviano Gómez, además de mi tío abuelo Braulio Ortiz Luviano y su esposa Sofía Gómez. Mi tío abuelo Braulio es el hijo primogénito de mis bisabuelos.

Ya en Puente del Rey nacieron los hermanos Ángela, Jacinto y Yolanda de apellidos Ortiz Luviano. Otro hermano de mi abuelo se llamó Gonzalo, quien falleció hace varios años y fue sepultado en Acapulco.

Uno más de mis tíos abuelos se llama Virginio, él cosechaba bastante café en “El Encanto”, un punto cercano a la comunidad de Los Piloncillos, en la sierra de Atoyac. Mi tío apoyó en la creación de la cooperativa de La Pintada. Las otras hermanas de mi abuelo son Hilda y María Eleazar.

Una de mis tías abuelas se llama Macrina y desde hace varias décadas vive en Centroamérica. Un sobrino de mi abuelo realizó sus estudios de Licenciatura en Educación Física en Cuba, se llama Felipe Veledíaz Ortiz.

Mi abuelo me narró que a finales de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta llegaron varios trabajadores de la Tierra Caliente para trabajar en la cosecha de café y en la “chapona” de las huertas, pues aún no venían a trabajar los jornaleros de la región de La Montaña.

También venía gente de la Tierra Caliente a vender panocha y mezcal en castañas; otros traían bestias mulares y caballos para vender. Con el paso de algunos años empezó a venir gente de Otatlán, un pueblo ubicado en plena Sierra. Otros viajeros venían de Tlacotepec hacia Atoyac y otros puntos de la Costa Grande para llevar sal y bocadillos de coco hacia sus lugares de origen y así fue que por aquellos años viajaba gente de la Tierra Caliente y de la Sierra hacia la Costa Grande realizando comercio. Otros calentanos traían a vender ganado equino como son caballos y bestias mulares, además, algunos se alquilaban para acarrear costales de café a lomo de sus bestias, de Puente del Rey hacia la cabecera municipal de Atoyac.

Otros calentanos que se avecindaron en El Puente del Rey fueron los señores Antonio Bravo y los hermanos Manuel, Leonides y Celerino Alanís.

Mi abuelo falleció, al parecer de un infarto, cuando se encontraba en los festejos de la Virgen de Guadalupe en El Puente del Rey el mero doce de diciembre de este 2016. Mi tío Catalino y sus tres hijos varones hicieron el esfuerzo por rescatarle la vida, pero fue imposible. Lo trasladaron en un vehículo que condujo un amigo de El Paraíso, de nombre Brígido. Lo llevaron al consultorio del Doctor Leonel Lorenzo del Valle, un buen amigo originario de San Marcos, Guerrero, pero nuestro amigo Doctor dijo que mi abuelo ya no presentaba signos de vida y que él nada podía ofrecer en sus servicios profesionales.

Varias personas de El Paraíso se acercaron y dieron apoyo moral a mi madre y a mi tío Catalino, lo mismo que a mis primos hermanos.

En la entrada del hogar de mis abuelos maternos existe una pequeña marca sobre el piso y dice: “1965”. En su casa, al igual que en la gran mayoría de viviendas construidas en esa época, se colocó una especie de viga de unos dos metros y medio de longitud, que queda sobre la puerta; en esa viga existe la abreviatura “C.N.E.P.”, que significa Comisión Nacional de Electricidad Pública, y en seguida está anotado el número de medidor.

Mi abuelo fue sepultado al día siguiente de su fallecimiento en la comunidad a la que él llegó para quedarse, El Puente del Rey, Municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero. “Los Primaveros de la Sierra”, quienes viven en El Paraíso, cantaron varias canciones, entre ellas algunas alusivas a la Tierra Caliente.

Recibí la encomienda de dirigir un mensaje de gratitud a los presentes y cumplí con la tarea. Mis hijos gemelos me acompañan y entre los tres nos transmitimos fuerza.

Mi abuelo iba todos los domingos a El Paraíso, montado en su caballo, el mismo cuaco que una noche antes de que él falleciera, relinchaba con cierta extrañeza, según platican los vecinos. En los pueblo de esta zona fue muy conocido mi abuelo. En su velación y sepelio estuvieron presentes personas de Los Piloncillos, Puente de los Lugardo, San Vicente de Benítez y El Paraíso; desde luego que también asistieron los familiares radicados en Acapulco y otros lugares.

Me quedo con muchos recuerdos de mi abuelo, sobre todo, el gran cariño que siempre tuvo hacia mi padre, pues hasta en alguna ocasión llegó a expresar que a mi papá lo quería como si fuera su hijo.

Aunque no querramos, la vida se acaba, pero quienes se quedan tienen que seguir viviendo con responsabilidad y compromiso.


sábado, 10 de diciembre de 2016

DOÑA CATALINA GONZÁLEZ MÁRQUEZ HABLA RESPECTO A LA HISTORIA DE LA IGLESIA CATÓLICA Y LAS PEREGRINACIONES EN EL PARAISO.

La iglesia católica en El Paraíso.

La primera capilla se construyó donde actualmente vive la señora Concepción Corona, era en ese entonces la casa de doña Genoveva Ciprés. Más tarde se pasó la capilla al sitio que actualmente ocupa la Iglesia y también pasó a ser reconocida por el arzobispado de Acapulco como Parroquia que lleva el nombre de “Virgen de Guadalupe”.

La señora Catalina González Márquez nació el día 31 de diciembre de 1946 en la comunidad de Las Rosas, municipio de San Miguel Totolapan, Guerrero. Llegó a El Paraíso cuando contaba con siete años de edad. En aquel pueblo nació ella y todos sus hermanos.

Su papá, el señor Pedro González Hernández, falleció el 27 de agosto de 1996 y fue hermano de los señores Epifanio González Nava y de doña Arcadia González, quienes también fueron vecinos de El Paraíso. Su mamá fue la señora Margarita Márquez Solano nació en Pandoloma, municipio de Heliodoro Castillo y murió en 1976.

Habla la señora Catalina González Marquez[1]: “El primer sacerdote que vino a nuestro pueblo fue Gabriel Ocampo, hermano de don Eufemio Ocampo, uno de los primeros comerciantes que hubo en la comunidad. El sacerdote Gabriel visitaba al pueblo el primer viernes de cada mes, confesaba, daba misa y aprovechaba para visitar a su hermano. El padre Gabriel tenía a su cargo la parroquia Cristo Rey en Acapulco. Fue desde 1970 cuando el padre Gabriel nos empezó a visitar. Yo le escuchaba decir que él era “canónigo”, algo más que sacerdote, como para ser arzobispo, aunque nunca llegó a serlo.

Para 1978 llegó al Paraíso el padre José Limón Mendoza, que por cierto aún no era sacerdote cuando empezó a venir a la comunidad, y El Paraíso aún no era parroquia, dependíamos de Atoyac. Recuerdo que en 1978 mi hermano Zeferino se casó en la Ciudad de México y el padre Limón nos invitó a su ordenanza, pues él se ordenó como sacerdote en “La Villa” y sí fuimos a acompañarlo. El padre Limón estuvo desde 1978 hasta 1982 y luego se fue por cuestiones de enfermedad que el padecía. Me acuerdo muy bien que cuando fue el terremoto de 1985, el padre Limón ya estaba en la Ciudad de México.

Algunos años después el padre Limón se retira otra vez y llegó el sacerdote Bonifacio Vergara Ocampo. En los tiempos del padre Bonifacio El Paraíso se nombró como “Vicaría fija”. El padre “Boni” traía un vehículo zafari y su auxiliar se llamaba Antonio. A Antonio le gustaba mucho jugar futbol con los jóvenes de la comunidad.

Después regresó en el año de 1987, y para entonces El Paraíso ya era parroquia, aunque no fue muy rápido para que el Arzobispo lo asignara como sacerdote aquí.

Las peregrinaciones empezaron en 1978, Yo le sugerí al padre Limón que se hicieran y él aceptó mi sugerencia. Entonces empezamos también con un grupo juvenil yo e Isabel Pinzón, íbamos a dar catecismo a San Vicente de Benítez, recuerdo que la gente estaba muy desmoralizada por los efectos de la guerrilla de Lucio Cabañas. Estuvimos visitando a San Vicente de Benítez como tres años, pero luego hubo muchachos que hicieron su primera comunión empezaron a ayudar para llevar el catecismo a otros pueblos cercanos.

Después del padre Limón llegó el seminarista Serafín Casiano Salado y en seguida vino el diácono Orbelín Jaramillo Diego, quien sabía tocar muy bien la guitarra. Él me invito a recibir cursos de alimentación con soya y un curso de medicina natural. 

Vinieron a impartir el curso desde Guanajuato y de El Paraíso fuimos catorce personas.

Haciendo un paréntesis, te platico que cuando estuvo aquí el Centro de Estudios Técnicos, hubo un ingeniero agrónomo de nombre Félix, el me invitó a cursos de la soya y nos comentó que en Tierra Caliente había un señor próximo a amputársele la pierna porque tenía gangrena, pero empezaron a darle leche de soya y el señor se compuso. El Centro de Estudios Técnicos dependía del Colegio Superior Agropecuario del Estado de Guerrero, con sede en Cocula.

Después vino el padre Ricardo Medina, quien ahora está en Atoyac. También estuvieron los padres Rogaciano Zárate y Jorge Hernández quien se ordenó aquí en El Paraíso. Uno de los últimos sacerdotes que han estado en este pueblo es el párroco Joel Salazar Bailón, quien ahora está en Petatlán. El sacerdote que actualmente está en esta parroquia se llama Salvador Salmerón y es originario de Zumpango del Río, Guerrero”. Hasta aquí las palabras de la señora Catalina González Márquez.



[1] Entrevista que realicé a la señora Catalina González en su domicilio el día 26 de diciembre de 2014.

LA IGLESIA DE EL PARAÍSO. El primer sacerdote en oficiar misa en este pueblo fue el padre Gabriel, hermano de don Eufemio y de don Dustano Ocampo. Él estaba a cargo de la iglesia "Cristo Rey" en Acapulco e iba a El Paraíso a visitar a sus hermanos y a la vez daba las misas. La siguiente publicación en este blog tratará de la historia de las peregrinaciones basada en entrevista a la señora Catalina González Márquez.



jueves, 8 de diciembre de 2016

UN ALTO EN EL CAMINO.

UN ALTO EN EL CAMINO
ESTEBAN HERNÁNDEZ ORTIZ.

Me había puesto a leer duro y tupido un buen altor de libros que algunos de mis profesores me han facilitado en mi Facultad de Filosofía y Letras, pues está marcada la meta de presentar una tesis de maestría para Junio de 2018. Se nos pidió presentar un proyecto de investigación desde nuestro registro como aspirantes a los estudios del posgrado en que actualmente nos encontramos yo, dos compañeras y otros siete caballeros.

Orgulloso de mis orígenes, me vino a la mente trabajar un tema respecto a la Sierra de Guerrero, una exploración que guarde conexiones directas con esa área de la república mexicana, donde existen muchos recursos naturales, además de su gente valiosa que se distingue en su léxico, vestimenta y cultura en general de otras regiones del Estado de Guerrero.

Sin embargo, es menester detenerse y tomar un buen respiro porque los trabajos de investigación deben apegarse a cierto rigor académico y científico. Si no trazamos correctamente nuestros ejes principales, entonces nos extraviaremos en un peregrinar que no tiene claros horizontes. La improvisación puede perdernos, o para decirlo en términos menos drásticos, puede dilatar nuestra investigación.

Entre otros aspectos determinantes se requiere de realizar una “problematización”, que no es otra cosa más que discurrir comprometidamente respecto a un fenómeno, social, en nuestro caso, y escribir algunos supuestos o hipótesis en las que se fincará el recorrido de nuestro trabajo. Uno de los primeros pasos es delimitar nuestro objeto de estudio, tanto geográfica, temporal y temáticamente. Existen otros pasos a realizarse para poder diseñar lo más adecuado posible nuestro proyecto de investigación, aunque las personas más experimentadas aseguran que constantemente se irá modificando el trazo de nuestras ideas.

Refería al comenzar estas líneas que “me había puesto como loco”  a estudiar y a capturar en mi computadora algunos resúmenes, transcripciones y notas; sin embargo es menester tomar la pluma y el tintero y escribir otras ideas que no estén directamente relacionadas con el compromiso de la Tesis de Maestría. En mi caso, cada vez que escribo algunas líneas como estas, me distraigo y tal vez sean útiles para las personas que son lectoras de mis publicaciones.


Es muy recomendable realizar una “estancia” en alguna Universidad extranjera para realizar un trabajo de investigación que contribuya con nuestra Tesis. Dios mediante salvaremos ese compromiso con buenos resultados.